En su interacción, la fertilidad física, química y biológica de los suelos cumplen funciones centrales en la producción de maíz. Un correcto diagnóstico es el punto de partida para llegar a la meta con buenos resultados.
Guillermo Peralta, ingeniero agrónomo, consultor, fundador y director de Carbon Group Agro-Climatic Solutions expone sobre estas claves en AgroExpertos, el espacio multimedia de Agrovoz dedicado a la nutrición de maíces tardíos.
La fertilidad física –define Peralta--, aporta funciones básicas: la aireación, el intercambio con la atmósfera, la capacidad para proporcionar un hábitat adecuado para el crecimiento de las raíces y funciones claves como la retención, el movimiento y la infiltración de agua en los suelos.
En tanto, la fertilidad química está mucho más relacionada con la capacidad de provisión de nutrientes para los cultivos. “Sin embargo, es importante entender que la fertilidad física, la fertilidad química y la fertilidad biológica están íntimamente relacionadas, y cualquier análisis de suelos deberá contemplar un estudio integral que las incluya”, remarca el consultor.
Como ejemplo, menciona que un suelo degradado, compactado, que pierda capacidad de aireación y de exploración de las raíces, puede estar afectando la provisión de nutrientes claves como el fósforo.
Indicadores
Un correcto estudio de la fertilidad química de un suelo pensando en la producción de maíz, debería contemplar indicadores como el nitrógeno de nitratos hasta los 60 centímetros, ya sea determinado a la siembra o en etapas posteriores.
En el caso de otros nutrientes, como el fósforo, se debe contemplar la concentración en partes por millón (ppm) por lo menos en los primeros 20 centímetros de suelo. Otros nutrientes, como azufre o zinc, también tienen un impacto muy fuerte en el caso del maíz, con lo cual el análisis deberá apuntar a conocer la concentración de azufre de sulfatos y de zinc en los primeros 20 centímetros.
Otros indicadores, como el pH o la salinidad, la presencia de sodio, son también muy importantes para caracterizar los suelos desde el punto de vista químico y el impacto que pueden llegar a tener sobre el cultivo de maíz, particularmente en sistemas de riego. En este caso por cuanto se podrían estar aplicando sales o sodio “que pueden tener un efecto detrimental sobre la capacidad de extraer agua, de exploración de raíces y sobre la productividad del cultivo”, anota Peralta.
Entre los indicadores del estado de fertilidad física menciona el grado de compactación, la capacidad de infiltración de agua, la cobertura, la estabilidad de agregados o macro porosidad del suelo.
“Cuanto más degradación o deterioro, empiezan a aparecer estructuras de tipo masivo, con poca porosidad, con poca capacidad de crecimiento de las raíces, o estructuras de tipo laminar, sobre todo en suelos con alto contenido de limo, que afectan el flujo de infiltración de agua en sentido vertical”, describe el especialista.
Estudios
Peralta recomienda llevar a cabo las determinaciones físico químicas por ambientes, por sitios específicos del lote, debido a la variabilidad que se puede presentar en texturas y relieves de los suelos.
Así, cuando se trata de determinaciones físicas, interpretar primero, según la clase de suelo, el tipo textural, dado que no será lo mismo un nivel de densidad aparente para un tipo de suelo que para otro.
Por ejemplo, una densidad aparente para un suelo arenoso de 1,4 gramos por centímetro cúbico, es relativamente normal, sin signos de compactación. Mientras que para suelos de texturas franco limosas, con mayor contenido de limo, ese valor de 1,4 ya está marcando problemas de compactación.