El arranque del año encuentra a la producción de leche con varios frentes abiertos, todos los cuales son de difícil resolución y generan un alto grado de incertidumbre de cara a los próximos meses.
Mientras crece la preocupación entre los tamberos por la disponibilidad de reservas forrajeras para el otoño, a partir de las vicisitudes que impone el clima, la falta de insumos estratégicos –por las restricciones a las importaciones– amenaza también la eficiencia productiva de los establecimientos, y que tanto les ha costado conseguir.
“Es como si estuviéramos atravesando el Triángulo de las Bermudas. Cada vez desaparecen más cosas”, graficó un productor lechero de la cuenca de Villa María.
La analogía con el área geográfica ubicada en el océano Atlántico y que forma un triángulo escaleno entre las islas Bermudas, Puerto Rico y la ciudad estadounidense de Miami, y que se popularizó en relatos como una zona donde se registraron desapariciones misteriosas, es para describir lo que está sucediendo en las explotaciones lecheras.
Siguen desapareciendo insumos
Insumos clave –por ejemplo, el semen para la reproducción de los planteles y del calostro artificial, para mejorar la eficiencia productiva de las hembras y de los machos– han comenzado a desaparecer de la lista de proveedores.
Si bien el avance genético indica que no es recomendable estoquearse en pajuela de semen, debido a que el desenvolvimiento de la genómica aporta de manera permanente toros más eficientes, algunos productores han decidido cambiar la estrategia para garantizarse esa provisión.
Sin embargo, los centros que proveen esa genética están con restricciones para traer esos materiales del exterior. La escasa oferta obliga a comprar lo que hay disponible de cara al arranque de los servicios, que en buena parte de los establecimientos lecheros se realiza a finales de mayo.
Proveedores de primera línea han advertido a sus clientes que el stock de semen sexado, por ejemplo, es mínimo, y hay incertidumbre respecto de su ingreso desde el exterior en los próximos meses.
Lo mismo está ocurriendo en las cabañas que crían reproductores de razas lecheras, mediante la implantación de embriones congelados, debido a la falta de dólares para importar este tipo de material genético.
El calostro, como suplemento agregado para la producción de las terneras y de los terneros, que se suministra a la media hora de haber nacido, también está faltando en los tambos.
Es un producto artificial, en polvo, que contiene una alta concentración de inmunoglobulina G (IGG), que es el tipo de anticuerpo que más abunda en el organismo. Además de la IGG, aporta grasa, proteína, vitaminas y minerales.
Se trata de una fuente nutritiva determinante para el desarrollo de las terneras, futuras productoras de leche, y de los terneros, como productores de carne.
Según admiten los productores que trabajan con esta tecnología, están analizando con los proveedores reducir los grados brix (azúcar) en el suministro, con la finalidad de estirar la duración del insumo que hace tiempo que ya no está ingresando al país.
El capital también desaparece
Para colmo, y como ocurrió durante todo 2022, el precio de leche recibido por el productor corrió por detrás a la inflación y terminó perdiendo esa carrera.
Según datos oficiales, entre noviembre de 2021 y noviembre pasado (último mes del que se conoce el valor liquidado por la industria), el precio de la leche en tranquera de tambo aumento 83%. En ese período de 12 meses, la inflación acumulada fue de 92,4%.
En los tambos más eficientes, el valor recibido por la materia prima puede alcanzar a cubrir los costos de producción, pero sin llegar a retribuir el costo de oportunidad del capital invertido.
En otras palabras, el productor se sigue “comiendo” parte de su capital. Como si sobrevolara de manera permanente el Triángulo de las Bermudas.
