Pasaron más de 18 años del accidente del cordobés Mario Almonacid (34) en el Instituto Provincial de Enseñanza Técnica N° 57, y su mamá Fátima Luna todavía tiene un nudo en la garganta.
Desde la cocina de su casa, en barrio Ferreyra, cuenta que la noche anterior al incidente ella se había quedado trabajando en el quiosco que tenían, mientras Mario estudiaba para rendir Matemáticas aquel fatídico 18 de marzo de 2005.
Con la voz entrecortada, aún recuerda que esa mañana tuvo que insistir varias veces para que su hijo, que se había acostado tarde debido al estudio, se levantara.
“Me dijo que no quería ir a la escuela, pero yo le dije que tenía que ir”, dice.
A las 7.20, Mario se presentó en el colegio. La primera mañana transcurrió con normalidad, hizo su prueba y completó las materias. Cerca del mediodía, se tomó el trolebús rumbo al Centro, donde debía completar un mandado. En el viaje, se cruzó con su abuelo, el padre de Fátima, quien lo invitó a almorzar a su casa. Fue el propio hombre quien llamó por teléfono a su hija y le dijo que, luego de almorzar, el adolescente volvería a la escuela para su clase de Educación Física.
“Si lo hubiera dejado faltar, quizás no habría ocurrido este desenlace”, se reprocha la mujer.
A Fátima todavía le retumba en la cabeza la llamada que le hizo el director de la institución, cerca de las 15, para informarle que Mario –que en aquel momento tenía 15 años– había tenido un accidente y que necesitaban que se acercara a la escuela.
Ella nunca pensó en la gravedad del cuadro, hasta que ingresó al establecimiento de barrio General Paz. Ahí, se anotició que su hijo se había caído desde seis metros de altura, cuando cedió una chapa de zinc del techo del galpón al que subió para buscar una pelota que se había caído durante un partido de fútbol que los alumnos disputaban en la clase de Educación Física.
Según la crónica policial de la época, Mario golpeó su cabeza contra las instalaciones de gas y un torno. Perdió la conciencia en el acto y lo trasladaron al Hospital de Niños, donde debió ser operado.
“No me acuerdo ni cómo llegué al hospital”, dice la mujer con pesar.
Nicolás Almonacid (61), el papá de Mario, se disponía a almorzar en un barcito cuando le llegó la mala noticia. Estaba en un receso de su trabajo como policía. Un compañero le avisó y lo llevó de inmediato al nosocomio.
En las inmediaciones del hospital, se reencontró con su esposa, su hijo Jesús –que en ese entonces tenía 1 año– y su suegro. La cosa pintaba grave: Mario fue operado durante ocho horas.
Recién a las 23 de ese 18 de marzo de 2005, sus padres pudieron verlo sedado. “Lo armamos como pudimos”, evoca Nicolás, sobre la palabra que le dijo el médico Muñoz que intervino a su hijo.
“Se me nubló todo. Mi mente no entendía. Fue todo caótico, se me cayó el mundo encima”, describe.
Mario Almonacid sufrió un traumatismo craneoencefálico. Luego de ser operado, entró en un coma profundo. Nicolás aún recuerda el beso en la frente que le dio cuando lo sacaron del quirófano: “Hijo, vamos a salir adelante”.
El adolescente fue intervenido en las dos partes laterales del cerebro. Las lesiones le produjeron hemiplejia; no tenía control de sus medios inferiores y superiores. Los profesionales del Hospital de Niños le notificaron al padre que sólo tenía 5% de posibilidades de vida.
Durante semanas, el hombre estuvo día y noche en el nosocomio. Hablaba con los médicos. Se sucedían juntas médicas para evaluar el estado de salud de Mario, una y otra vez.
Nicolás, quien siempre fue una persona de fe y practicante de la religión evangélica, le pidió a Dios que su hijo saliera adelante.
“Una noche estaba devastado y oré para que mi hijo saliera adelante. Estaba solo, en la sala de espera, y alguien me susurró al oído que iba a estar todo bien. Para mí, fue un ángel”, describe el hombre conmovido.
A los dos meses exactos del accidente, Mario despertó del coma. Y empezó a transitar una larga rehabilitación en la clínica del médico Rodolfo Castillo Morales, de barrio Güemes, para hacer la reeducación y rehabilitación neurológica.
“A los cuatro meses, Mario recuperó el habla a pesar del panorama desolador. Como no voy a creer que Dios nos ayudó”, dice el padre del muchacho.
En 2005, Castillo Morales declaró en la prensa: “Creo que hay cosas que no tienen explicación. Mario tiene su centro del lenguaje dañado por un traumatismo severo, la visión bloqueada; así que la pregunta es cómo puede ahora hablar y ver”.
Los medios lo apodaron “el chico del milagro”. Mario fue teniendo una larga recuperación y avances significativos, hasta el día de hoy. A los 34 años, aún sigue con sus terapias y toma dos medicamentos por día.
Entre sus sueños a corto plazo, hay uno que lo entusiasma en particular: abrir un comedor, un espacio para ayudar a otros.
“Hoy estoy bien, trato de no bajar los brazos. Sé que Dios está conmigo y me acompaña”, dice a La Voz. Y agrega: “Me duele ver a personas que no tienen para comer y que están revolviendo los tachos de basura. Por eso, la idea del comedor es para ayudar a personas en situación de calle”.
Por el momento, la familia Almonacid busca un espacio físico para poder avanzar en ese sueño que entusiasma a su hijo mayor.
Terminar la “secu”, ser utilero de la “T” y conocer a Tinelli
Otro de los pendientes que tiene Mario a los 34 es terminar el colegio secundario. Cuando se accidentó, en 2005, cursaba tercer año.
“Enfrente de mi casa tengo el Ipem Nº 312 Dalmacio Vélez Sarsfield. Me gustaría concluir mis estudios ahí, pero para eso necesito que la obra social me cubra un acompañante terapeútico que necesito para asistir a clases”, describe el joven. Y añade: “Hoy no tengo esa ayuda. Tampoco el transporte para ir a mis terapias”.
Además del comedor y de terminar la “secu”, a Mario le gustaría ser utilero del club de sus amores: Talleres de Córdoba.
“Conozco al equipo. Me inscribí para ser utilero. Pienso que para poder lograrlo, hay que ‘poner huevo’, como decimos en Córdoba”, cuenta risueño y concluye: “También quiero conocer a Marcelo Hugo Tinelli”.
Cómo colaborar con Mario para concretar su sueño del comedor
Las personas que quieran colaborar en la concreción del comedor pueden ponerse en contacto con la familia Almonacid, a través del siguiente correo electrónico: mario.almonacid2016@gmail.com.
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