Un equipo de investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones (Conicet) y de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) de la Universidad de Buenos Aires (UBA) creó un dispositivo electrónico para revivir un canto de los chingolos que no se escuchaba desde la década del 60’.
El aparato funciona con un “tutor robótico” que imita el canto de los pájaros utilizando modelos matemáticos y de inteligencia artificial (IA).
De esta manera permite recuperar cantos antiguos de estas aves y generar nuevas canciones que son imitadas y aprendidas por los más jóvenes de la especie.
El descubrimiento permitió a los especialistas clasificar los cantos actuales y compararlos con los de los sesenta. Además descubrieron que algunos cantos se conservan, otros se perdieron y hay cantos nuevos.
Avance en la preservación de especies
El estudio fue liderado por el investigador del Conicet Gabriel Mindlin, integrante del Instituto de Física Interdisciplinaria y Aplicada (Infina) de la FCEyN, junto a Ana Amador y Roberto Bistel. Y fue publicado en la revista Physica D: Nonlinear Phenomena.
Mindlin dijo a La Voz que el descubrimiento representa un avance importante para la conservación de las especies al monitorear a cada individuo por su canto.
Y la herramienta utilizada en el estudio es prometedora para preservar el repertorio vocal de las aves salvajes.

Aunque, el chingolo en particular no está en peligro de extinción, pero tras la pérdida de hábitats también perdieron los cantos y con este dispositivo es posible reintroducirlos.
El investigador afirmó que al referirnos a la biodiversidad lo hacemos como una cuestión genética, pero en los animales hay un montón de comportamientos que son aprendidos.
Entonces, cuando hay una disminución del número de individuos se pierde una cultura.
“Pusimos de moda una canción extinta, y este es un caso que demuestra cómo se puede reintroducir una cultura si es necesario”, indicó.
¿Cómo se desarrolló?
La investigación comenzó durante la pandemia, por casi un año y medio, con los estudiantes que no podían realizar sus prácticas experimentales para continuar sus estudios.
Cuando pudieron salir a espacios abiertos empezar a estudiar a las aves. Ahí surgió la línea de investigación que se centró en el Parque Pereyra Iraola, en la provincia de Buenos Aires.
“Nos pareció natural trabajar con el chingolo porque es un ave muy sencilla de encontrar”, subrayó Mindlin.
Al comenzar el trabajo realizaron un relevamiento de los tipos de cantos que se cantaban en el parque siguiendo las anotaciones que hizo el ornitólogo argentino Fernando Nottebohm, profesor emérito de la Universidad Rockefeller de Nueva York, en la década de 1960.

Usaron la IA para clasificarlos y distinguirlos por sus canciones, de este modo tuvieron una idea de la modulación de las frecuencias de cómo tenían que sonar esos cantos y compararlos con los actuales.
“La sorpresa fue que había algunos cantos que se preservaron, otros que desaparecieron y hay cantos nuevos”, manifestó.
Y agregó: “A pesar de que el aprendizaje vocal puede tener modificaciones, es asombroso encontrar un canto que dure tantas generaciones”.
Extinción y nacimiento de un canto
Los investigadores procesaron todas las grabaciones de la zona mediante la IA representando cada canto con un punto.
“Y encontramos una treintena de cantos distintos que se cantan en la zona de nuestro estudio. Los seguimos y grabamos”, relató Mindlin.
El canto que llamó la atención fue el que no aparecía en los registros grabados.
“Trabajo con la física de la reproducción vocal, es decir la física necesaria para generar el canto en las aves y cómo el cerebro controla los gestos fisiológicos necesarios para generarlo. Así se pueden generar cantos sintéticos”, explicó.
Entonces, construyeron los “robos acústicos”, que son unos dispositivos que por un lado graban, emiten el canto en forma programada y por unidad de tiempo (horas). Es una simulación del tracto vocal del ave.
Esas sesiones de canto sintético se hacían por la mañana. Durante un par de horas se cantaban aproximadamente dos cantos por minuto con pausa y en forma alternada.
Así lograron reintroducir un canto que alguna vez existió. Pudieron transmitirla a dos chingolos juveniles, quienes al ser adultos pasarán a ser tutores de otros y así la canción se expandirá.
Colaboración para la preservación
El equipo colabora en la Patagonia con investigaciones sobre especies con hábitat amenazados como el macá tobiano y la gallineta chica. Empezaron a identificar ejemplares a través de sus vocalizaciones.
Mindlin remarcó que en diversas zonas del país existe una fragmentación de hábitats de los cantores, por eso hay muchas especies amenazadas, ya que están adaptadas a características de vegetación y climáticas muy específicas.
“Si se modifican esos territorios, las especies desaparecen”, explicó.
El desarrollo de esta herramienta que permite identificar a cada individuo por su voz es importante para el estudio y monitoreo de especies amenazadas. Y allana el camino para pensar en la preservación de una manera holística.
La iniciativa podría ser imitada en Córdoba
El biólogo Guillermo Sferco ponderó el trabajo de Mindlin y su equipo y dijo que es aplicable a cualquier parte del mundo.
“Es muy novedosa y hay muy pocas personas experimentadas en sonidos de aves en Argentina”, afirmó a La Voz.
Además, destacó que son muy pocas las bases de sonidos antiguos para evaluar si algunas aves perdieron los cantos e incorporarlos nuevamente la población.
Hay grabaciones de cantos de aves realizadas por el ornitólogo Roberto Straneck, pionero de la bioacústica en el país y en Sudamérica en la década del 70, y se podría trabajar en esa línea.
Sobre todo en especies que requieren de los esfuerzos poblacionales como el cardenal amarillo, declarado extinto en territorio cordobés y hay proyectos para recuperarlo.
“Tuvo un impacto tanto al norte como al sur de la provincia. Lo que genera un vacío en la conectividad de la especie. Es posible implementar esta metodología para recuperar un tipo de canto y que las poblaciones sean más viables”, afirmó.
Y resumió que “es un trabajo complejo, y es muy difícil sintetizar los sonidos y revisar los bancos para incorporarlos. En Córdoba, hay que generar un espacio nuevo con un equipo nuevo”.
El canto del chingolo
El canto del chingolo macho (Zonotrichia capensis) es uno de los sonidos más característicos de América del Sur. Tiene una introducción lenta y un trino rápido. Este pequeño pájaro es de color marrón claro o blanquecino con manchas negras.
Su melodía es de dos a cuatro notas introductorias y un trino final. Cada familia de chingolos tiene su propia canción, que entonan durante toda su vida. Pero primero deben aprenderla.
El comportamiento está arraigado en la interacción entre chingolos jóvenes y adultos, es siempre enseñado por un tutor quienes transmiten los patrones de su canto. El joven imita y aprende a vocalizarlo y combina el canto de la familia con el de la población.
Es una canción distintiva, como una huella dactilar, pero aprendida. Sirve para atraer a la hembra y proteger su territorio.