Partimos de la base que las retenciones son un impuesto distorsivo, regresivo, con fuerte sesgo anti exportador, anti inversiones en modelos de alta tecnología y con consecuencias negativas sobre la rentabilidad del negocio agrícola.
En muchas ocasiones la suba inesperada de los precios ayuda a enmascarar el daño que las mismas ejercen sobre las estructuras productivas, en definitiva sobre los ciudadanos rurales.
A no confundirse, al ser un impuesto sobre el precio FOB de exportación, recae sobre el precio lleno del producto e impacta en el ingreso bruto de los productores y no sobre la ganancia neta.
Resultado negativo para muchas zonas productivas
Esto provoca que en muchas zonas del país con rindes menores a los de la pampa húmeda, o en zonas alejadas de los puertos, con fletes mayores a 500 kilómetros (NEA y NOA), o en momentos de caída de rendimientos por efecto sequía como ha sucedido este año o caída de los precios, el resultado del negocio es negativo.
Para decirlo en criollo, el productor pierde plata, y esto quedó demostrado en muchos análisis efectuados por instituciones públicas y privadas.
Retenciones y discriminación
El hecho que la soja tenga una retención del 33% y el maíz y el trigo tengan el 12%, es una forma directa de discriminación.
Y por este motivo la superficie y producción de soja ha entrado en caída libre en esta última década, permitiendo el resurgir del trigo y del maíz.
No está mal diversificar la matriz productiva y exportadora, lo que está mal es que la misma sea expensas de un castigo a otra, como es el caso de la soja.
Como dato de la realidad, entre septiembre y octubre, después del mes del “dólar soja” a 200 pesos, las exportaciones de poroto de soja pegaron un salto de 331.000 toneladas a 1,164 millones de toneladas el mes posterior.
En el mismo período, las exportaciones de aceite de soja bajaron de 433.000 a 309.000 toneladas, y en el caso de la harina de soja sus exportaciones bajaron de 1,67 a 1,58 millones de toneladas.
Lo que se conoce como primarización de las exportaciones.
El primer puesto de Argentina como exportador
La Argentina mantiene el primer puesto como exportador mundial de aceite y harina de soja. Sin embargo, en los últimos años la molienda se ha mantenido casi sin cambios.
Para el 2023 se proyecta un volumen de molienda en nuestro país de 41 millones de toneladas, un aumento poco significativo, de apenas el 1% (270.000 toneladas) con respecto al 2015.
En el mismo período la molienda de soja de Brasil aumentó el 27%, equivalente a 11 millones de toneladas, pasando de 41 a 52 millones de toneladas.
Y en los Estados Unidos la molienda aumentaba el 19%, o su equivalente de 10 millones de toneladas, de 51 a 61 millones de toneladas.
El contraste es notorio. En 2015 Brasil y Argentina procesaban el mismo volumen de soja: 41 millones de toneladas. Hoy, 8 años después, Brasil procesa 52 millones de toneladas y nuestro país se mantiene estancado en el mismo volumen.
En la práctica esto significa que Brasil y Estados Unidos han conquistado nuevos mercados que fueron perdidos o cedidos por Argentina.
El costo de diversificar la matriz productiva
Es cierto que nuestro país diversificó su matriz productiva exportadora en favor del trigo y del maíz, pero también es cierto que lo hizo a un costo muy caro, sacrificando el cultivo de soja y provocando la caída en las exportaciones de productos con mayor valor agregado, como el aceite y la harina de soja.
Es momento de frenar la primarización de nuestro sistema productivo y exportador, más aun cuando la misma se produce por distorsiones arbitrarias en el nivel de las retenciones en cada uno de nuestros productos de exportación.
Como criterio de opinión, las retenciones no deberían existir, pues le hacen mucho daño a la estructura productiva exportadora del país y le hacen mucho mas daño aun a los productores de soja del del NEA y NOA que deben enfrentar costos de comercialización mucho más caros y rendimientos promedio que con mucha suerte llegan al 50% de los rindes de la pampa húmeda.
Hay que buscar sistemas de producción previsibles y sustentables en el tiempo, que no dependan de un hecho fortuito, como una suba de los precios internacionales o un conflicto como el ocurrido en el Mar Negro.