Desde hace 10 días, la venta de granos en el mercado doméstico tiene un comportamiento diferente al tradicional. Mientras la soja dejó de ser un bien para atesorar y se convirtió durante septiembre en una mercancía que aprovecha la suba del precio generada por el tipo de cambio diferencial, el maíz desapareció de la escena. Y como todo producto que escasea, su precio aumentó.
Con un alza en la cotización del cereal disponible que supera el 4% en lo que va del mes, los productores de leche y de carne vacuna comenzaron a ver con preocupación los efectos del “dólar soja”.
No sin esfuerzo a la hora de negociar, en julio y en agosto los tamberos habían logrado que la industria les pagara por cada litro de leche casi el equivalente al valor de un kilo de soja: 53,50 pesos.
Sin embargo, en septiembre el valor de la pizarra de Rosario les volvió a correr el arco, ubicando la soja cerca de 70 pesos por kilo. “Volvió la brecha, con todo lo que ello significa para los costos”, admitió un productor de la cuenca de Villa María.
Mientras tanto, y al menos durante este mes, las dietas lecheras se encarecieron. El expeller de soja, que hasta el último día de agosto tenía un valor de 46.800 pesos la tonelada (los 52 mil pesos de la pizarra de Rosario, menos 10%), esta semana costaba para un establecimiento lechero 63.250 pesos (68 mil pesos la tonelada en Rosario, menos el 7%). Es decir, en menos de 15 días el costo de un insumo clave para la alimentación de los rodeos productivos creció 35%.
Para un tambo con 150 vacas en ordeñe, que demanda alrededor de 30 toneladas del subproducto de la soja por mes, el incremento en su valor equivale a 500 mil pesos.
Los productores lecheros confían en que el “dólar soja” tendrá vida sólo durante septiembre, algo que el propio secretario de Agricultura, Juan José Bahillo, confirmó esta semana. De lo contrario, advierten que la distorsión sobre la producción podría tener efectos colaterales mayores, en un escenario de escasas reservas forrajeras debido a la sequía.
La lechería, como gran parte de las actividades primarias, requiere de insumos importados, algunos de los cuales no se están consiguiendo. Una de estas figuritas difíciles son las mallas de hilo para los megarollos, lo que dificulta la confección de las reservas.
En el medio, la industria está necesitada de leche. La producción está 1% por debajo del año pasado y la situación podría agravarse de no registrarse lluvias en el corto plazo.
A partir de estos mayores costos, la Mesa Provincial de Lechería de Santa Fe reclamó al Gobierno nacional un resarcimiento por el aumento de la soja, pedido al que quieren sumar a los avicultores y a los productores de carne bovina.
Es que la producción de carne también sufre las consecuencias del desdoblamiento del tipo de cambio del que goza la soja.
Productores que engordan novillos pesados para la exportación están teniendo una pérdida de hasta 15 mil pesos por cabeza; si bien el rojo se explica en su mayoría por la diferencia entre el precio del ternero (que no afloja) y el del novillo, los costos de producción también se encarecen con la distorsión cambiaria. Aquellos ganaderos que no disponen del maíz tienen que pagar más por el cereal.
El que parece vivir en otro país es el cerdo, cuyos números en granjas intensivas aportan una rentabilidad que en algunos casos supera los 16 mil pesos por capón entregado para la faena. La cuenta es rápida: con un precio que hoy paga la industria de 280 pesos por kilo vivo y un costo de producción que ronda los 150 pesos por kilo, la diferencia a favor es de 130 pesos por kilo. Esto es, multiplicado por lo que pesa un capón (125 kilos), da un margen de 16.250 pesos por animal.
A diferencia de lo que ocurre con la leche y con la carne bovina, cualquier aumento en el costo de la ración, por la suba en los subproductos de la soja, el cerdo tiene hoy espalda para soportarlo.
