La tecnología llegó a nuestras vidas y simplificó muchas de las tareas que realizamos en nuestro día a día. Pero, ¿qué pasa con los adultos mayores que tuvieron que adaptarse de la noche a la mañana a un mundo totalmente digitalizado?
Algunos lograron aggiornarse bien y sacar provecho de sus beneficios, otros viven con la mínima presencia tecnológica indispensable: WhatsApp, para comunicarse con su entorno familiar y de amigos y amigas. En el otro extremo están los que ni siquiera cuentan con un celular.
En un mundo totalmente digitalizado donde el reloj no para, resulta necesario que aprendan a usar las tecnologías para que no queden excluidos del sistema.
La clave es el acompañamiento
Para cualquier persona puede ser difícil aprender e involucrarse con la tecnología de forma completamente intuitiva y, esto, es aún más complicado para los adultos mayores.
Acá es cuando se vuelve necesario un sostén, alguien que acompañe este proceso. Sol Rodríguez, gerontóloga y comunicadora, resalta la importancia de esto: “Cuando uno aprende solo, tiene miedo. En cambio, cuando lo hace con pares o personas que están dispuestas a tener paciencia, es diferente. A veces, las personas mayores que intentan aprender desde la soledad de su casa y desde la ignorancia, creen que el problema son ellas, que no aprenden porque son mayores, porque están fuera de los tiempos o porque no son nativos digitales. Pero en realidad lo importante es que a toda esta transición al mundo digital la tienen que hacer acompañados”.
En la mayoría de los casos, el uso del celular por parte de los adultos mayores apareció como una necesidad casi obligada. Sus hijos, aunque no sean nativos digitales, manejan con mayor facilidad las tecnologías, y empezaron a ocupar un nuevo rol como “profesores” de la digitalización.
A partir de la pandemia, cuando se volvió realmente necesario el uso de tecnologías para realizar algunos trámites, Cecilia comenzó a enseñarle a sus padres de 79 y 75 años. Para ella, el celular ahora es una herramienta importante para estar en contacto y tener un mayor acercamiento con ellos.
“Como hijo uno ve que les cuesta mucho adaptarse a las tecnologías. Es un proceso lento en el cual hay que tener mucha paciencia que tenés que construir”, dice. En el caso de sus progenitores, nota que cuando se dan cuenta de que pueden avanzar en pequeñas cosas, se sienten orgullosos y más acomodados en la realidad de hoy en día. De lo contrario, sienten que van perdiendo lugar en este mundo digitalizado.
Cuando Gustavo empezó a ayudar a su madre con las tecnologías ella tenía 55 años. Aunque el proceso fue largo y tuvo sus altibajos, antes de su fallecimiento a los 73, la mujer llegó a manejar muy bien varias herramientas: se comunicaba por WhatsApp, Facebook, hacía compras, manejaba su dinero de manera virtual y más.
“Es necesario tener la paciencia para explicarles cuestiones que para nosotros quizás parecen básicas e intuitivas, pero para ellos no lo son. Hay que ir traduciendo esas cosas que uno tiene muy aprendidas para poder manejar un mismo lenguaje. Acá la clave es la paciencia, eso creo que es lo más difícil”, dice Gustavo.
Nora tiene 91 años y hace más o menos 15 comenzó a aprender a utilizar la computadora para hacer búsquedas en la web y usar juegos online. Unos años más tarde, cuando surgió la necesidad de la comunicación vía celular, su hija Paula le compró uno marca Coradir, especialmente pensado para adultos mayores.
Ahora, se comunica vía WhatsApp, usa Facebook e Instagram y además, sabe como acceder a plataformas audiovisuales. Este proceso no hubiera sido posible sin sus hijas y nietos que siempre estuvieron a disposición y entendieron que la vía para la inclusión, es la paciencia.
Inclusión digital
A veces, los adultos mayores no tienen familiares que ocupen este lugar o simplemente sus hijos no tienen tiempo suficiente para hacerlo. ¿A qué recurren entonces para poder aprender?
Un punto clave en este tema es despojarse de las representaciones sociales o prejuicios que hay sobre los adultos mayores y pensar en ellos como personas capaces y autosuficientes. En relación al aprendizaje para el uso de tecnologías, Rodríguez explica: “Hay que entender que las personas tenemos la capacidad y el derecho de aprender a lo largo de la vida y que la neurociencia ha comprobado que somos neuroplásticos, que nuestro cerebro se puede ir adaptando también a nuevas formas de pensar. Entonces, si hay personas mayores que no se involucran en el mundo digital es porque no quieren y no porque no puedan”.
Partiendo de esta idea, el espacio El Illia es una de las tantas instituciones en la ciudad de Córdoba que ofrece propuestas gratuitas socioculturales y recreativas orientadas a este grupo etario, que buscan fomentar su bienestar psicológico y social. Luis Ortiz, su coordinador, remarca que principalmente trabajan para establecer redes de contención para esta población.
Desde El Illia promueven la inclusión digital a través de cursos que van desde el uso básico general del celular o la computadora, y se extienden hacia cuestiones más específicas como el uso de WhatsApp o aplicaciones recreativas.
“La razón por la cual incorporamos talleres relacionados a las TICS (Tecnologías de la Información y la Comunicación) es para que los adultos mayores no queden afuera del sistema porque lamentable o fortuitamente ya el celular y la computadora forman parte de nuestras vidas. Hoy en día no creo que ninguna persona no tenga un celular, entonces básicamente es para que aprendan y estén conectados. Eso es muy importante”, explica Ortiz.
Nelia Del Valle Tapia, alias “Pampita”, como todo el mundo la llama en El Illia, tiene 77 años y describe este espacio, al que asiste hace ocho años, como “su lugar en el mundo, su medicina diaria”. Además de participar en computación avanzada, está completando el nivel secundario, en el que ya está cursando el segundo año. “Me encanta la tecnología, por eso me metí a aprender. Me gusta interactuar a través de la computadora o el celular”, cuenta.
“Pampita” entiende que es clave que existan espacios como El Illia para que los adultos mayores puedan ser incluidos. “Es muy interesante, a nosotros nos gusta aprender y efectivamente aprendemos”, dice. Además, asegura que los profesores son muy pacientes: “Acá somos todos adultos mayores, así que nos tienen que tener un poco de paciencia. Hay cosas que no entendemos, pero nos explican bien, vamos paso a paso. Ellos están al servicio del adulto mayor”.
Patricia Alejo tiene 75 años y hace 20 que hace talleres y actividades en el mismo lugar. Dice que a veces los hijos o nietos de los adultos mayores están ocupados, por lo que muchas veces no pueden asistirlos en el uso de las tecnologías y ahí es donde entra El Illia, un espacio que tiene profesores capacitados que les enseñan con paciencia y dedicación.
Patricia cuenta que a esta altura, el manejo del celular y la computadora ya lo tiene incorporado. Insiste en que si los adultos mayores quieren moverse en este nuevo mundo digitalizado, deben aprender sobre tecnología y avanzar al compás.
En este sentido, Rodríguez resalta la importancia de ser flexibles en esta transición: “A medida que envejecemos tenemos que ser cada vez más flexibles. Esto nos va a permitir ir adaptándonos a los cambios que si bien interpelan, molestan o incomodan, tenemos que naturalizarlos porque son lo único seguro y permanente en la vida”.