Villa General Belgrano. Carlos tiene asistencia perfecta en el gimnasio: ejercita su rutina cada martes, jueves y sábado de 10 a 12.30. Levanta 95 kilos de pesas en el banco, mientras en su cabeza planifica los torneos que disputará este año. Con ayuda de un soporte, Heidi carga su kayak de competición sobre su auto. Enfundada en un salvavidas, disfruta dos veces a la semana del sabor de la nada, remando en el lago Los Molinos. Hasta acá, nada fuera de lo común. Salvo por el detalle de que el hombre acaba de cumplir 83 años y la mujer suma 75. Lejos están de encajar en los estereotipos de mauores retirados a una vida pasiva, que cuidan de sus nietos en la plaza o se pasan horas tejiendo al calor de una estufa hogareña.
Hasta los 90
En el gimnasio Oxi Gym ya todos conocen a Carlos Porta (83), quien llega puntual, tres veces por semana, a realizar su rutina. Se coloca cinturón protector más muñequeras. Y arranca.
"Esto de hacer fuerza y estar en forma es algo que llevo en el alma desde los 12 años", cuenta Carlos, haciendo una pausa entre pesa y pesa. A los 17 conoció, a través de las revistas, "a un tal Charles Atlas", ícono ungido como el portador del mejor físico del mundo en su tiempo. A los 20 comenzó a hacer pesas, actividad que con pequeñas interrupciones por trabajo o urgencias familiares, nunca más abandonó. "Antes no había tantos gimnasios como ahora", subraya. Carlos era matricero. Trabajaba en una fábrica en Buenos Aires hasta que, al jubilarse hace 13 años, se radicó en Villa General Belgrano, donde vive con su esposa. Tiene una hija y tres nietas, que junto con su yerno también se mudaron al valle de Calamuchita. Después de un largo tiempo sin hacerlo, a los 63, además de practicar volvió a competir, por sugerencia de un amigo. Desde ese momento, no faltó a ningún torneo argentino ni sudamericano y tiene previsto el año próximo participar de un Mundial que se organizará en la cordobesa Villa María. Cada vez que su mujer le pregunta hasta cuándo seguirá, Carlos va prorrogando su retiro. "Les había dicho a los 80, pero ya los pasé. Ahora les digo hasta los 90. Pienso seguir tranquilo hasta esa edad", apunta convencido. "Tengo algunos dolores de hombro, pero veo que a todos les duele, hasta a los más jóvenes", compara. Además, recuerda que tiempo atrás sufrió una lesión en un tendón del hombro y alguien le recomendó ir al gimnasio, "pero sólo a cebar mates". Poco caso le hizo. Su especialidad es el "press de banca", un clásico de los ejercicios de fuerza. Acostado sobre un banco, levanta el mayor peso que pueda. Dice ostentar el récord mundial en su categoría: 95 kilos. Carlos precisa que el campeón europeo de su edad apenas levanta 50 kilos. Hoy, es el único participante en su categoría (de 80 a 85 años), por lo que compite con sus propias marcas. Complementa el ejercicio con una dieta específica y comida saludable. Nunca toma gaseosas. A la actividad física y a una buena alimentación el hombre agrega dos recomendaciones para una buena vejez: rodearse de gente joven y sonreír.
Remando
“Claro, también tejo al croché”, aclara sonriendo Heidi Duster (75). Pero lo suyo, decididamente, es la vida al aire libre. Y mejor, sobre el agua. La mujer nacida al sur de Berlín (Alemania) y habituada a remontar “aguas blancas” en ríos europeos, sigue despuntando la actividad, ahora en una etapa más calma en el cordobés lago Los Molinos.
Carga sola uno de sus kayaks competitivos, dos veces por semana, y disfruta tanto de remar en el lago planchado como de las olas y el viento. También sale a caminar a diario junto a sus perros Anka y Yako. Divorciada, madre de tres hijos y abuela de cinco nietos, juega con que, en realidad, su mayor esfuerzo físico lo pone en cuidar su bonito jardín. “El jardinero viene a cortar el pasto los meses de verano, el resto lo hago yo, hasta usar la sierra para podar. También mantengo la pileta. Con eso, no hace falta ir al gimnasio”, bromea. Heidi derrocha vitalidad: entre otras varias actividades, integra el coro alemán local y toca el acordeón. Trabajaba como secretaria ejecutiva en su país natal y en Buenos Aires luego, adonde emigró hace más de medio siglo. Una década atrás eligió mudarse a Villa General Belgrano. Vestida con remera deportiva, calza corta y sandalias, cuenta en detalle anécdotas de su pasado remando en ríos, con adrenalina y riesgos. Ahora, haga frío o calor, disfruta de la mansedumbre del lago serrano, a un puñado de kilómetros de su casa. En su juventud practicó varios deportes. A los 50, cuando muchos los dejan, ella sólo varió: comenzó a incursionar en el kayakismo. Es una prueba viviente de que “nunca es tarde” para empezar. “Primero hay que hacer una revisación médica y en lo posible buscar un entrenador para aprender. Y es clave no exigir de más al cuerpo”, recomienda.
