“Un picaflor. Nos vinieron a visitar”. Alicia levanta la vista al cielo en esta mañana fresca en Villa Carlos Paz. Es domingo y faltan pocas horas para que llegue el 11 de marzo y se cumplan 10 años del día que quedó marcado para siempre en su mente y en su corazón.
Es Alicia Villafañe, la mamá de Andrea Castana (35), la joven mujer que fue asesinada el 11 de marzo de 2015 en el Cerro de la Cruz, un hito turístico y religioso de Villa Carlos Paz.
“Por supuesto que sigo creyendo en la gente. Si no creyera, no podría vivir en este mundo”; afirma, muy segura de lo que dice, esta mujer que transmite paz y que recuerda a su hija con la fortaleza que le devuelven las vivencias que atravesaron juntas, en esos 35 años en los que fueron madre, hija y compinches y que hoy siguen expresándose en amor en el legado que dejó Andrea, y en sus dos hijos, entonces niños, hoy ya adolescentes.
Alicia estaba de vacaciones en la costa argentina cuando su hija desapareció en el Cerro de la Cruz en la fatídica siesta del 11 de marzo.
Andrea dejó a sus dos hijos en el colegio que está casi al pie del cerro y emprendió la subida por el sendero principal de este paseo religioso que es un Vía Crucis, con sus correspondientes estaciones.
Andrea fue atacada entre las estaciones 8 y 9 cuando había emprendido el descenso. Según consta en la causa, un hombre la tomó con fuerza y la metió entre los arbustos a una zona que no puede observarse desde del sendero principal y que los lugareños llaman el camino de Los Burros. Allí fue violada y asesinada. Su cuerpo fue encontrado dos días después en medio de una búsqueda frenética en la que participaron muchos vecinos, además de miembros de distintas fuerzas de seguridad.
Alicia llegó desde la Costa Atlántica el día después de la desaparición de Andrea junto a Luis Castana, el padre de Andrea.
“Estábamos de vacaciones. Cuando llegamos con mi exmarido, él fue cambiarse y a buscar una perra de caza que teníamos y participó de la búsqueda. Yo me quede abajo, en la base”; cuenta la mujer, que asegura que le había parecido raro que su hija no se comunicara con ellos.

“No podía creer lo que estaba pasando. Nadie me quería decir hasta la noche que me enteré. Fue un golpe tremendo, un shock. Desde el primer momento sentí que no estaba; que no estaba perdida”, relata Alicia Villafañe.
La madre de Andrea eligió un modo de enfrentar la tragedia que la pusiera en un lugar cercano al bien más preciado de su hija: sus nietos.
“De toda la vida de ella, de todas las cosas que viví con ella, me quedaban esos dos nenes divinos que tenían 6 y 11 años en ese momento”, dice.
“Yo fui para el lado de la tranquilidad, de la armonía, de vivir la vida con mis nietos. Y no perderme nada, ningún momento con ellos”, asevera.
También reconoce que hubo todo un entorno de familia, amigos, allegados y gente que la contuvo y le dio fuerzas para seguir en medio de tanta desolación.
“Supe de gente que empezó a ver la vida de otra manera después de lo que pasó con mi hija. Yo me dediqué de nuevo a trabajar, tuve que mantenerme activa, mantenerme económicamente”, precisa Alicia.

La fe
La causa por el crimen de Andrea Castana tomó nuevo impulso hace dos años. Se logró cotejar el ADN encontrado en su cuerpo con el de una mujer que fue violada en el mismo lugar del Cerro de la Cruz en 2004. La víctima sobrevivió. El cotejo dio un 100 por ciento de coincidencia. También se conoció el testimonio de otras tres mujeres que fueron atacadas y también abusadas en el mismo sitio, entre las estaciones 8 y 9 sobre el Sendero de los Burros.
Con esa prueba, la instrucción de la causa a cargo de Silvana Pen, en la Fiscalía del Segundo Turno, que conduce Ricardo Mazzuchi, envió una muestra de ADN a Estados Unidos ya que el FBI aceptó colaborar en la causa utilizando nuevos métodos de genealogía forense para buscar acorralar al asesino.

“En este momento tengo más fe en que se puede llegar a saber cuál es el nombre de ese famoso ADN; algo que hace 10 años que estamos esperando”, dice Alicia Villafañe. Y agrega: “Vi que le dieron un sentido a la causa y que fueron a buscar lo que se tendría que haber buscado desde el primer día: al dueño del ADN”.
La mujer asegura que desde el primer año de la muerte de su hija había información sobre otros casos de violación en el Cerro de la Cruz a los que no se les dio importancia en el inicio de la investigación.
El presente
Alicia siente que una de las misiones que tiene en este tiempo es trasladarles a sus nietos la mayor cantidad de experiencias que vivió con su hija, para que ellos puedan vivenciarlas y guardarlas en sus corazones.
“Con mis nietos hablamos mucho de ella para que no la olviden y tengan anécdotas de lo que hacía, de cómo nos reíamos, de cómo caminaba, de los que contaba”; cuenta y asegura que una de las cosas que más valora de su presente es verlos crecer.
“Verlos crecer y darme cuenta de cuanta gente buena había alrededor mío. A las marchas (para pedir justicia por Andrea) no faltó nunca nadie. Y tengo que agradecer todo lo bueno que hicieron las amigas de Andrea, Nadia Corzo y Macarena López Salvans, que, gracias a ellas, Andrea estuvo presente siempre”, asegura y suma a otra de las amigas de su hija, Analía Álvarez , quien fue la primera que se acercó a ella cuando la familia se vino a vivir a Carlos Paz.
“Andrea era muy bondadosa, muy solidaria, muy de pensar en el otro. Siempre fue así, de pensar en el otro, hasta que después empezó a vivir un poco por ella”; señala Alicia. Y algo la distrae en el cielo. “Un picaflor. Nos vinieron a visitar. Sí”.
Sin rencor y con esperanza
Sobre el hombre que mató a su hija, Alicia Villafañe dice: “No le tengo bronca a la persona . Al revés, deseo que lo iluminen y que alguna vez diga algo. No debe ser una persona muy limpia, aparentemente es un psicópata. Y nunca le inculqué eso a mis nietos”.
Y sobre la investigación para encontrar al asesino, señala: “Tengo mucha fe en que, a partir del año 11, que empieza este 11 de marzo, tengo confianza de que este año va a ser el último”.