Además de generar desafíos, la transición energética que avanza en el mundo abre oportunidades para un país como Argentina, que posee grandes ventajas comparativas, activos ambientales y chances de aventurarse con éxito en nuevas tendencias, como los combustibles sostenibles de aviación.
Agustín Torroba, especialista en biocombustibles y energías renovables del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (Iica), dependiente de la Organización de los Estados Americanos (Oea), participó días atrás del ciclo “Coyuntura y Agro, una mirada económica y política”, organizado La Voz, y dejó en claro que Argentina cuenta con un agro y una cadena de valor de biocombustibles muy desarrollados y competitivos, tanto económica como ambientalmente.
La jornada –que tuvo como eje a la matriz energética y el rol de los biocombustibles– fue realizada la sede de La Voz. Además de Torroba participaron como expositores Tomás Kember, analista agrometeorológico de la Bolsa de Cereales de Córdoba; Pablo Adreani, consultor del mercado de granos; Eduardo van der Kooy, analista político, y el economista Daniel Artana.
Su realización contó con el apoyo de las empresas Corteva Agriscience Telecom, Ecovatio, Bacar, Lothar, Wico Combustibles, Air Europa y la Sociedad Rural de Jesús María. Además del acompañamiento de la Bolsa de Cereales de Córdoba, de la Fundación Bolsa de Cereales de Córdoba y del Ministerio de Bioagroindustria de Córdoba.
Ser sostenibles “paga más” en el mundo
El contexto global en relación con el cambio climático es contundente: el incremento de un grado Celsius en la temperatura por el cambio climático equivale a una caída de 12 puntos porcentuales del PIB a nivel mundial, y los registros proyectan un calentamiento de hasta tres grados.
Además, el sector energético genera el 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), lo cual lleva a un fuerte compromiso para descarbonizar los procesos. Revertir esta situación requiere de cuatro medidas a nivel global.
Según explicó Torroba, la primera apunta a lograr que el 80% de la oferta total de energía en el mundo sea limpia y el 20% fósil (en la actualidad, los porcentajes son exactamente al revés: 80% de energía fósil y 20% sustentable).
Las otras tres medidas pasan por reducir el consumo un 7%, desarrollar tecnologías que hoy no están en el mercado y lograr una fuerte electrificación.
Ante este panorama, el especialista manifestó que la transición energética va a requerir más biocombustibles, pero no de cualquier tipo, sino los más sostenibles. Y aquí es donde nuestro país encuentra sus mayores posibilidades.
La tendencia actual apunta a valorar los activos ambientales y Argentina tiene una gran ventaja de sustentabilidad en la producción de biocombustibles.
“El agro es muy sostenible y la cadena de valor de los biocombustibles es extremadamente productiva y eficiente, tanto en bioetanol como biodiesel, lo cual abre una gran oportunidad de mercado externo”, señaló Torroba.

El argentino que vive desde hace seis años en Costa Rica, sede del Iica, resaltó además que la huella de carbono del maíz en Argentina es un 60% inferior a la media mundial. ¿Y cuál es la ventaja? Que hoy nuestro país puede certificar biocombustibles con una huella de carbono muy baja.
Esto se aprecia también en la legislación global. Los programas de combustibles de bajo carbono en distintas jurisdicciones apuntan a pagar más por ser más limpios.
“Estos programas dan créditos de carbono que cotizan en mercados secundarios y que terminan valorizando los activos ambientales como los que posee Argentina”, insistió Torroba.
El 83% del biocombustible que se vende en el mundo está bajo legislaciones que exigen certificaciones de sostenibilidad. Estos países pagan más, ya sea con certificados de carbono (Brasil y Estados Unidos) o precios diferenciales más elevados (Unión Europea).
“Cuando uno mira los costos de producción en la Argentina, tanto de bioetanol como de biodiesel, encuentra que son similares a mercados muy masivos como Estados Unidos y Brasil, y en biodiésel incluso más competitivos. Las huellas de carbono del bioetanol de maíz que logra Córdoba solo se ven en Brasil”, acotó el especialista.
La alternativa emergente: el SAF
Otra gran oportunidad que aparece en el horizonte de nuestro país es el biocombustible sostenible de aviación (SAF, Sustainable Aviation Fuel, en inglés).
Al respecto, Torroba explicó que ser sostenibles en materia de aviación implica cumplir criterios muy exigentes dictados por la Organización de Aviación Civil Internacional (Oaci).
En concreto, la Oaci desarrolló el protocolo Corsia, que básicamente apunta a la reducción y compensación del carbono, teniendo como base que las emisiones no superen el 85% de las registradas en 2019.
En la actualidad, el uso de SAF es el 0,7 del total del consumo de combustibles de aviación a nivel mundial y el objetivo es que llegue a aproximadamente el 75% en 2050 para cumplir las metas de descarbonización.

“La aviación tiene que reducir 1% por año las emisiones de gases de efecto invernadero a partir de 2027 y esto implica indirectamente que todas las aerolíneas deben utilizar estos combustibles sostenibles de aviación”, destacó el experto.
¿Y cuáles son las familias de materias primas para biocombustibles de aviación? Aceites y grasas, azúcares y almidones, y material lignocelulósico, todas materias primas de las cuales nuestro país posee gran disponibilidad para industrializar como SAF.
Según Torroba, el agro local y la cadena de valor de los biocombustibles pueden llegar a ser grandes proveedores para producir los combustibles sostenibles de aviación. Es más, el potencial de exportación de SAF a precios actuales es de 50 mil millones de dólares.
El especialista aseveró también que vale la pena analizar una convergencia de políticas públicas con Brasil, país que tiene muy estudiado este desarrollo y que fue el primero de Latinoamérica en legislar al respecto.
Asimismo, el socio del Mercosur participa activamente en la discusión internacional sobre los biocombustibles marítimos, otro segmento que eventualmente puede derivar en más oportunidades estratégicas para la Argentina.
En el caso específico del SAF, para que este desarrollo emergente comience a ser una realidad en la Argentina se necesita empezar a pensar en una normativa local.
Los combustibles sostenibles de aviación, a diferencia de los combustibles terrestres, se regulan a dos niveles: el internacional, a través de la Oaci, y el local, según la legislación de cada país.
Es en esta legislación local en la que, según Torroba, nuestro país tiene mucho trabajo por delante, además de analizar una coordinación con otros países de la región para evitar asimetrías.

En tanto, Torroba mencionó la necesidad de establecer un mecanismo de diálogo con la Unión Europea, ya que Latinoamérica, con la excepción de Brasil, está sub representada en los organismos internacionales que fijan los criterios de sostenibilidad.
“Tenemos que reforzar la presencia argentina y de la región en estos foros. La Unión Europea se está empezando a quedar corta en materia prima para biocombustibles, por lo que vale la pena tener un diálogo franco y mostrar con datos científicos que nosotros tenemos una agricultura biodinámica muy sostenible, y que podemos ser socios complementarios”, añadió.
Dos desarrollos simultáneos
Argentina enfrenta también una situación paradojal en su sector energético. A pesar del desarrollo de Vaca Muerta, con refinerías operando a plena capacidad y un creciente volumen de exportaciones de petróleo, el país sigue importando nafta y gasoil, lo que genera un déficit.
Este escenario configura una clara oportunidad para el mercado interno de biocombustibles, ya que pueden reemplazar parte de las importaciones de combustibles líquidos.
Además, el desarrollo de biocombustibles se caracteriza por ser una inversión modular, lo que facilita su implementación y adaptación a diferentes escalas.
En este marco de exportación de petróleo e importación de nafta y gasoil, Torroba subrayó la oportunidad para el mercado interno y el valor agregado exportable de los biocombustibles.
“Cada vez vamos a necesitar importar más nafta y más gasoil; pero tenemos todas las materias primas para industrializar y producir la nafta biológica y el gasoil biológico que necesitamos”, destacó.
Asimismo, otra gran oportunidad es el Mercosur, donde Brasil, en primer lugar, y Paraguay, en segundo, se posicionan como referentes en lo que se refiere a políticas públicas y normativas de biocombustibles.
Lo crucial en este punto es analizar a futuro la importancia de que todos los integrantes del bloque regional adopten una política convergente respecto de los biocombustibles.