La ola aperturista de la economía implementada por el gobierno de Javier Milei, “que rápidamente eliminó las regulaciones comerciales de una de las economías más cerradas del mundo” tiene un impacto en el entramado productivo y el empleo “que pone en riesgo 430 mil puestos de trabajo”. Así lo plantea un informe publicado por los investigadores Leonardo Park, Matías Gutman, Nadia Schuffer, Belén Bentivegna y Santiago Capobianco, del centro de estudios Fundar.
Para los autores, la situación se agrava porque no se visualiza “una estrategia de transición para los trabajadores afectados”. “¿Era esta la única forma de insertarnos en el mundo?”, se pregunta el estudio.
Las respuestas en redes sociales a las conclusiones del informe fueron contra la idea de que existiría “un buen momento para abrir la economía”. Que salir de otro cepo, el de las regulaciones de una economía cerrada en sí misma, obliga a una fuerte mutación de las actividades económicas.
Se adivina, en torno de este punto, otra fuerte grieta en el debate de los asuntos públicos argentinos.
Sin desmerecer la legitimidad del planteo por los costos de la apertura a importaciones en sectores como el textil o el alimenticio, en los insumos que tienen impacto en la economía circular hay un aspecto adicional que lo hace esencialmente diferente, porque existe un factor que es un costo invisibilizado, que es el ambiental. Esto no es gratuito porque, como suele repetir el propio presidente Javier Milei, nada es gratis: alguien lo paga.
Quien paga el costo de destruir el reciclaje son los propios consumidores, en calidad de vecinos de las grandes ciudades, con las facturas de servicios por la recolección y el enterramiento de residuos, una externalización de una responsabilidad que es de quien pone en el mercado un producto con un residuo futuro en calidad de envase o embalaje y que es subsidiado por la comunidad.
No hace falta ser un ambientalista radical para ver que hay un daño inmenso en destruir el avance logrado en la incorporación del reciclaje en las cadenas de valor de las empresas. Basta con hacer bien los números y ver que es un mal negocio para todos los argentinos.