El 18 de enero de 2020 quedó grabado como una de las noches más trágicas que recuerde Villa Gesell. Ese día, la violencia desmedida de un grupo de jóvenes truncó la vida de Fernando Báez Sosa, de tan solo 18 años, justo frente a la puerta del boliche Le Brique. Cinco años después de aquella escena brutal que conmocionó a todo el país, el local nocturno se mantiene en un silencio sepulcral, marcado irreversiblemente por lo que significó esta tragedia.
A pesar de la magnitud del asesinato, Le Brique siguió operando por casi una semana y cerró sus puertas el 23 de enero de 2020. Aunque hubo un intento de reapertura en febrero, por los efectos de la pandemia terminaron clausurando su actividad de forma definitiva.
Las imágenes de Le Brique a 5 años del asesinato de Fernando Báez Sosa
Un video publicado en enero de este año en el perfil de Resumido.info, muestra cómo quedaron las instalaciones del boliche: bajo el abandono y el silencio total. Desde entonces, el boliche no volvió a abrir, y no hay confirmación de que ya esté habilitado al público para este verano 2026.
El peso del crimen, sumado a la responsabilidad que recayó sobre el accionar de su personal de seguridad durante aquella madrugada fatídica, lo dejó totalmente fuera de la vida nocturna de la ciudad.
En las afueras reposa un altar en homenaje a Fernando, en un árbol que se transformó en el punto de encuentro donde familiares, amigos y vecinos pidieron Justicia en reiteradas ocasiones.
Este lugar sagrado reúne rosarios, flores, estampitas y conmovedores mensajes de acompañamiento para Graciela y Silvino, los padres del joven. Incluso personas que no llegaron a conocerlo se acercan hasta allí para dejar ofrendas.
Mientras el lugar físico de la tragedia se veía desolado, el Tribunal N° 1 de Dolores condenó a cinco de los rugbiers (Máximo Thomsen, Ciro Pertossi, Matías Benicelli, Luciano Pertossi y Enzo Comelli) a prisión perpetua. Y otros tres (Lucas Pertossi, Blas Cinalli y Ayrton Viollaz) recibieron una pena de 15 años de cárcel.
El asesinato de Fernando Báez Sosa dejó una marca irreparable, dictando un veredicto social que cambió para siempre la noche de Villa Gesell.
























