Por primera vez, científicos de la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos, demostraron en un estudio con ratones que el ejercicio físico no solo fortalece al sistema inmunológico, sino que también puede hacer más efectiva la inmunoterapia contra el cáncer.
¿La clave? Un compuesto llamado formiato, producido por las bacterias intestinales cuando el cuerpo se ejercita.
La investigación, publicada en la revista Cell, mostró que los ratones que realizaron actividad física durante cuatro semanas presentaron tumores más pequeños y una mejor tasa de supervivencia al enfrentar un tipo agresivo de melanoma.
“Ya sabíamos que el ejercicio mejora la eficacia de las inmunoterapias y también que modifica el microbioma. Este estudio conecta ambos fenómenos”, explicó la doctora Marlies Meisel, autora principal del trabajo.
El rol invisible pero decisivo del microbioma
Cuando los investigadores eliminaron el microbioma intestinal, ya sea con antibióticos o utilizando ratones libres de gérmenes, el efecto beneficioso del ejercicio desapareció por completo. “Nos sorprendió ver una señal tan clara: sin microbioma, el ejercicio no protege del cáncer”, destacó Catherine Phelps, autora principal del estudio.
El equipo comprobó que los efectos no los generan las bacterias en sí, sino sus metabolitos. Y fue una herramienta de inteligencia artificial (SLIDE) la que ayudó a identificar al formiato como el metabolito clave.
Este compuesto potencia la actividad de las células T CD8, las encargadas de destruir células cancerosas. De hecho, al administrar formiato en ratones con melanoma, adenocarcinoma y linfoma, se observó una reducción significativa del crecimiento tumoral y una mejora en la supervivencia.
Formiato: ¿la medicina del futuro?
El formiato no solo replicó los efectos del ejercicio, sino que también potenció la eficacia de la inmunoterapia con inhibidores de puntos de control inmunitario. Estos tratamientos son claves en pacientes con cáncer avanzado, pero no todos responden igual.
Meisel y su equipo también analizaron muestras de sangre de pacientes con melanoma avanzado: aquellos con niveles altos de formiato tuvieron mejor evolución clínica.
Incluso al realizar trasplantes fecales de pacientes con alto contenido de formiato a ratones con cáncer, estos últimos mostraron mejor respuesta inmunitaria y control del tumor.
“Queremos encontrar biomarcadores metabólicos para identificar a los ‘superdonantes’ en terapias con microbiota. No se trata solo de qué microbios están presentes, sino de qué metabolitos producen”, concluyó Meisel.
El equipo investiga si los cambios inducidos por el ejercicio en el microbioma podrían influir también en enfermedades autoinmunes. Además, buscan entender a fondo cómo el ejercicio altera el ecosistema intestinal.