Entre el lunes y el miércoles pasados, el dólar oficial subió un 11% respecto del valor previo, aunque luego se replegó, dejando como saldo una devaluación efectiva del 6,4%. Sin embargo, el primer salto fue el que se trasladó con fuerza, y casi sin filtro, a los precios de los llamados insumos difundidos: aquellos materiales que se utilizan transversalmente en múltiples sectores productivos, como el acero, el aluminio, el vidrio, los plásticos, los cementos, entre otros.
En particular, productos vinculados con la construcción registraron subas de hasta el 12,3%. Tal fue el caso de la multinacional Saint Gobain, que aumentó precios de varias de sus marcas insignia.
Por ejemplo, las membranas asfálticas subieron 12,3%, los sellametales 11,4%, los hidrófugos 5% y las membranas líquidas 3%. Los perfiles para construcción en seco no se quedaron atrás y treparon hasta el 10%.
“Hay un lote de 10 a 15 proveedores que siempre hacen lo mismo”, se quejó un fuerte comercializador de materiales para la construcción. “Las cosas que subieron de precio, después no bajaron, en un contexto de demanda muy tranquilo”, explicó.
Otros materiales, como el cemento, no mostraron movimientos tras la última devaluación. “Ya habían aumentado 3,5% en febrero y otro tanto en marzo”, comentó un productor de hormigón elaborado.
Cabe recordar que el Gobierno nacional había autorizado en marzo la importación de cemento y eliminado testeos para las pinturas importadas, en un intento por contener precios. Aún no se sabe cuánto se importó efectivamente.
Lo cierto es que los materiales para la construcción ya venían en alza desde antes. En el primer trimestre de 2025 acumularon un incremento del 6,9%. A eso se suman subas más recientes en ítems como la yesería (12,6%), artefactos sanitarios (casi 6%) y materiales eléctricos (6,6%).
En el caso del hierro redondo para obra, apenas se conoció la devaluación, los aumentos alcanzaron el 10%, pero con la baja posterior del dólar, la suba se corrigió a un 5%.
En otros sectores, como el caucho y el plástico, las listas de precios se ajustaron rápidamente un 10% y no hubo señales de reversión. Según fuentes de la industria cordobesa, los proveedores advirtieron que todo lo dolarizado corre con el tipo de cambio oficial y que los movimientos son automáticos.
Ramón Ramírez, titular de la comisión autopartista de la Cámara de Industriales Metalúrgicos y de Componentes, explicó que ese impacto cambiario, cercano al 11% en el caso de metales, aceros y aluminios, es muy difícil de trasladar. “La industria terminal no acepta ajustes fuera de los contratos pactados. Y si a eso le sumás la incidencia de la estructura de costos, se vuelve una carga doble”, señaló. Solo los autopartistas con componentes exportables tienen cierto margen para amortiguar el golpe.
Desde el lado Pyme, la situación es todavía más compleja. Un industrial del rubro alimentario compartió su experiencia: “Se escuchan muchas barbaridades, como que la industria ya tenía asumido un dólar más alto. ¿Quién puede creer eso en medio de una demanda que cayó 30% en alimentos de alta rotación?”, se preguntó.
La estrategia de muchas empresas fue absorber aumentos para no perder más ventas. “Ni siquiera se podían calcular los costos en tiempos de inflación espiralada. Pero el último año cambió: la demanda se contrajo y los precios quedaron atrapados”.
A eso se suma la presión fiscal y tarifaria. “Rentas y la Muni de Córdoba nos multiplicaron los impuestos por cinco. La luz, por diez. Es una locura”, graficó. Aseguró también que, en su caso, no actualizó precios entre julio de 2024 y abril de 2025. “Sin embargo, los supermercados siguieron tocando los precios al público. Después dicen que no aceptan listas con aumentos desmedidos. ¿Quién está desfasado entonces?”, cuestionó.
Otro industrial del sector alimentario, con una empresa de mayor tamaño, planteó una pregunta que resume la sensación generalizada: “Supongamos que bajen los precios del gasoil, ¿qué transportista va a salir a bajarte las tarifas?”.