El calor y el consecuente aumento en la utilización de los aires acondicionados suelen generar cuadros de resfriado, anginas y demás afecciones de las vías respiratorias altas, mientras que el reciente aumento de casos de Covid-19 en las últimas semanas trae aparejado síntomas como fiebre o diarrea. Malestares de este tipo suelen llevar al mal uso de antibióticos y contribuir así con el aumento en la resistencia antimicrobiana, uno de los problemas de salud pública más preocupante del mundo.
Tal es su gravedad, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) catalogó a la resistencia antimicrobiana (RAM) como una de las diez amenazas principales a las que se enfrenta la humanidad y estima que, de no intervenir, el número de muertes mundiales por esta causa será de diez millones de personas al año para 2050.
La problemática implica medidas urgentes para no llegar en el futuro a una era post-antibióticos donde muchas infecciones comunes y lesiones menores volverían a ser potencialmente mortales. Para prevenir este escenario, la concientización sobre su uso es fundamental y es por eso que todos los años durante el mes de noviembre se lleva adelante la semana mundial de concientización sobre el uso de antimicrobianos.
En Argentina, el pasado 10 de agosto se promulgó la ley N° 27.680 de Prevención y Control de la Resistencia a los Antimicrobianos que busca modificar los hábitos de uso inapropiados además de disminuir su ingesta compulsiva. Con este propósito establece que todos los medicamentos antimicrobianos deben expenderse bajo receta archivada como si se tratara de un psicotrópico. De esa manera, para poder acceder a un antibiótico el paciente deberá necesariamente realizar una consulta y obtener una derivación médica, además de contemplar y respetar la dosis, el intervalo y la duración completa del tratamiento.
En la provincia, durante los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre de 2020 se llevó a cabo un estudio sobre la resistencia antimicrobiana desde el área científica del Colegio de Farmaceúticos de Córdoba. El informe, aún sin publicar, arrojó que del total de solicitudes de antibióticos en distintas farmacias de la capital y de la provincia los pedidos sin receta constituyeron un 31,9%. En estos casos, se hizo la derivación a un profesional médico para que obtuvieran la receta correspondiente.
Por otro lado, el grupo etario entre 25 y 44 años es el que más solicitó la venta de antibióticos sin prescripción médica, seguido por el de 45 a 65 y por el de 13 a 24 años. Los antimicrobianos más solicitados fueron la amoxicilina y ciprofloxacina, seguidos por la azitromicina y la amoxicilina con ácido clavulánico. En cuanto a los motivos de pedir estos medicamentos sin receta, la mayoría manifestó haberlos utilizado antes para las mismas afecciones o no tener tiempo para acudir a la consulta profesional.
“Uso indiscriminado”
El infectólogo Ernesto Jakob, integrante de la Comisión Interdisciplinaria sobre Resistencia Antimicrobiana impulsada en Córdoba también por el Colegio de Farmacéuticos, explicó en diálogo con La Voz algunos conceptos claves a tener en cuenta sobre la RAM.
¿Un antibiótico y un antimicrobiano son lo mismo?
No. El antibiótico solo actúa sobre las bacterias y los antimicrobianos funcionan sobre bacterias, virus, parásitos y hongos que son los causantes de la mayoría de las infecciones. El antimicrobiano es un agente externo que actúa sobre estos agentes y de esa manera, o impide su desarrollo o definitivamente produce su destrucción. Son diferentes formas de acción.
¿Para qué sirven?
En principio los antibióticos y antimicrobianos sirven para tratar infecciones bacterianas, víricas o parasitarias desde las más leves hasta las más graves. También para las infecciones post quirúrgicas, para tratar infecciones en inmunocomprometidos con VIH, en pacientes con tumores que están recibiendo drogas específicas para eso, para prevenir y tratar las infecciones en los animales y para promover el desarrollo rápido de animales para consumo humano.
¿Qué es la resistencia antimicrobiana?
Es un proceso por el cual las bacterias, virus, hongos y parásitos logran crear mecanismos de supervivencia a los antimicrobianos que pueden dañar la salud e incluso matar. Cada vez que se utiliza un antibiótico actúa sobre las bacterias, hongos o parásitos que son sensibles pero los resistentes van a ser los que produzcan la siguiente infección, para la cual ese antimicrobiano ya no va a servir. Entonces, el escenario actual es un aumento permanente de la resistencia desde que aparecieron los primeros antibióticos en la década del 40 hasta este momento.
Ese aumento de la resistencia está incrementando la mortalidad humana y los costos en salud de manera exponencial porque los tratamientos se vuelven más caros. Las obras sociales y el Estado, que es el financiador de la salud, tienen que destinar mucho más dinero para conseguir desarrollar nuevos antibióticos o comprarlos y esto también influye en una inequidad para acceder al tratamiento.
A esto se suma que la industria farmacéutica en este momento está elaborando pocos antibióticos y por eso en los últimos 10 años han aparecido muy pocos. Esto se debe a que la industria prefiere producir medicamentos que un enfermo utilice por períodos prolongados o para toda la vida. Es el caso, por ejemplo, de los antirretrovirales para tratar VIH, o de drogas para la diabetes que se deben tomar toda la vida, o de medicamentos para bajar el colesterol, triglicéridos y demás. Los antimicrobianos, por el contrario, tienen un periodo de uso muy corto en un paciente.
¿La automedicación es la causa principal de la resistencia a los antimicrobianos?
Es una de las tantas, pero es muy importante. La comunidad usa la automedicación de forma absolutamente indiscriminada y generalmente en dosis inapropiadas. Incluso hay médicos que no los saben proscribir, que no tienen una noción clara de cuál es el mecanismo de acción, dosis o intervalo de dosis.
El 75% de las infecciones que se dan en el ámbito ambulatorio son de las vías respiratorias altas como anginas, rinitis, bronquitis, sinusitis. Son las de consulta diaria, tanto pediátrica como de adultos y son de origen viral, o sea que no necesitan antibióticos y solo hay que esperar que se cumplan los cinco a siete días de evolución de esa infección.
Sin embargo, la gente tiene un criterio muy particular y si tienen fiebre piensan en que el antibiótico se las va a bajar o si tienen una inflamación, que el antibiótico se las va a sacar. En varios aspectos funciona como tranquilizante tanto para la gente como para el profesional, porque el médico cuando no tiene seguridad de lo que está diagnosticando da un antibiótico para sentirse más tranquilo.
¿Cuáles son las claves para usarlos correctamente?
Todo pasa fundamentalmente por la educación. Si hablamos de profesionales de la salud, en su formación el uso de antibióticos ocupa muy poco espacio entonces se egresan sin una cabal información de lo que está pasando. Otro aspecto importante es que la comunidad se eduque y que se proscriba la automedicación.
En eso es fundamental la ley que se promulgó en agosto que no está reglamentada pero que indica que tiene que los antimicrobianos deben ser prescriptos bajo receta archivada. Así se va a evitar que una persona con fiebre o con diarrea vaya a la farmacia y el empleado le diga qué tomar. O que el vecino, la suegra o el amigo al que le sobró una caja de antibióticos en la casa le diga: “Tomá esto que a mi me hizo bien”.