La Chacra Aapresid Sur de Córdoba es un proyecto de investigación y desarrollo (I+D) liderado por más de 20 productores de la zona que, junto a especialistas del Inta, la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Río Cuarto y empresas, busca desarrollar modelos agrícolas que no solo maximicen la producción, sino que también promuevan la salud del suelo y la calidad ambiental.
El encuentro, realizado días atrás, fue espacio de balance, intercambio y nuevos rumbos, con una certeza de que los sistemas superadores son posibles a partir de tres pilares: intensificación, diversificación y nutrición.
La Chacra Sur de Córdoba abarca todo el departamento General Roca y tiene cinco sitios de ensayos, desde Onagoyti hasta Villa Valeria. Se trata de una región con suelos arenosos con alta vulnerabilidad a la erosión y poca capacidad de retención de agua.
Los diagnósticos en la zona al inicio del proyecto mostraron un deterioro físico, químico y biológico de los suelos agrícolas: compactación, escasa infiltración y materia orgánica en retroceso.
“Habíamos consumido la mitad del fósforo y de la materia orgánica”, detalló Guillermo Rivetti, productor e integrante del grupo.

“El sistema ya no funcionaba más. No estábamos mal productivamente, pero no estábamos siendo capaces de sostenerlo en el tiempo”, resumió.
La estrategia fue clara: frenar el deterioro e intentar revertirlo a través de rotaciones más complejas, mejor nutrición y la inclusión progresiva de cultivos de servicios (CS).
Modelo agrícola sustentable: más raíces más vida
“Intensificar no es hacer más por hacer, sino usar mejor los recursos: agua, luz, nutrientes”, explicó Mariano Robledo, responsable técnico de la Chacra.
Y en ese camino, los CS se volvieron aliados clave. Ensayos con centeno y vicia puros, y mezcla centeno-vicia mostraron que, con más raíces en el suelo y durante más tiempo, los sistemas pueden recuperarse.
Juan Cruz Colazo, experto de la Chacra de Inta San Luis, explicó que el centeno, por ejemplo, es el “caballito de batalla” de la zona: rústico, resistente al frío y a la falta de agua, con gran capacidad para controlar la erosión.
Sin embargo, al inmovilizar nitrógeno en sus tejidos puede afectar la disponibilidad de este nutriente para cultivos exigentes como el maíz. Por eso se lo asocia con vicia, que aporta nitrógeno atmosférico y equilibra el sistema.
Los resultados presentados por la Chacra entusiasman. En apenas tres años, los lotes con rotaciones más intensivas lograron aumentos de hasta el 120% en la tasa de infiltración.
También se registró un fuerte incremento en la cantidad y diversidad de fauna del suelo como lombrices, indicadores de un suelo más activo y estructurado. “En esas rotaciones, el 80% del tiempo el suelo está con algo vivo”, subrayó Rivetti. “Y no es más porque el agua no nos da, pero la tendencia está”, concluyó.
Claves del manejo
Durante el Taller de resultados se habló también de cómo ajustar el manejo para que la intensificación sea exitosa. En ambientes restrictivos, sembrar los CS de forma temprana es fundamental para asegurar buena implantación. Además, es clave definir bien la mezcla de especies, densidades y esquemas de fertilización para que los CS no solo cumplan su función de cobertura, sino que dejen saldo a favor en nutrientes y estructura.
Otra lección importante fue entender el momento de terminación de los CS para no comprometer la recarga hídrica de cara al cultivo de renta. En suelos arenosos con baja capacidad de retención y escasas lluvias invernales, el consumo hídrico de los CS suele considerarse una desventaja.
Sin embargo, en el taller se evidenció que los barbechos largos son poco eficientes en acumular agua, mientras que los barbechos cortos posteriores a un CS almacenan en promedio un 8% más.
Además, si se secan los CS antes de mediados de octubre, en nueve de cada 10 años se alcanzan al menos 70 milímetros de lluvia hasta diciembre, lo que permite recargar hasta el 50 % de la capacidad del suelo.

La Chacra viene evaluando el consumo de agua y eficiencia de uso comparando barbechos con CS, y los datos muestran que, manejados correctamente, los CS pueden aportar sin “comerse” la humedad.
Modelo sustentable: experiencia con esparceta
En esa línea, la Chacra, en colaboración con la Red de CS de Aapresid está experimentando con Onobrychis viciifolia, comúnmente conocida como esparceta o pipirigallo.
Además de sumar diversidad y cobertura viva a las rotaciones, las leguminosas de servicios son buscadas especialmente por su capacidad de fijar nitrógeno (N) de la atmósfera de forma biológica y aportarlo al suelo y a los cultivos siguientes, complementando así las necesidades de este nutriente en cultivos altamente demandantes, como el maíz.
Como en muchas otras regiones, la vicia venía siendo una de las estrellas de las “leguminosas de servicios” en la zona. “La elección de “esparceta” se basa en su rusticidad y su potencial de adaptación a zonas semiáridas-subhúmedas”, explicó Rivetti.
Se trata de una planta perenne de talla media (entre 20 y 80 centímetros de altura), con numerosos tallos erectos, una raíz pivotante que puede llegar hasta los 2 metros de profundidad y raíces laterales en las que se encuentran la mayoría de los nódulos de Rhizobium responsables de la fijación biológica de N.
En cuanto a su potencial como forrajera, tolera mejor las heladas y las sequías que otras leguminosas como la alfalfa o trébol, y además tiene alta calidad nutritiva (hasta 20% de proteínas brutas en floración). Sin embargo, desde la Chacra advierten que al ser una forrajera plurianual (de tres a cinco años) que no produce mucha biomasa el primer año, se desarrolla mejor si está acompañada de un cultivo de invierno en el primer año.
Como desventaja, tiene alta sensibilidad al anegamiento y por lo tanto, no se adapta bien a suelos arcillosos y con mal drenaje.
La primer experiencia con esparceta fue en abril del año pasado, cuando se sembraron semillas inoculadas con la misma cepa de bacteria que se utiliza en vicia.
La implantación se hizo de forma aérea con drones sobre un maíz en pie que venía de una rotación soja/CS (centeno)/maíz y siguiendo un planteo nutricional interesante: “es un lote con 35 partes por millón de fósforo (P), 1,5 partes por millón de zinc y aportes de azufre. El maíz previo recibió doble fertilización con (N), como es la práctica usual en maíz, que en este caso se destinó al picado”, explicó Rivetti.
Según explicó el productor, tanto para vicias como para Onobrychis, así como para centenos o triticales, el coeficiente de logro se mantuvo alrededor del 50%.
“Esto significa que la mitad de las semillas germinaron”, indicó.
Un modelo sustentable que se construye en red
Para los productores, uno de los diferenciales de la Chacra es la forma de trabajar. “Acá investigamos a demanda. No arrancamos con una hipótesis científica, sino con una necesidad concreta del productor”, explicó Rivetti. A partir de allí, se arma un equipo técnico y se diseñan ensayos en red, distribuidos en cinco sitios representativos de la región.
David Roggero, otro productor miembro de la Chacra, destacó el valor de estos espacios de construcción colectiva: “Que empresas, técnicos y productores trabajen codo a codo hace que el conocimiento circule, se valide y se adapte mucho más rápido. Nadie sabe tanto como lo que podemos saber todos juntos”.