–¿Cuándo se jodió la Argentina?
–En lo institucional, el golpe de 1930 fue un hecho grave y lamentable. Marcó el inicio de nuestra historia de recurrentes golpes de Estado que violaban el orden constitucional.
–¿Existen los “econochantas” de los que tanto habla Milei?
–Creo que es un calificativo torpe y vulgar, como muchos que utiliza el Presidente para descalificar a sus críticos sin exponer argumentos.
–¿Qué tipo de economista sos?
–Soy de los que creen que la economía es un territorio de opiniones. No es una ciencia natural, es una ciencia social.
–¿Cómo fue que los economistas argentinos pasaron a ser tratados como meteorólogos u oráculos del día a día?
–Eso ocurre en varios países. A medida que la disciplina avanzó hacia un proceso de creciente formalización matemática, la construcción de modelos que frecuentemente naturalizan las relaciones sociales llevó a la pretensión de hacer profecías infalibles.
–Escribiste dos libros sobre la historia del pensamiento económico. ¿Dónde está parada la Argentina ahora?
–En nuestro país se habla mucho de economía. Se hacen pronósticos como si se conociera el futuro, y hay quienes citan autores que no han leído adecuadamente.
–¿Cómo ves este plan “Viva-La-Libertad-Carajo”?
–Creo que es un programa de estabilización ortodoxo, con un ajuste fiscal más severo que otros anteriores. Planes similares se han aplicado en el pasado.
–¿Cuál dirías que es su máximo acierto?
–Contribuir a que la sociedad asuma que es importante la prudencia fiscal y el orden monetario.
–¿Cuáles señalarías como sus puntos más débiles?
–Como siempre ocurre con los planes de “ajuste”, la contracción económica y la caída del poder de compra hacen dudar sobre su sustentabilidad en el tiempo. El programa no incluye una mirada sobre la economía real y sólo enfatiza lo monetario y financiero. No logra, al menos hasta ahora, superar los problemas del sector externo.
–¿Llega sin retoques a las elecciones del 2025?
–Sería saludable que se ocuparan de resolver el problema de sector externo. Mientras no se recupere el nivel de reservas internacionales, parece difícil que la economía inicie un proceso de recuperación y crecimiento.
–Milei cree que el problema argentino de fondo es económico, no cultural ni institucional. ¿Compartís esa mirada?
–No. Una mirada reduccionista del problema social no creo que explique el drama de nuestra realidad.
–Es imposible entender a Milei sin su contexto histórico. ¿Habría surgido un Milei si Argentina no hubiera tenido déficit fiscal financiero en 113 de los últimos 123 años?
–Si no hubiera habido un fracaso de las expresiones políticas, torpezas de las políticas económicas y comportamientos contradictorios de la sociedad, no podría haber accedido a la presidencia alguien que se autopercibe como un outsider.
–¿Creés que es el presidente pos-1983 que mejor entiende la economía?
–Debería serlo, por su formación profesional. No estoy seguro de que lo sea.
–¿Cuál fue nuestro presidente democrático con peor entendimiento de la economía?
–Creo que fue Duhalde, porque tomó decisiones sin comprender sus consecuencias.
–¿Por qué los argentinos se olvidaron de que Belgrano, además, fue un gran economista?
–Básicamente porque valoramos su gesta revolucionaria y porque se lo asocia básicamente al nacimiento de nuestra bandera.
–¿Cuáles fueron sus ideas económicas más destacadas?
–Belgrano tenía una posición influenciada por las ideas del liberalismo. Fue traductor de obras de Francois Quesnay, fundador de la Fisiocracia (escuela francesa de mediados del siglo XVIII). También le influyeron las ideas de la Escuela Clásica, fundada por Adam Smith (a fines del siglo XVIII), pero no fue un liberal extremo. Su “eclecticismo” se explica porque la realidad que vivía en el virreinato del Río de la Plata era, a diferencia de la Inglaterra de su época, una estructura aún precapitalista, dependiente de una economía también relativamente atrasada, como era el Reino de España.
–Además de ser académico, llevás muchos años como columnista y a veces conductor de un programa de televisión. ¿Qué aprendió el economista de estar tanto tiempo en la tele?
–Que para un economista sería saludable una dosis importante de modestia al emitir juicios y prudencia en las predicciones.
–Este año te dieron el premio Jerónimo por ser un gran académico. ¿Para qué sirve?
–Como todos los reconocimientos, para sentirlo como una distinción, dar alegría y probablemente también para alimentar el ego.
–Hablando de ego: has dado clases en La Sorbona.
–He sido miembro de la Sociedad Europea de Historia del Pensamiento, que organiza un congreso todos los años. Eso me permite presentar papers, que si son aprobados por el comité científico, luego los presentás en charlas, cada año en una universidad distinta. Lo hice en La Sorbona Panteón, en Roma, en la Complutense de Madrid, en Bolonia, en Sofía, etcétera.
–¿Conocés otros países que estén tan pendientes de la economía como la Argentina?
–La verdad es que no conozco otro país donde se hable tanto de economía.
–Alguna vez consideraste irte a vivir a Europa. ¿Por qué finalmente no lo hiciste?
–Dos veces en mi vida. La primera vez, desistimos porque mi mujer, que era médica, comenzó una residencia en el hospital Infantil. La segunda oportunidad, en 1982, pensamos en irnos porque un colega peronista me dijo que iban a ganar la elección del año siguiente. Pensaban echar a algunos docentes y yo estaba en una lista de los “elegidos”. Finalmente Alfonsín ganó la elección y obviamente ya no necesité irme, ni yo ni nadie.
–Fuiste senador provincial, concejal, funcionario de Gobierno. ¿En qué cambió tu mirada el paso por la función pública?
–Esas experiencias me hicieron ser más “benevolente” para juzgar a nuestros gobernantes y políticos. Comprender las limitaciones y las restricciones que se enfrentan y advertir que las responsabilidades por nuestros fracasos también incluyen a otros agentes sociales.
–¿El cordobesismo deja a Córdoba mejor o peor que como la encontró?
–Eso depende de la definición de cordobesismo, es decir ¿cuándo empezó? ¿Ya terminó? Creo que es bueno intentar vivir sin ser “guiados” desde Buenos Aires, aunque a veces forma parte de un discurso oportunista.
–¿Qué quedó de tu formación en un colegio franciscano?
–Creo que, además de los conocimientos escolares, cierta preocupación por lo que le sucede a los ciudadanos más vulnerables de la sociedad, a esos que a veces parecen invisibles.
–Llegaste a Córdoba a los 16 años. ¿Quién eras en aquel momento?
–Me parece que no sabía muy bien quién era, pero me enamoré de Córdoba y de nuestra facultad; y creo que aún estoy enamorado.
–Sos hijo de un imprentero.
–Mi padre fue un gran hombre. Me inculcó dos valores que en su vida lo guiaron: contracción al trabajo y honestidad. Logró su sueño: sin haber accedido ni él ni mi madre a la educación superior, sus dos hijos pudieron obtener un título universitario (mi hermana, en la Facultad de Ciencias Químicas).
–Habrás recorrido pensiones de estudiantes en aquellos días…
–Si, viví en tres pensiones. Y después en un departamento compartido. Hoy los estudiantes viven otras realidades.
–¿Te quedaron amigos de aquellas experiencias?
–No muchos, la mayoría partió hacia otras ciudades después de egresar de sus carreras.
–¿Cómo era la Córdoba que te recibió?
–Una ciudad progresista, con un sector industrial importante, una Universidad extraordinaria y sectores de esa sociedad capaces de confrontar contra las expresiones autoritarias en el gobierno. En mayo del ‘69, mi primer año en Córdoba, el Cordobazo terminó con el sueño de eternizarse en el poder de la dictadura que había derrocado a ese gran presidente que fue don Arturo Illia.
–¿Por qué estudiaste ciencias económicas?
–Frente a mi casa, en Río Cuarto, había una biblioteca popular y un día llegó un libro que me llamó la atención. Era un ejemplar del Curso de economía moderna, de Paul Samuelson. Me resultó tan interesante que inclinó mi elección hacia la economía, que por entonces competía en mis preferencias con las matemáticas.
–¿Qué aprendiste en la pandemia?
–Confirmé la fragilidad o la precariedad de nuestras sociedades.
–¿Qué fue lo último que te hizo llorar?
–La muerte de Isabella, una nieta hermosa a la que el cáncer se llevó siendo una niña.
–¿Qué podría aprender de vos un chico de 17 años?
–En primer lugar, que hay que tratar de ser una buena persona.
–¿Los economistas van al Cielo?
–¿Dónde queda?
–¿Cuál es el sentido de la vida?
–La vida es algo así como un viaje, hay que tratar de obrar de la mejor manera posible, disfrutar en todas las estaciones y lograr que al llegar a la última de ellas nuestros afectos nos recuerden con cariño.
–¿Creés en algún tipo de dios?
–Soy agnóstico, con una sana envidia por quienes creen. Si Dios existiera, tengo muchos reclamos que hacerle por las cosas que pasan, pero también muchos agradecimientos que darle por la vida que he tenido.
El profesor de Alto Verde
Esta semana, Alfredo Blanco fue designado profesor consulto por el Consejo Superior de la UNC. Ya no da clases de grado, aunque sigue siendo profesor online en un máster de la Universidad Adolfo Ibáñez, de Chile. Nació en Río Cuarto, vino a estudiar a Córdoba y luego hizo toda su vida en esta ciudad. Se casó con María Elena, su mujer fallecida en 2011, con quien tuvo tres hijos (Soledad, Candelaria y Joaquín). Como estudiante, vivió en tres pensiones, en departamentos, luego anduvo por el Centro, Alto Alberdi, Bajo Palermo y hoy vive en barrio Alto Verde, con su actual esposa, Karina. Tiene seis nietos y se acuerda el nombre de todos: Mora, Lola, Salvador, Bruno, Vito y Anna Francesa. No le gusta leer ficción, prefiere ensayos, sobre todo de economía.