Suele suceder que el cumplimiento de un anuncio no se lleve a cabo de manera inmediata, sino que se demora en el tiempo. Las razones pueden ser muchas y variadas: desde plazos contemplados en la misma resolución, hasta falta de condiciones para ponerlo en marcha.
Bajo este último condicionante se inscribe la decisión del Gobierno nacional de eliminar la prohibición de exportar ganado en pie para faena. Si bien se trata de una medida que da impulsa al negocio ganadero a partir de un nuevo canal de venta, la vigencia por más de 50 años de la restricción le quita por el momento cualquier posibilidad de su puesta en práctica.
Más allá de ser un incentivo para el productor ganadero, al que se le abre otra opción comercial, su implementación no será inmediata.
La falta de infraestructura en los puertos para promover el arribo de miles de animales bajo condiciones de bienestar animal es la primera limitante del nuevo negocio.
La segunda es el alto valor que hoy tiene el novillo en relación con los países de la región –en especial Uruguay y Brasil, que exportan ganado en pie desde hace varios años–, lo que quita competitividad a nuestro país.
Por lo pronto, habrá que esperar a que se presenten las oportunidades comerciales para realizar las ventas al exterior y, mientras tanto, desarrollar la logística para llevarlas a cabo.
Por el lado de la industria frigorífica –sector que más reparos le ve a la medida–, aseguran que la posibilidad de exportar ganado en pie debería estar complementada con un acuerdo de reciprocidad comercial para también poder enviar carne; es decir, valor agregado.
De la misma forma en que se podrá enviar novillos a determinados países sin el pago de retenciones, lo mismo debería ocurrir con los cortes terminados.
Por un principio de libertad comercial, la posibilidad de exportar también lleva consigo la de importar, una opción que el Gobierno cada vez promueve más en determinadas actividades.
En los últimos meses, el sector porcino ha visto cómo el ingreso de carne del exterior comienza a cobrar fuerza en la oferta interna. Durante el año pasado, las importaciones de cerdo crecieron en volumen 38%.
Sin embargo, el último informe de la consultora especializada JLU revela que las exportaciones de carne de cerdo crecieron durante enero 361,1% en comparación con igual mes del año pasado. Brasil sigue siendo el principal origen de los cortes, aunque también se registraron operaciones desde Chile y Dinamarca.
En el marco de este proceso de apertura económica, la inteligencia comercial debe jugar un papel clave. Estados Unidos, referenciado por ser la economía más libre del mundo, está imponiendo aranceles a todos los productos que no se producen en su territorio. Y para otros mantiene la cuotificación a rajatablas, como sucede con las 20 mil toneladas de carne bovina asignadas a la Argentina.
En la cadena bovina, algunos referentes le reclaman al Gobierno tener la misa celeridad para eliminar normativa vieja que para generar mejor competencia interna. Y ponen dos restricciones sobre la mesa: la del peso mínimo de faena y la imposibilidad de enviar hacienda en pie a la Patagonia y carne con hueso al sur del río Colorado.
Respecto de esta norma sanitaria dispuesta por el Senasa, que declara a esa zona como libre de aftosa sin vacunación, a juicio de algunos representantes del sector ganadero no tendría razón de ser, ya que está comprobado científicamente que la carne con hueso (la costilla) no es portadora de la enfermedad.
Sin embargo, cuando se realizan estos planteos, la resistencia de las provincias patagónicas se hace sentir. En esa zona, que sólo representa el 3% de la hacienda en pie de todo el país, el número de cabezas es insuficiente para el abastecimiento. Por eso, alrededor del 60% de la carne que se consume en esa región (sólo entran cortes sin hueso) proviene de frigoríficos ubicados al norte de la provincia de La Pampa.
En la misma dirección, aseguran que tampoco es coherente la restricción interna de no permitir el envío a esa zona de hacienda con destino a faena. Consideran que ese animal no tiene contacto con ninguno que habite en la región, ni tampoco permanece en algún establecimiento, con lo que se evitan los riesgos sanitarios.