El resultado electoral del último domingo confirmó que el sector agropecuario se siente cómodo con el rumbo económico del Gobierno nacional.
De los 237 departamentos y partidos que conforman Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos y La Pampa —las provincias que integran la llamada liga agroindustrial—, en 189 (el 80%) ganó La Libertad Avanza.
El voto de confianza del campo se apoya en los cambios que la actual administración implementó: liberalización de la economía, desregulación administrativa y alivio impositivo, más allá de que aún sigue pendiente la promesa del presidente Javier Milei de eliminar por completo las retenciones a las exportaciones.
El fortalecimiento de la relación entre Argentina y Estados Unidos, a partir del apoyo económico explícito del gobierno de Donald Trump, podría traer beneficios directos para los productores locales, especialmente los ganaderos.
La posibilidad de que la cuota anual de 20 mil toneladas de carne vacuna argentina que ingresa al mercado estadounidense con un arancel del 10% —vigente desde 1999— se multiplique por cuatro abre un panorama más que interesante para la ganadería nacional.
Si hay un país capaz de abastecer la creciente demanda estadounidense, ese es Argentina. Con Brasil fuera del mercado por las tensiones políticas entre Trump y Lula, y con Australia y Nueva Zelanda al límite de su capacidad de exportación, la carne argentina aparece como la alternativa más competitiva.
Poder proveer más volumen al consumidor norteamericano con un arancel del 10% implicaría un ahorro de unos U$S 2.000 por tonelada (ya que fuera del cupo la carne paga un 36,4%). Esto consolidaría precios internacionales más altos para el producto nacional y permitiría mejorar la competitividad de la cadena.
La pregunta clave es: ¿está lista la ganadería argentina?
La respuesta, por ahora, es negativa. La falta de novillos sigue siendo la principal limitante estructural del comercio exterior de carne. Con un stock bovino estancado en los últimos 50 años, la cantidad de novillos ha ido perdiendo peso dentro de las existencias totales.
Según datos de las campañas de vacunación contra la fiebre aftosa, en 2003 Córdoba tenía 948 mil novillos; a mediados de este año, esa cifra cayó a 231 mil cabezas, una baja del 75%.
La histórica capacidad de la provincia como productora de carne —a partir del engorde en feedlots o a campo— se fue diluyendo. Algo similar ocurre con los terneros, cuyo número en Córdoba cayó 22% en los últimos 22 años.
Sin terneros ni novillos, no hay posibilidad de aumentar la producción ni las exportaciones. Los ganaderos y frigoríficos lo saben, y reclaman reglas claras y previsibilidad para revertir la situación.
“La ganadería es biología y necesita tiempo. Pero si hay precio y demanda, surge el estímulo para invertir a largo plazo”, señaló Daniel Urcia, presidente de la Federación de Industrias Frigoríficas Regionales Argentinas (Fifra), durante una jornada en la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNC.
Inversión a largo plazo
Un régimen de incentivos similar al Rigi, como el que beneficia hoy a la minería, sería ideal para la ganadería, sobre todo por los montos que requiere el salto productivo. “Para producir un millón de terneros, se necesitan U$S 1.000 millones”, comparó Urcia.
Los consultores Teo Zorraquín y Alejandro Nemeses coinciden en que la ganadería vuelve a ser un sector atractivo para invertir, aunque advierten que, por ahora, esa expectativa tiene más de teoría que de práctica.
El stock ganadero sigue sin crecer, atrapado entre el estancamiento y el retroceso.
La falta de crédito de largo plazo, las restricciones históricas al negocio y la pérdida de rentabilidad frente a la agricultura definieron un contexto adverso.
Ahora, con nuevas señales políticas y de mercado (demanda y precios internacionales), ese escenario podría comenzar a cambiar.
























