Desde la primera edición en 2007, cuando la sede fue en Junín, provincia de Buenos Aires, Expoagro se ha convertido en una cita ineludible para la cadena agroindustrial argentina.
Lo que comenzó como una exposición estática y dinámica de maquinaria y de servicios para el agro pasó a constituirse, a punto de cumplir 20 años, en el epicentro que reúne todo el ecosistema que agrega valor a la producción agropecuaria en esta parte del continente.
A lo largo de estas casi dos décadas de trayectoria (la edición 2025 que se realizó entre el martes 11 y el viernes 14 de marzo en San Nicolás de los Arroyos fue la número 19), el denominador común siempre fue el mismo: reflejar la potencia del motor del agro, que hasta el momento nunca pudo traccionar al máximo.
Todo lo contrario: si se repasa el momento que atravesaba el sector en cada una de las realizaciones de la muestra, las piedras dominaban el camino. Pero el ánimo nunca cayó.
En su primera edición, la feria mostró la agricultura y la ganadería con coyunturas diferentes bien marcadas. En ese entonces, a la producción de carne no le iba nada bien. El cierre de las exportaciones había quitado incentivos a los productores y eso se reflejaba en los frigoríficos, donde casi la mitad de la faena estaba representada por hembras. Un indicador que dejaba al descubierto la decisión de los ganaderos de desprenderse de la fábrica de terneros y desacelerar la producción.
El trigo era otro de los productos que soportaba en 2007 la intervención oficial. Con sus ventas al exterior cerradas y con el incumplimiento de la promesa de compensar a sus productores, el cereal caminaba por una cornisa cada vez más angosta, lo que se materializaba en una notable caída en el área sembrada.
Los que atravesaban un buen momento por ese entonces eran los productores de soja y de maíz, a quienes los mercados internacionales habían ungido con precios en alza e iban camino, un año después, a uno de los mayores registros de la historia.
Pero mientras el motor mostraba esa potencia exógena, las limitaciones domésticas a su funcionamiento recortaban su desempeño.
El peso de las retenciones esmerilaba la competitividad del sector. Las exportaciones del grano de soja tributaban 24% de retenciones, al tiempo que sus derivados (harina y aceite) pagaban 27,5%.
A los productores de cereales se les quitaba 20% del precio del trigo y del maíz, mientras que la leche, la carne y otros productos de economías regionales también sufrían el peso del tributo.
Meses después de esa primera edición de Expoagro, y cuando el semblante de los productores y de los fabricantes de maquinaria agrícola era de preocupación, la presión impositiva se agravó. El maíz pasó a pagar 25% y el trigo 28%, mientras que las alícuotas de girasol y soja se incrementaban hasta 32% y 35%.
Era el anticipo de lo que luego sería el intento del Gobierno nacional de colocar un sistema de retenciones móviles, que derivó en el conflicto en marzo de 2008 por la resolución 125.
Hoy, a 17 años de esa efeméride, el sector sigue peleando por lo mismo: una reducción de la carga impositiva que en muchos casos deja al productor al borde del quebranto.
A la espera de lo que puedan recolectar las cosechadoras, los agricultores aguardan que una mayor producción les permita compensar el bajo margen económico de la actividad; más allá de la baja temporal en la retención de la soja, que ubica al tributo en el 26%, inclusive dos puntos porcentuales por encima de 2007. El maíz y el trigo muestran un alivio impositivo, al pagar 9,5% de su valor.
A diferencia de 2007, la carne tiene un buen momento, en cuanto a precio y a mercados. Sin embargo, los márgenes en la industria se achican y la competitividad comienza a perder fuerza.
Mientras tanto, Expoagro sigue mostrando sus mejores galas.
Con alrededor de 100 lanzamientos e innovaciones sólo en maquinaria agrícola y en genética en semillas, la edición 2025 es una de las más prolíficas en novedades. Si sumamos todas las versiones anuales, la feria acumula más de mil lanzamientos en tecnología, que le han permitido al sector ser cada vez más productivo y eficiente.
El motor sigue funcionando desde hace casi 20 años, a la espera de poder acelerar de manera definitiva.