“Soy un negociador nato”, les decía Martín Llaryora a legisladores oficialistas y opositores, a referentes de los gremios estatales y a periodistas.
Fue en la agitada noche del miércoles y madrugada del jueves, cuando la Legislatura hervía por su sorpresivo proyecto para aumentar los aportes personales de los empleados públicos para financiar a la Caja de Jubilaciones de la Provincia y a Apross, la obra social de los estatales.
La movida, además de sorprender hasta a los propios legisladores oficialistas, fue arriesgada desde lo político.
Sin la certeza de tener los 36 votos para el cuórum, fiel a su estilo Llaryora jugó fuerte, y perdió. No pudo convencer al peronista disidente Federico Alesandri de que avalara la iniciativa. Le faltó un voto. Debió retirar el proyecto y sentarse a negociar con los estatales. Todo en 10 horas ajetreadas.
En un horario extraño, la 1.45 del jueves, Llaryora ordenó una foto de los ministros Manuel Calvo (Gobierno) y Guillermo Acosta (Finanzas) con los estatales.
De ese modo, buscó tapar los efectos del traspié político de no poder sacar la ley e inició una negociación de madrugada.
En aquella noche de ánimos alterados, en la Legislatura se vivieron situaciones al borde del grotesco.
Mientras los legisladores opositores festejaban la derrota del oficialismo –en los pasillos, ya que abandonaron el recinto– y los dirigentes estatales se habían retirado ya del edificio, el titular del SEP, Sergio Castro, se demoró unos minutos charlando con un legislador peronista y fue contactado por el ministro Calvo para convocarlo a una reunión “de urgencia”.
Castro llamó a sus colegas para que regresaran y para mantener así una primera reunión que siguió el jueves por la tarde, en el Centro Cívico. Allí alumbró un acuerdo precario: los estatales recibirán un aumento del 12,9% en diciembre, como exigían los gremios, pero la Provincia se quedó con un 1% como “aporte solidario” para la obra social Apross.
Llaryora no reconoce la derrota. El flamante gobernador asegura que hubiera convencido a Alesandri de que votara en la madrugada, pero que prefirió abrir una negociación.
“Martín amaga a ir por todo, pero luego negocia y se queda con algo”, describió un funcionario que lo acompaña desde San Francisco, “allá, donde todo empezó”, como suele decir el llaryorista.
¿Qué consiguió el gobernador si no pudo sacar el aumento de los aportes personales y alimentó la cohesión de la oposición, siempre al borde de la dispersión?
Según la lectura de los llaryoristas, la Provincia subió el 1% de los aportes de los estatales para auxiliar a la exhausta caja de Apross.
Y, tal vez, lo más importante, para Llaryora ya no existe más el acuerdo paritario que en septiembre pasado firmó el entonces gobernador, Juan Schiaretti, que ataba los aumentos salariales a la inflación.
“Eso no existe más”, remarca el gobernador en la intimidad de su amplio despacho del Centro Cívico.
El Gobierno denunció ante al Secretaría de Trabajo provincial que no puede cumplir la paritaria. El argumento tiene bastante lógica: el desmadre de la inflación.
Los estatales tienen otra visión. Se aferran a ese acuerdo. Aunque, por lo bajo, admiten que están dispuestos a negociar, porque la inflación de diciembre y de enero estará por las nubes.
Por ahora, el saldo positivo para la gestión llaryorista es que tendrá un fin de año sin conflictos con los estatales. “Después vamos viendo”, como dice el refrán popular.
Mirando a la Casa Rosada
Llaryora no sólo debe preocuparse por la realidad de Córdoba. Sabe que ningún gobernante sale airoso de una crisis profunda a nivel nacional.
Los incidentes del jueves por la noche en la explaza Vélez Sársfield, de la capital provincial, encendieron las alarmas en el Centro Cívico.
“El horno no está para bollos”, concluyó un llaryorista, mientras observaba los videos del enérgico accionar de la Policía de Córdoba, al borde de la represión.
Llaryora volvió de la primera reunión con el presidente Javier Milei con sensaciones encontradas.
El nuevo presidente parece tener claro su plan de gestión, pero la duda es si tendrá el respaldo político para sostener el drástico cambio que anunció con el megadecreto de necesidad y urgencia que lanzó el miércoles pasado.
A Llaryora le preocupan los ingresos de la Provincia en los próximos meses, en los cuales habrá una fuerte desaceleración de la economía y una caída del consumo.
Las provincias sobreviven de los impuestos al consumo, que fluyen por la coparticipación nacional.
Los gobernadores recuperarán parte de los fondos con la marcha atrás respecto del Impuesto a las Ganancias, que volverá a pagar un millón de trabajadores, aunque tal vez no alcance para compensar el descenso de la parálisis económica.
Llaryora tiene un interlocutor válido en Anses con el cordobés Osvaldo Giordano, pero la llave de la caja la tienen Milei y el ministro de Economía, Luis Caputo.
Dicen que el Presidente escuchó un consejo que le dio Mauricio Macri. “Tuve a un peronista como ministro del Interior (Rogelio Frigerio), que me cagó con los gobernadores peronistas. Ojo: el tuyo (Guillermo Francos) también es peronista, más allá de que diga que es cavallista. Si les soltás la billetera a los gobernadores, estás perdido”, habría sido la advertencia del expresidente.
En algún sentido, Milei le está haciendo caso. Dicen que Francos dialoga con los gobernadores, pero no maneja fondos. Todo lo tiene que consultar con Caputo.
Llaryora busca soluciones en Córdoba, pero mira con preocupación hacia la Casa Rosada.
