“No entiendo en qué cabeza cabe que una persona sana, sin antecedentes, de la noche a la mañana se le ocurre salir a matar. Los periodistas han hecho una imagen de asesino serial que no existe y gracias a eso me veo en este contexto”.
Estas fueron las palabras que usó Brenda Agüero para declarar su inocencia. No dijo yo no fui, ni soy inocente, con esos textuales, cuestionó la verosimilitud del relato en su propia biografía: “No existe posibilidad de querer hacerle algo a una persona, menos a un niño. No hubiese peleado tanto para ingresar, que me costó muchísimo, para hacer eso”.
Estas palabras de la principal acusada de las muertes de recién nacidos en el hospital Materno Neonatal fueron parte de una primera de varias declaraciones que prometió dar a lo largo del juicio que se lleva adelante en Tribunales 2 desde esta semana y en el que ella está acusada por cinco muertes y ocho ataques y además están sometidos a juicio 10 exfuncionarios, con el exministro de Salud, Diego Cardozo, a la cabeza, por delitos que van de la omisión de deberes al encubrimiento.
Brenda Agüero contó que está estudiando abogacía en la cárcel. Habló calma y pausada. Y atribuyó su crisis de llanto en la primera jornada del juicio al asedio que sintió de las cámaras de fotos y de video de la prensa. No a la lectura de la acusacion del Ministerio Público Fiscal, que detalló los 13 hechos que se le atribuyen.
“Cuando me detuvieron fue impresionante la parte mediática, me señalaron y me tiraron con todo lo que había sin pensar en el riesgo que corría en un contexto de encierro, no solo yo, sino mi familia. Y eso lo reviví con periodistas por todos lados sacando fotos, fue muy impactante. Pensé que estaba lista para transitar el juicio, que lo esperaba, pero no fue así, los nervios me jugaron una mala pasada”, explicó.
En el inicio de su declaración, en el momento de las preguntas por sus condiciones personales, contó que sólo recibe visitas de su madre, su padre y sus dos hermanas menores. Dijo que en la cárcel asiste a talleres de artesanías y de yoga y de pilates, y que comenzó a cursar en forma remota la carrera de abogacía, en un programa de universidad en las cárceles que tiene la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
“Al ver todo lo que decían, me dije algo tengo que hacer, vi que había abogacía para estudiar en la cárcel y lo busqué como algo que me sirva para defenderme, me dieron por todos lados, a más no poder, y busqué herramientas para tener cómo defenderme”, narró Agüero.
Contó que le faltan tres materias para completar segundo año y que tiene notas de 9 y de 10. También tiene 10 en conducta como presa.
Y esas mismas notas tuvo, según relató, cuando estudió hasta recibirse de técnica en enfermería en el Instituto Superior San Nicolás. Para abonar la falta de verosimilitud en la acusación, contó que trabajaba en simultáneo en el Sanatorio Allende, en un sector de Perinatología, con acceso a unidades de terapia intensiva de neonatología y pediatría. Es decir: en contacto con niños y niñas. En el Neonatal estaba en obstetricia, donde se limita a la atención de las madres, desde su ingreso hasta su alta, sin contacto con los bebés. “En el Allende nunca tuve un problema, una queja, un llamado de atención”, comparó.
“Yo trabajé desde 2019 a 2022 y en un área muy rigurosa, donde cualquier mal cálculo de dosificación de un medicamento puede traer graves peligros. Y en el Allende no tuve ningún problema. No tiene sentido, no tiene lógica”, razonó.
Ser una enfermera de Neonatología en el hospital Materno Neonatal era su sueño.
“En Enfermería tenemos como materia materno infantil y en la lista de prácticas hospitalarias, figuraba el Materno Neonatal. Como quedaba dentro de todo cerca desde mi domicilio pedí hacerlas ahí y quedé enamorada, quería entrar ahí”, contó. Relató las peripecias, los contactos que movió y lo insistente que tuvo que ser para lograr que la contraten allí. “Me costó muchísimo ingresar, era una catarata de no, pero yo estaba fascinada por entrar en un área que amaba y que hoy es mi desgracia, porque ese amor me terminó arruinando la vida”, dijo en uno de los pocos momentos no monocordes de su declaración.
“Hoy no quiero saber más nada con eso, no podría volver a estar en contacto con niños, a ejercer la profesión que tanto quise. Esto es un antes y un después”, consideró.
En su declaración, que aclaró que es la primera de varias, sí se dedicó a contestar tres acusaciones concretas.
La primera, que tenía un perfil psicológico que la incriminaba. “Me hicieron 8 pericias, orales y a través de test, y en esas pericias quedó claro que no tengo doble personalidad, no tengo ninguna enfermedad psiquiátrica”.
Luego explicó que un pdf que se encontró en su celular con instrucciones para la aplicación de potasio era parte de materiales que compartía con varias compañeras una enfermera que conocía del Sanatorio Allende. “Yo tenía archivos porque trabajaba en Neonatología, archivos voy a tener, porque lo hacía en el Allende, como ahora tengo archivos de abogacía, porque eso estudio. Esos archivos nos lo pasó Celeste Gómez que hacía un curso pago del hospital Garrahan”, declaró. Y negó que haya usado alguna vez camisetas o poleras, presuntamente para esconder bajo las mangas largas las inyecciones letales. “No uso camisetas, no me gustan, nunca tuve”, precisó.
Fue una declaración sin admitir preguntas. Pero en el momento de la presentación de condiciones personales el fiscal Sergio Ruiz Moreno buscó indagar algo más en su formación y allí Agüero contó sus buenas notas, con una tesis que en forma extraña no pudo recordar sobre qué tema fue, pero sí que obtuvo una calificación de 10.
