La casa de Alberto Rossa está en el medio del populoso barrio Sha Tin, en la enorme Hong Kong, una de las dos regiones administrativas especiales de China. Alberto es cordobés y es sacerdote católico. Nació hace 79 años en Calchín y, con orgullo afirma que es pariente lejano del astro del fútbol mundial, Julián Álvarez, también de ese pueblito del departamento Río Segundo, en el llano cordobés.
El sol de la mañana trepa entre los edificios y la montaña verde de árboles que en cada rama muestran la fuerza que la naturaleza aporta al reino vegetal en esta parte del globo, muy lejos de Argentina.
El calor es agobiante para cualquier viajero, pero es algo normal para los locales que tienen sus propios trucos para afrontarlo. Hay mucho para ver en el camino hacia la casa del cura, entre departamentos que son bastante amplios en comparación con las casas jaula que pululan en todo Hong Kong, una de las ciudades más superpobladas del mundo.
Un pequeño altar budista vigila el paso de los transeúntes bajo la sombra de un árbol añoso. Unos metros más adelante, está la casa del cura cordobés que perdió su acento pero no el aire campechano de los gringos de la pampa húmeda argentina.
En 1971, su vocación religiosa le ganó la pulseada a las atajadas que lo habían convertido en uno de los mejores arqueros de la universidad estadounidense en la que estudió teología.
Y de Alberto pasó a ser “el padre Rossa”, miembro de la congregación de los Misioneros Claretianos.
Tras cinco años de tarea pastoral en Córdoba, lo enviaron a Filipinas, donde estuvo 27 años.
Hoy, con 53 de sacerdocio, vive con pasión la misión que le toca llevar adelante en China: editar biblias y libros con el mensaje de la Iglesia Católica para toda Asia.
El padre Rossa pasará a la historia como el editor que más ejemplares de La Biblia imprimió para China en los últimos 60 años. Es un montón, en lugares donde el catolicismo es minoría.
“Estamos preparando una edición más ligera, sin comentarios, pero con tecnología para agregar contenido interactivo”, cuenta el cura cordobés que ya vivió más de la mitad de su vida en Asia. “Incluimos códigos QR que llevan al lector a contenido adicional, como mapas, vídeos y comentarios”, dice con total conocimiento de causa.
La odisea de editar La Biblia en chino
- ¿Qué lo trajo a Hong Kong?
-Vivo en Hong Kong desde hace nueve años, después de haber pasado diez años en Macao y 27 en Filipinas. Toda mi vida misionera ha girado en torno a la evangelización y la edición de libros religiosos, y Hong Kong me ha permitido estar en contacto directo con la Iglesia en China. Aquí tenemos la misión de publicar y distribuir material católico en toda Asia, aunque con muchas limitaciones por la situación política en China.
-¿Cómo surgió la idea de comenzar a introducir biblias y libros religiosos en China?
-Desde mis primeros años en Filipinas, noté que había una gran necesidad de material religioso adaptado a las realidades locales. No había suficientes libros para la formación religiosa, y los pocos que llegaban eran muy teóricos, pensados para una fe más intelectual que la que teníamos ahí, donde la gente tenía “poca comida y mucha fe”, como solemos decir. Comencé a trabajar en publicaciones propias y, más tarde, me lancé con la traducción de La Biblia. Fue una labor que requería paciencia y creatividad. En China, también he trabajado en la traducción al chino moderno, algo que lleva casi 20 años y que, finalmente, está en etapa de finalización.
-¿Cuáles han sido los mayores desafíos para publicar la Biblia en China?
-Publicar material religioso en China no es nada fácil, como puedes imaginar. Es un proceso que lleva mucho tiempo y exige mucha diplomacia. Debí reunirme con autoridades en Beijing, con el funcionario encargado de la Iglesia Católica en China. Por suerte, logramos un acuerdo: ellos revisaban el material y, si cumplía con las condiciones, podía ser publicado. Eso sí, como extranjero no puedo distribuir directamente; debo hacerlo a través de una editorial china autorizada. Pero, después de años de trabajo, logramos permisos para publicar, y eso ha sido un gran avance.
-¿Qué diferencia hay entre esta edición y la única Biblia católica disponible en el país?
-La Biblia católica anterior en chino tiene más de 65 años y está escrita en un chino que ya no se habla, por lo que resulta difícil de entender para las nuevas generaciones. Esta nueva versión es una traducción directa de los textos originales, con comentarios, guías de oración y citas paralelas. Queremos que un joven de 15 años pueda comprenderla sin dificultad. El Nuevo Testamento ya está listo y distribuido, y estamos terminando el Antiguo-Testamento, lo que llevará la Biblia completa a 4.000 páginas. Y estamos preparando una edición más ligera, sin comentarios, pero con tecnología para agregar contenido interactivo. Incluimos códigos QR que lleven al lector a contenido adicional, como mapas, vídeos y comentarios. Así, la gente puede leer el texto y profundizar en los temas cuando lo desee. Este sistema también nos permite actualizar y agregar nuevo material a medida que avanzamos.
“Soy feliz en donde me ponga el Señor "
Un matrimonio que le ayuda al padre con las tareas de la casa se acerca a saludarlo cuando nos recibe en la puerta. El padre Rossa cumplió 50 años de sacerdocio hace poco y su congregación editó un libro especial para celebrar ese aniversario.
El cordobés es una especie de celebridad para los curas que, de todos los países, llegan como misioneros a Asia. Entre ellos, es un referente, un modelo a seguir.
En Hong Kong, los claretianos están al frente de la edición de un periódico católico que llega a todas las parroquias de una de las ciudades más pobladas del mundo, donde parece haber un rejuvenecimiento de la fe.
En la casa hay ejemplares de libros nuevos apilados, listos para salir a la caza de nuevos lectores. Están en chino y en inglés, casi todos. También los hay en español y en otros idiomas, con alta calidad de impresión y de imágenes.
Rossa cuenta que su padre le dio su apoyo cuando decidió ser sacerdote. “Nosotros siempre fuimos pobres, pero mi papá nos dejó libertad para que cada uno siguiéramos nuestro camino, su vocación”, destaca.
Era buen arquero y cuando estudiaba en la Catholic University of America, en Washington (Estados Unidos), ocupaba ese puesto en el equipo. “Ese año salí elegido como el mejor portero del país. Tenía más diplomas en fútbol que en teología. Cuando mandaba fotos de los periódicos a mi superior, un día me contestó: ‘Alberto, ¿quieres ser sacerdote o futbolista?’. Fue una hermosa experiencia. Pero elegí ser sacerdote”, asegura el gringo de Calchín, que en Córdoba tiene a dos hermanos.
El mundo como hogar
-¿Extraña algo de Argentina?
-Extraño algunos momentos en Córdoba, aunque estuve allí poco, entre 1971 y 1976, trabajando con universitarios. Fue una época de formación espiritual y de retiros; creamos una comunidad muy unida. Algunos de esos jóvenes, que ahora son abuelos, todavía están en contacto conmigo a través de WhatsApp. Son recuerdos especiales, pero para nosotros, los misioneros, el hogar está donde se nos necesita. Aquí estoy feliz porque estoy cumpliendo mi misión. Para nosotros, no hay fronteras. Somos misioneros del mundo. Mi felicidad está en hacer la voluntad de Dios y servir a los demás donde sea que Él me necesite.
-¿De dónde saca energía para seguir a los 79 trabajando todos los días como si tuviera 50?
-Mi fuerza proviene de la Palabra de Dios. La idea que la gente tiene de un cura en una parroquia es solo una pequeña parte. La labor misionera es más grande; es un compromiso con el mundo. A través de las publicaciones, llegamos a lugares y a gente a la que quizá nunca conoceremos en persona. También tenemos un trabajo muy fuerte en Internet: ya hemos producido más de 2.500 vídeos en varios idiomas.