Las brechas de rendimiento en un cultivo reflejan la diferencia entre los resultados productivos actuales y los potenciales, los que se podrían alcanzar con un manejo responsable de los nutrientes.
“En el caso del maíz, en general en la Argentina esa brecha es casi del 32 por ciento, y mucho se explica por la brecha de nutrientes”, asegura Fernando García, ingeniero agrónomo, consultor privado en fertilidad de suelo y nutrición de cultivos, y profesor libre en la Facultad de Ciencias Agrarias de Balcarce (Universidad Nacional de Mar del Plata).
Esa brecha está marcada por lo que falta de aplicar de nitrógeno, de fósforo, de azufre, –tres nutrientes deficientes en el sistema de producción–, y también de zinc, afirma desde Agroexpertos, el espacio multimedia de Agrovoz.
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“Acortando esas brechas de nutrientes vamos a ser capaces de reducir esas brechas de rendimiento, produciremos más y afectaremos menos los ecosistemas más frágiles en los cuales aún no se ha expandido la agricultura”, acota García.
Cuatro medidas
El desafío global de producir más alimentos involucra la condición necesaria de suelos fértiles y cultivos bien nutridos.
El manejo responsable de los nutrientes, enumera García, comprende cuatro requisitos: en primer lugar, aplicar la fuente correcta (nitrógeno, fósforo, azufre; en los últimos años también se han medido deficiencias de zinc y de boro en algunos cultivos y en algunas regiones).
Una vez determinada esa demanda por medio del análisis de suelo y otras herramientas, el siguiente paso es decidir la dosis correcta, qué cantidad de nutrientes va a necesitar ese lote o ambiente para ese cultivo en particular.
Finalmente, los últimos dos requisitos apuntan a responder “cuándo debo aplicar, el momento correcto”, y “cómo debo aplicar” (la forma correcta).
“Estos cuatro requisitos (fuente, dosis, momento y forma correcta de aplicación), son los que nos van a permitir ser mucho más eficientes y efectivos en nuestro sistema de producción y al mismo tiempo proteger nuestros recursos naturales”, recomienda el experto.
Advierte que la fertilidad de suelos ha decaído notablemente. “En los últimos 40-50 años hemos visto balances de nutrientes negativos, estamos sacando mucho más de lo que devolvemos, vía fertilización, abonos orgánicos, enmiendas y otros elementos”, ilustra.
Entonces, el desafío que se presenta para los próximos años es equilibrar estos balances negativos a partir del manejo responsable de la nutrición y de la fertilidad de los suelos.
Respecto del fósforo, los relevamientos efectuados por el Inta y Fertilizar, entre otras instituciones, muestran que dos terceras partes de la región productora de granos y pasturas está con niveles por debajo de las 15 partes por millón (ppm). Se trata del nivel medio por debajo del cual hay mayor probabilidad de respuesta a la aplicación por parte de los cultivos.
Otro signo de alerta es la acidificación de los suelos; los PH han ido cayendo en un área extendida y esto es motivo de trabajos por parte del equipo científico-técnico del Inta, universidades y otras instituciones.
“La ventaja que ofrece el fósforo es que podemos manejarlo no sólo pensando en el cultivo actual, sino ir mejorando los niveles en el suelo a lo largo de varias campañas”, acota García.
Junto con el análisis de suelo hoy se cuenta con herramientas de monitoreo para determinar el estado nutricional de cultivos y suelos.
La dotación comprende imágenes satelitales, sensores remotos y locales, el uso de clorofilómetro, Green Seeker (sensor de nitrógeno), herramientas muy útiles para ir corrigiendo el estado nutricional del maíz a lo largo de su desarrollo.
