La efeméride del Día del Amigo se presta para reflexionar sobre las maneras de vincularnos con nuestras amistades en un momento en el que la tecnología nos propone nuevas herramientas, así como desafíos. Tres historias, que combinan abrazos y stickers para estar, para sentirse, juntos.
De Facebook y para toda la vida
Hace 13 años, Paula conoció al grupo de amigos que la acompañaría, sin saberlo, hasta el día de hoy. En aquel entonces, aunque no era tan popular, se utilizaba la red social Tumblr. Mayormente se compartían consumos culturales, por lo que siempre se interactuaba con personas que, más o menos, tenían los mismos gustos. En un momento se creó un grupo de cordobeses y fue ahí que conoció a tres personas que terminaron siendo sus amigos más cercanos. “Me sentía muy cómoda, pero nunca me imaginé el nivel de profundidad y de desarrollo que iba a lograr el vínculo hasta el punto de hoy ser mi grupo más importante y sólido”, recuerda, conmovida.

También reconoce que internet le permitió conectarse con personas que tienen gustos, visiones, e incluso proyectos similares a los suyos, a diferencia de aquellos vínculos que de cierta manera “vienen dados”, como los compañeros del colegio. Recuerda su adolescencia y le agradece a la tecnología: “Me ayudó a conectar con personas con las que podía ser yo misma. Yo era una adolescente súper tímida, con gustos que no compartía con las personas que podía conocer en los lugares que habitaba. Entonces, en ese momento de mi vida, fue un lugar muy especial e importante para mí”.

Hoy, a 13 años de aquel primer encuentro que surgió de internet, el vínculo sigue fuerte: “Nos conocimos cuando estábamos en el secundario. Terminamos a la par, entramos a distintas carreras, cada uno se fue construyendo como profesional, empezando a trabajar y después nos recibimos. Nos fuimos mudando solos, cada uno tuvo su pareja, sus relaciones. Fuimos creciendo, descubriéndonos como personas en caminos super distintos, pero siempre acompañándonos un montón. Hoy somos adultos y seguimos siendo igual de amigos, con los mismos chistes, códigos y nos reímos de cosas muy parecidas a cuando éramos chicos. Es una magia intransferible que pienso que no hubiese podido encontrar de otro modo. Así que hasta el día de hoy le agradezco a aquella red social que nos unió”, cierra Paula.
La tecnología como un puente
Maia es de Neuquén, tiene 27 años, y hace dos años emigró a España. Al principio sintió miedo de que se debilitaran sus relaciones. Intentaba estar al tanto de lo que hacían sus grupos, responder cada mensaje o videollamada a tiempo; algo parecido a una “tarea” u obligación. “Cuando volví a Argentina y me di cuenta de que toda esa gente seguía estando, la comunicación a la distancia se empezó a dar de forma más espontánea y genuina”, confía.

Aunque las cosas resultan más difíciles a la distancia, Maia valora más la elección de mantener el vínculo, aunque no esté atravesado por la experiencia de la cotidianidad. “Es esa elección mutua entre amigos de seguir estando, de querer compartir aunque no nos veamos, de poner nuestra energía en que esa amistad perdure”, dice. En cuanto a la tecnología, cree que es beneficioso en la medida en que nos hace sentir más cerca y “compartir pedacitos de nuestra vida a la distancia”.
Por su parte, Celina, de 22 años, experimentó cuatro meses en el exterior, en los que forjó muchas amistades, la mayoría, con personas de otros países. Mediante mensajes, videollamadas, Tiktoks, mantiene vivos esos vínculos. “Me sirve que mis amigos me tengan en ‘mejores amigos’ (una función permite compartir historias de forma privada con un grupo seleccionado de seguidores), donde comparten las partes más genuinas y cotidianas de sus vidas. Eso me da un contexto sobre qué está pasando en sus vidas, poder entablar conversaciones y no sentirme tan desconectada de ellos”.

Ella también piensa que las redes nos ayudan a recordar el aspecto físico de aquellos que queremos: “Si alguno de ellos tiene alguna transformación, aunque sea sutil, por ejemplo cortarse el pelo, a mí me gusta saberlo. Me siento más cerca, aunque estemos a kilómetros de distancia. Eso le agradezco a la tecnología”.
Las nuevas dinámicas
Diego Tachella, psicólogo y docente, afirma el beneficio de las tecnologías en los lazos amistosos: “Las redes sociales permiten agregar cotidianidad a las relaciones. Escribirnos o compartir algo divertido, curioso o que nos parece importante, ayuda a mantener el contacto con aquellas amistades que no podemos ver presencialmente”. De todas formas, cree que el encuentro cara a cara siempre va a presentar un diferencial: “El desafío de esta nueva época de redes sociales y aplicaciones de mensajería es encontrar el equilibrio para poder darse el espacio a encontrarse, a compartir momentos y disfrutar plenamente de la mutua compañía. Para mí siempre va a ser mejor poder hablar con la persona cara a cara y preguntarle cómo está, antes que simplemente asumir que sabemos en qué anda o cómo está por lo que publica en las redes”.

Por su parte, Lucrecia Medina, licenciada en Psicología y psicoterapeuta, reconoce tanto aspectos positivos como negativos y explica que aunque son formatos distintos de relacionarse, los vínculos pueden ser igual de importantes y profundos. En cuanto a mantener el contacto vía tecnología, expresa: “Creo que un mensaje, un audio o un meme pueden ser pequeñas formas de expresar cariño, de hacer presencia o mostrar apoyo y eso puede ser muy valioso y significativo, por más pequeño que sea”.
En cuanto a los perjuicios de la amistad en la era digital, las redes sociales y la importancia que les damos, tienen mucho que ver: “Hay un riesgo de terminar contabilizando el afecto en lugar de sentirlo. Como pasan a estar otras personas involucradas, no solamente los que compartimos la amistad, sino terceros que pasan a cumplir un rol en esta vidriera en la que mostramos nuestro vínculo, podemos entrar en el riesgo de empezar a especular, a confundirnos o a priorizar otras cosas antes que lo genuino y lo profundo de la conexión que estamos estableciendo entre esas personas”.

Las cosas que nos hace sentir este espacio digital son tan reales como las situaciones que afrontamos en el cara a cara: “Son cosas que, si bien les hemos puesto íconos y colores, en el fondo, es esperable y entendible que se interpreten y tengan consecuencias como una interacción social y emocional. Al fin y al cabo, son interconexiones sociales que si bien son digitales, no dejan de involucrar a las personas”, afirma.
Si la foto juntos, el emoji o una dedicatoria en redes sociales son muestras de cariño que realmente se valoran en esta era, ¿qué puede implicar la carencia de todo eso? Medina lo explica claramente: “En las redes no vemos los gestos o el tono de voz de la otra persona, se ve recortado. Esa falta de registro completo puede llevarnos a malos entendidos, suposiciones, a fantasías. Es decir, ‘si no me respondió el mensaje, no le importo’”. Y todo eso, deviene en la posible culpa de quien no puede cumplir con los estándares o fantasías del otro: “Puede generar saturación o culpa, saber que no respondí en tiempo y forma o en el momento en el que el otro lo necesitaba, se empiezan a imponer nuevas lógicas”.
La tecnología, sabemos, llegó para quedarse. Los profesionales rescatan su lado positivo, pero también sus límites: “Encontrarse con el otro es irreemplazable. Es que se activa un tipo de conexión especial al compartir un espacio, sentir el cuerpo, escuchar la risa, compartir un mate o dar un abrazo”, asegura Medina.
Tachella repasa el concepto de amistad, tome la forma que tome, de cara a este Día del Amigo: “Es un refugio para los momentos de turbulencia en la vida y a su vez un lugar donde celebrar los logros. Es encontrar a alguien que ayuda a superar barreras con entusiasmo y optimismo al emprender algo nuevo, y alguien que va a decir lo que hace falta escuchar en el momento justo. Es una persona que va a estar ahí cuando se la necesita y para la cual hay que estar ahí cuando esa persona también lo necesita”.