En la cuenca lechera de Villa María, Córdoba, la familia Giraudo, propietaria del tambo San Carlos, apuesta fuerte al futuro de la lechería invirtiendo $ 1.000 millones para duplicar su producción.
Esta inversión se suma a la reciente certificación de todos sus procesos bajo la norma IRAM 14400 de “Buenas Prácticas para la Producción Lechera Bovina” (BPL), convirtiéndolos en pioneros del sector.
El camino de la familia Giraudo en la lechería comenzó en la década de 1970, con la compra de 200 hectáreas y un pequeño rodeo de 25 vacas. Con el paso de los años y la incorporación de la siguiente generación, la empresa familiar se modernizó, unificando el ordeñe en un solo tambo y dedicando los otros campos a la producción de forraje.
Actualmente, el tambo San Carlos cuenta con 660 vacas en ordeñe en un sistema estabulado, produce 28.000 litros diarios y abastece a una usina de Villa María.
La innovación y la tecnología son pilares fundamentales de su gestión, con un sistema de riego de precisión en 450 hectáreas de maíz y collares que monitorean la producción y salud de cada vaca.
La decisión de certificar sus procesos bajo la norma IRAM 14400 responde a la búsqueda de un crecimiento sólido y sustentable. Si bien ya cumplían con la mayoría de los requisitos, la certificación implicó mejorar la sistematización de registros y protocolos.
Para Ramiro Giraudo, la inversión en la certificación es accesible para cualquier productor y aporta valor al producto final, según contó al diario Clarín.
El nuevo proyecto de los Giraudo implica la incorporación de un tambo calesita proveniente de Nueva Zelanda, con capacidad para ordeñar 40 vacas a la vez. Este sistema, que combina tecnología de punta con un solo operario, les permitirá aumentar considerablemente la cantidad de vacas en ordeñe hasta llegar a las 1.500.