Si el observador los ve con cierta distancia, estos cincuentones de cabello entrecano o signos de calvicie incipiente, advierte que manejan códigos comunes que se hacen evidentes en el primer cruce de palabras y se da cuenta de que se asemejan a cualquier grupo de amigos que se junta en el bar del club a recordar viejas andanzas, a contar en palabras el libro de historias que todavía no está escrito.
El Tala Rugby Club, una institución anclada en la vida comunitaria de Villa Warcalde desde 1944, fue lo que los unió a mediados de la década de 1980. Y aunque admiten no haber cosechado muchos éxitos deportivos, el mayor triunfo que consiguieron en sus vidas es este lazo que todavía los aprieta y los junta.
Desde hace algunos años, el que los convoca y los hace estar presentes al 100 por ciento se llama Rodrigo Barrionuevo, quien se mudó a Buenos Aires en los ‘90 y hoy vive en la ciudad de Pilar.
A Rodrigo la vida lo transformó en un luchador todo terreno contra la adversidad.
En 2016, jugaba al golf con un amigo y notó algún problema en sus movimientos al caminar. Fue al médico y recibió una noticia que le cambiaría la vida para siempre. Tras una serie de estudios, se le diagnosticó esclerosis lateral amiotrófica (ELA), y ahí comenzó un derrotero de consultas, búsquedas de alternativas de tratamiento y periplos por consultorios médicos de distintos puntos del país y del mundo.
Ahora surge la oportunidad de afrontar un nuevo tratamiento experimental que podría mejorar su calidad de vida. Y sus compañeros del club comenzaron una campaña para ayudarlo a reunir los fondos que le permitan viajar a Estados Unidos para afrontar ese nuevo desafío.
En la pantalla de la oficina de la comisión directiva del Tala está la imagen de Rodrigo que, vía Meet, escucha atento lo que le dicen sus compañeros de división, esos con los que se llenó de sueños y también de tierra en rudos partidos de rugby hace más de 30 años. Casi todos tienen su apodo: él, Rodrigo, es el Cabeza; pero hay otro “Cabeza”, Adrián Abaca, que tuvo su propia pelea contra el Covid, una que llevó al grupo a permanecer atento durante los más de 60 días que pasó en estado de coma. Están también Leonardo Graci (el Laucha); Alejandro Lastra; Daniel Caminos (el Peque); Eduardo Giaimo (Chinche); Lucas Páez Molina; y Rafael Hernández.
Para sus amigos, la videollamada es una forma de estar cerca de Rodrigo. Él escucha lo que le dicen y hace gestos, muecas de emoción y felicidad. No puede hablar demasiado y es su asistente médica quien transmite sus palabras.
Una amistad, pura vida
“Nosotros estamos juntos desde los 8 o 9 años. Antes no había divisiones, sino que jugábamos en un solo equipo todos los más chicos del club”, cuenta Eduardo Giaimo. Y dice: “Nuestra división no se caracterizaba por ser muy buena, sino por tener mucha actitud, y el Cabeza siempre fue un buen representante de esos valores: la fuerza ante la vida”.
Para el “Peque” Caminos, la amistad que se forjó en el club no tuvo que ver con ganar campeonatos, sino con mantenerse juntos.
“Nos juntábamos solo para estar juntos, compartir el tiempo”, agrega “Ale” Lastra que recuerda esas reuniones en cualquier casa, o en algún kiosco, para tomar una coca, ver un partido o pasar el rato.
Durante estos 9 años en los que Rodrigo —el Cabeza para sus amigos— comenzó a transitar distintos tratamientos para afrontar su enfermedad, hubo constantes visitas de integrantes de este grupo a su casa en Pilar.
“Nos hemos organizado para estar con él no solo en la diaria, con un mensaje, sino físicamente, en viajes que armamos de manera exprés para ir a verlo. Nos hablamos, nos juntamos, nos metemos en un auto y vamos a verlo”, cuenta el “Laucha” Graci.
Lucas Páez Molina considera que Rodrigo es sobresaliente en su actitud, un diferente, que ha logrado sobrepasar todas las situaciones tan complejas que ha atravesado.
De hecho, en un escrito que envió a La Voz para esta nota, Rodrigo cuenta que uno de los médicos le dijo en 2016 que su pronóstico de sobrevida no superaría los tres años. Y aquí está, peleando día a día, e incluso mejor que hace un tiempo, según sus amigos.
En una comunicación que hizo para la gente que está colaborando con él para el nuevo tratamiento, Rodrigo asegura: “a medida que esta enfermedad comenzó a avanzar, el círculo se empieza a cerrar y, cuando mirás a los costados o para atrás, te sentís solo. Pero todos ustedes me han hecho sentir que el lazo se volvió a fortalecer. Me siento querido y acompañado por todos”.
Cuando termina la videollamada, en la que Rodrigo escucha lo que le dicen sus compañeros de división. Que lo quieren, que admiran su fuerza y su temple, y que quieren estar cerca de él para lo que necesite. Hay lágrimas en los ojos de los de este lado, y una mirada tierna y alegre en la pantalla. Eso que se siente y no se puede explicar, dicen después de cortar el Meet, es el verdadero significado de la amistad.
El tratamiento
Rodrigo Barrionuevo tiene turno para recibir una droga experimental en la segunda quincena de agosto de 2025. La droga, que combina moléculas como PrimeC, Ibudilast e incluso una dosis ultraalta de vitamina B12 (mecobalamina), está en etapa de prueba en Estados Unidos, Canadá y Japón.
El costo del tratamiento, su traslado junto a sus asistentes médicos y la estadía es altísimo y no lo cubre ninguna obra social. Para ayudarlo, familiares y amigos armaron una campaña de difusión por redes sociales que fue muy fructífera en los primeros días. Pero todavía falta para llegar a la suma necesaria.
Los que quieran colaborar pueden hacerlo al alias: rodrisiempreadelante.