La idea comenzó a cobrar fuerza con la irrupción del gobierno de Javier Milei, que en su primera etapa tuvo al frente de la Secretaría de Agricultura de la Nación a funcionarios que, en el ámbito privado, eran referentes de la bioeconomía.
El cambio político en la repartición nacional hizo que los impulsores del modelo que utiliza recursos biológicos renovables –animales y plantas– para producir bienes de manera sustentable volvieran al llano, al campo, con la intención de ampliar el alcance de lo que dieron en llamar “Vaca Viva”: una creación semántica que combina la bioeconomía con la agroindustria.
Así, en julio pasado nació en Río Cuarto la Asociación Somos Vaca Viva, un espacio que agrupa a más de 300 referentes agroindustriales de todo el país y que articula una visión de desarrollo centrada en la bioeconomía como herramienta fundamental para lograr un crecimiento territorial competitivo y sostenible.
Lejos de plantearse como una contraposición a los modelos extractivos –como Vaca Muerta–, la propuesta busca ser complementaria. Se basa en la “fotosíntesis actual” para generar nuevos productos y promover un desarrollo integral del país.
Según la definición de la asociación, la bioeconomía consiste en transformar los excedentes biomásicos mediante la incorporación de conocimiento y tecnología. Su objetivo central es aumentar la productividad y generar valor agregado a partir de la biomasa. Implica, en definitiva, un cambio de paradigma en las exportaciones: pasar de vender commodities a exportar especialidades.
El presidente de la entidad, Germán Di Vella, durante la cuarta charla del ciclo Coyuntura y Agro –organizada por La Voz y realizada esta semana en el auditorio de nuestra sede integral–, subrayó la filosofía que sustenta este cambio orientado a preservar los recursos naturales.
El referente nacional de la bioeconomía fue más allá, al explicar que el propósito del colectivo es transformar las materias primas y dejar de exportar nutrientes y agua al mundo para, en cambio, exportar productos elaborados y mantener los nutrientes en el país.
Esta meta está estrechamente vinculada con el concepto de economía circular, que busca reutilizar los recursos dentro de un modelo de desarrollo sustentable.
La visión de Vaca Viva se apoya en varios pilares estratégicos que trascienden lo productivo e impactan directamente en el tejido social.
Uno de ellos es el arraigo, con una apuesta activa para que los jóvenes y los talentos del país permanezcan en sus ciudades y pueblos del interior.
“Hoy los capitales mundiales buscan talentos”, destacan desde la asociación, que considera que los jóvenes deben ser protagonistas del cambio, actuando como innovadores y emprendedores capaces de generar nuevas conversaciones y soluciones en sus entornos regionales.
La bioeconomía, en este sentido, derrama socialmente en cada uno de los lugares donde se instala. El maní, el maíz, la caña de azúcar, el vino y el tabaco son ejemplos de sectores que generan y agregan riqueza a nivel local.
Para que este desarrollo sea viable y masivo, se requiere una transformación estructural profunda.
En primer lugar, un cambio en los ámbitos educativo y científico: la educación debe estar actualizada y alineada con la velocidad del conocimiento y la innovación.
Desde la asociación, con sede en Córdoba, consideran imprescindible contar con universidades abiertas y vinculadas al sector empresario, capaces de identificar los “dolores” –problemas– y colaborar en las soluciones. Estos espacios, sostienen, son claves para que los nuevos emprendedores accedan no sólo al capital, sino también al conocimiento y al contacto con los empresarios.
En segundo término, se necesitan políticas públicas ágiles y con visión de futuro. La asociación propone un Estado “ágil, pequeño y orientado al porvenir”, aunque no ausente.
Como ejemplo cercano, mencionan a Brasil, donde los llamados agrodiputados trabajan permanentemente en políticas que fortalecen al sector y han logrado convertir a la agroindustria en un modelo sustentable.
La apuesta no es sólo optimizar la productividad agropecuaria, sino redefinir la relación entre la agroindustria, el conocimiento y el territorio.
Para avanzar en esa dirección, concluyen desde el movimiento, es necesario sumar voluntades y generar los acuerdos que permitan sostener el desarrollo.