Para el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se trató de un “resultado histórico”. Wopke Hoekstra, comisario de Acción Climática de la Unión Europea, coincidió: “Los que creen en un mundo mejor han ganado”.
Antonio Guterres, secretario General de la ONU, aplaudió lo conseguido y dijo que es “una base” para seguir avanzando.
Representantes alemanes también hicieron notar su optimismo por el acuerdo anunciado por la presidencia de la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP29) que acaba de finalizar en Azerbaiján, y que comprometió a los países desarrollados a financiar anualmente U$S 300 mil millones (290.000 millones de euros) hasta 2035 para apoyar a los países en desarrollo en generar políticas de mitigación y adaptación.
Pero salvo quienes organizaron la cumbre y quienes aportarán los fondos, el resto –ambientalistas y países en desarrollo– no sólo no coincide con las apreciaciones positivas de lo ocurrido, sino que lo rechazó con énfasis.
De la mano de su representante en la COP29, Jasper Inventor, la organización Greenpeace calificó el acuerdo de “decepcionante”. “Este documento no es más que una ilusión óptica, señaló Chandni Raina, la negociadora de India, y dijo que lo firmado es “injusto”. La enviada de Nigeria afirmó que se trató de una “broma” y un “insulto”.
Las principales críticas vienen por el lado del monto pactado, que los países en desarrollo consideran muy escaso para hacer frente a todos los desafíos planteados durante la cumbre, donde se dejó profusa evidencia sobre las graves consecuencias del cambio climático para el planeta. En especial, tras mostrar que la temperatura subirá 2,8° para finales de siglo, o que 10% de la población mundial vive en zonas de profundo estrés hídrico.
Y recordaron que las donantes –las grandes potencias– son las principales emisoras de gases de efecto invernadero.
Además, pese a que se reafirmó el compromiso de abandonar progresivamente los combustibles fósiles, no hubo avances significativos en relación con las metas fijadas en la COP28.
Por otra parte, se omitió la implementación de impuestos a las industrias fósiles, y se permite que estas empresas compren derechos para seguir contaminando a través de los mercados –bonos verdes– de carbono, una medida “compensatoria” que consideran contraproducente.
Retroceso significativo
Ambientalistas de Argentina y de Córdoba coinciden con el rechazo general: “La COP28, en 2023, había terminado con un documento en el que se acordaba reemplazar los combustibles fósiles por energías renovables. Y preveía un importante financiamiento para esta reconversión. La COP29 marcó un retroceso visible”, comienza Cecilia Estrabou, bióloga, profesora de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UNC, y Personalidad Cordobesa 2021.
Estrabou explica que el financiamiento determinado servirá para ayudar a los países en vías de desarrollo a generar políticas para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero, para producir modificaciones para frenar el uso de combustibles fósiles y para adaptarse al calentamiento global.
“Pero, bajo un fuerte lobby de los productores petroleros, se generó desacuerdo en relación con qué países deberían pagar los gastos y con cuál sería el monto: resultó una suma muy inferior a la que esperaban. Porque son los que menos aportan al cambio climático y están sufriendo inundaciones, sequías, olas de calor, tormentas, pérdida de biodiversidad y un aumento del nivel del mar, sin recursos para hacerles frente”, agrega.
Marcelo Cabido, doctor en Ciencias Biológicas (UNC) e investigador del Conicet, dice que los resultados de la COP29 “no son satisfactorios y no representan un avance significativo en la lucha global contra el cambio climático”. El principal argumento: “Un estudio económico publicado durante la COP29 calculaba que la necesidad real de financiación es de 6,3 a 6,7 billones de dólares para 2030, y que sólo los países en desarrollo necesitan entre 2,3 y 2,5 billones. Pero los países desarrollados se opusieron”, señala, para graficar la distancia que existe entre los U$S 300 mil millones logrados y las reales necesidades.
Agrega otros retrocesos de la COP29: “a) Los mercados de carbono (y toda la inmoralidad que puede implicar este mercado); b) la producción de combustibles fósiles, y c) la aplicación de fondos para adaptación al cambio en el clima (especialmente para países afectados directamente por el aumento en el nivel de los océanos), entre otros temas significativos en relación con la emisión de gases de efecto invernadero, no registran avances significativos”.
Argentina, aislada
El retiro de la delegación argentina de la COP29, en Azerbaiján, fue la nota saliente aunque no sorpresiva para un gobierno de un presidente que niega el cambio climático. Pero puede que ese acto tenga consecuencias.
“Primero, es importante saber que las emisiones de Argentina son relativamente bajas en comparación con otros países, pero hay una matriz que depende de combustibles fósiles y de las emisiones (sobre todo de sectores agroindustriales) que propone un fuerte desafío en términos de mitigación”, dice Estrabou.
Segundo, afirma que el retiro argentino de la convención “marca un desprecio por el ambiente y por la supervivencia de los habitantes del planeta y del país frente a las problemáticas que ya está sufriendo Argentina por el cambio climático, y que son muchas”.
La bióloga cree que “por pobres que sean los resultados obtenidos en la COP29, es un foro indispensable para la discusión y acuerdos multilaterales de alto valor, sin los cuales no hay esperanza alguna”.
Y concluye: “Nos aísla en cuanto a posible financiamiento para adaptarse o mitigar el cambio climático, nos aísla en relación con posibles intercambios con otros países respecto de acciones conjuntas, y fundamentalmente afecta la posibilidad de concientizar a la población respecto de este problema y de producir acciones que ayuden a mejorar la situación desde lo individual a lo colectivo e institucional”.
Lo mismo opina Cabido: “Este retiro representa un marcado retroceso. Argentina ha participado activamente en las últimas décadas en foros de cambio climático y esta decisión nos somete a un aislamiento incomprensible. Quizás la consecuencia más inmediata y tangible será la no disponibilidad de recursos que la comunidad internacional dispondrá para la lucha contra el cambio climático y su mitigación. Nuestra nación quedará al margen”.
“El negacionismo es igualmente incomprensible”, agrega el investigador.
A Pablo Riveros, director general de Ordenamiento Territorial del Ministerio de Ambiente y Economía Circular de Córdoba, le parece “un papelón y una falta de respeto a la humanidad el retiro del personal argentino de la COP29. Esto representa no sólo un riesgo enorme de inhabilitar políticas públicas de remediación y mitigación al cambio climático, sino que además va a contramano del mundo y nos deja aislados en materia ambiental de los cumplimientos internacionales".
Consecuencias que ya vemos
“Las principales consecuencias para nuestro país no difieren mayormente de las que afectarán al resto del mundo, como mayor frecuencia de eventos extremos (incendios, inundaciones, sequías, tormentas, olas de calor, entre otros), cambios dramáticos en los sistemas de producción (por ejemplo, sequía extrema en los oasis de riego de Cuyo, de Salta, etcétera), efectos graves sobre la salud humana y animal (esto implica ya la muerte de miles de personas en el mundo)”, sostiene Cabido.
Con un agregado: “Es probable que el cambio climático nos castigue más severamente que a países desarrollados, que disponen de recursos, de experiencias y de protocolos estrictos para la adaptación y mitigación”.
Estrabou recuerda que el mayor impacto lo producen el cambio de uso del suelo (según el IPCC, Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) y la extracción directa de organismos. “Esto afecta los ecosistemas de manera irreversible”, afirma.
Agrega que “se está profundizando en nuestro país la falta de interés y respeto por la naturaleza, dada la visión negacionista del Gobierno actual, lo que se traduce en falta de apoyo económico y políticas para los parques nacionales, investigaciones del Conicet, o mantenimiento de las universidades (donde se generan datos y aportes para resguardar la naturaleza y conservar las especies). Pero el cuidado de la naturaleza también se da en un enorme abanico de políticas que competen a la sociedad en general”.
Córdoba, en problemas
Ana Cingolani es doctora en Ciencias Biológicas (UNC) e investigadora del Conicet. Sobre el efecto del cambio climático en Córdoba, dice que, “además de matarnos de calor y de empeorar el humor general, y posiblemente incrementar las tormentas terribles donde se inunda todo”, se reducirá “lo que llamamos ‘piso subandino’ de las Sierras, donde hay una vegetación de frío bastante distinta que la de más abajo. Eso incluye que las hormigas cortadoras de hojas lleguen hasta más arriba (cosa que según observaciones nos parece que ya viene sucediendo, aunque no está medido). Al subir las hormigas, se hace más difícil recuperar bosques de tabaquillo. El efecto sobre el recurso hídrico (o sea los caudales de los ríos) puede ser importante también porque el calor hace que las plantas consuman más agua y baje menos a los arroyos que luego forman los ríos”.
Para Riveros, “las provincias deberán tomar medidas amparadas en sus propias constituciones, que puedan aliviar la situación de crisis ambiental que viven las zonas mas sensibles, particularmente en relación con las cuencas hídricas y el bosque nativo. Se debe impulsar un equilibrio entre el desarrollo de las comunidades y el cuidado de nuestra casa común”.
Específicamente para Córdoba, Cabido dice que “los modelos disponibles predicen sequías extremas en algunos sectores y precipitaciones excepcionales en otros”. Señala que las anomalías del clima en general ya afectan a nuestra provincia, donde “las poblaciones de menores recursos seguramente sufrirán más en aspectos vinculados a la salud pública". “Otro efecto que ya estamos sufriendo es el avance de enfermedades tropicales y de sus vectores”, señala, en referencia al dengue.
Sobre las precipitaciones de primavera-verano, Estrabou describe que “en las últimas décadas aumentaron entre 20% y 40% con respecto al promedio histórico (Magrin, 2008)”.
Recuerda que “en los últimos años se han registrado eventos extremos como lluvias torrenciales seguidas de fuertes crecientes, nevadas en zonas típicamente libres de nieve, heladas y granizadas extemporáneas y temperaturas máximas inusualmente altas de acuerdo con la estación del año”.
Y es lapidaria al hablar de los incendios: “Inexplicablemente no pueden prevenirse en nuestra provincia y han producido un sistema altamente favorable a nuevos incendios, pérdida de biodiversidad, pérdida de suelo y consecuencias nefastas para los ecosistemas ya degradados” de Córdoba.
El panorama es preocupante. No sólo por las evidencias y por las tendencias confirmadas, sino también por las dificultades para que esto se comprenda, como explica Estrabou: “No se discute en general que el cambio climático responde a un modelo extractivista que abusa de la naturaleza y que favorece a muy pocos excluyendo a la enorme mayoría. La apropiación de la naturaleza por unos pocos es un modelo dominante que va cobrando fuerza en el mundo y nos arrastra a un futuro incierto”.