Un esquema tan básico como rico en posibilidades narrativas se repite con cierta regularidad en los libros de Patrick Modiano: alguien, de repente, siente curiosidad por saber qué ha sido de la vida de un Fulano. La búsqueda de una respuesta más o menos consistente a ese interrogante dispara el relato y sostiene sus vaivenes. El "héroe" será quien sepa detectar las pequeñas huellas que una existencia cualquiera puede dejar por allí y, articulándolas, ofrecer una historia.
Para que no te pierdas en el barrio, que se publicó en Francia pocas semanas antes de que la Academia Sueca le concediera el Premio Nobel en 2014, y que ahora se edita en castellano, es una nueva versión de ese viejo juego.
Un escritor ha perdido su “libreta de direcciones”, dice la traducción; su índice telefónico, diríamos nosotros. Alguien que se reconocerá su lector, la encuentra y se comunica con él para devolvérsela. El gesto no es inocente. El lector ha recorrido con avidez esas páginas y ha encontrado el registro de una persona sobre la que, casualmente, ha recopilado una serie de datos porque le interesaría escribir un artículo sobre ella. El escritor no la recuerda, ni siquiera entiende cómo un teléfono tan viejo puede figurar en una libreta tan nueva. El lector, sorprendido, le señala que esa persona era uno de los protagonistas de la primera novela que publicó. El escritor ha olvidado a tal punto ese hecho de su biografía que ni siquiera guarda un ejemplar de aquel libro en su biblioteca. El lector no sólo quiere escribir, también quiere que el escritor lea sus papeles… Y en ellos, junto al nombre de aquella persona olvidada, en medio del informe policial sustanciado a propósito de un asesinato, el escritor encontrará el nombre de su madre.
Entonces, la memoria del escritor se activa y comienza a brindarle datos: nombres, direcciones, fechas, hechos. Para sí, no para el otro, de modo que el escritor establece un diálogo consigo mismo, plagado de cosas no dichas.
¿Qué nos propone la memoria cuando nos habla? Recuerdos, no realidades, parece decir Modiano en estas páginas, que se abren con un maravilloso epígrafe: “No puedo aportar la realidad de los hechos, sólo puedo ofrecer su sombra” (firmado: Stendhal). Hay que saber desconfiar de los recuerdos, entonces, incluso de los propios.
Así, el relato se nutre y el enigma inicial no para de crecer. Extraña combinación. A la luz del nuevo ímpetu que, de un tiempo a esta parte, han cobrado los estudios sobre la memoria, el planteo de Modiano es tan interesante como políticamente incorrecto.
Patrick Modiano
Anagrama
152 páginas
$ 195
