Un informe del Consejo de Médicos de Córdoba (CMPC) advierte sobre varios desafíos estructurales del sistema de salud provincial. Uno clave es la disparidad de presencia de profesionales de la salud en el mapa cordobés: alta concentración en la Capital, y baja presencia, y por lo tanto menor acceso a la salud, en amplias regiones del interior. No es un fenómeno nuevo, pero parece ir acentuándose.
Un dato central es que el 63% de los médicos reside y trabaja en la Capital provincial, donde vive el 39% de la población cordobesa.
Si se trata de médicos con especialidad la disparidad se acrecienta: entre el 65% y el 70% de los especialistas están en la ciudad de Córdoba.
La tasa de médicos por habitantes en la provincia es de 5,22 por cada mil habitantes. Ese número supera a la media nacional, de 3,88.
Pero tierra adentro, cuando se mide por regiones cordobesas, varía considerablemente. Veamos los extremos: en Capital hay 8,4 médicos por cada mil habitantes, y en el empobrecido y poco habitado Pocho, del noroeste del mapa, son apenas 0,7.
En el interior se da una mayor presencia de profesionales, aunque no en los niveles de la Capital, en la decena de ciudades de mayor tamaño y en las del área metropolitana del Gran Córdoba. Luego, en el amplio resto, decrece notoriamente.
Esa desigualdad es histórica. Pero parece profundizarse con los años.
Se hace aún más notoria en cuanto a especialistas: el interior demanda sin encontrar más profesionales en pediatría, neonatología, anestesiología, terapia intensiva, reumatología, cardiología, neumonología, urología, neurología y tantos otros.
Según el informe del CMPC, hoy el 42% de los médicos matriculados no cuenta con una especialización.

“La mayoría de nuestros profesionales tienen entre dos y cuatro trabajos para poder llegar a fin de mes. Siguen eligiendo las grandes ciudades por la oferta laboral, pero también impacta que en el último tiempo han cerrado clínicas, y mucho más en el interior que en Capital. Cada vez tienen menos chance de hacer una carrera en el interior, y abundan, en cambio, los monotributistas y los contratos que no brindan estabilidad laboral”, resumió sobre ese informe Héctor Oviedo, presidente del Consejo de Médicos.
Testimonios que lo explican
El médico Rodrigo Matteine es secretario de Salud del municipio de Pilar y trabaja en una clínica privada y en el hospital de Villa del Rosario. Conoce de primera mano las dificultades del sistema sanitario en el interior de Córdoba: “La situación es muy complicada. Y más con los especialistas. No se consiguen. Es un problema que se repite en todo el interior”, afirma.
Interpreta que se explica por una lógica económica: “Los médicos prefieren trabajar en la Capital porque, en poco recorrido, pueden concentrar varios lugares de trabajo con muchos pacientes. En el interior tienen que trasladarse a cinco o seis lugares más alejados entre sí”, señala.

Atraer especialistas al interior es un desafío para municipios y clínicas. “A veces hay que ofrecerles pagar una consulta un poco mejor o garantizarles un pago fijo más allá de la cantidad de pacientes. Pero la mayoría de las clínicas del interior no lo puede hacer, porque atraviesan una situación económica crítica”, reconoce Matteine.
Y expone un ejemplo concreto de Pilar: “Conseguimos un urólogo que viene una vez por semana y ese día atiende también en otros pueblos. Pero si un paciente no puede ese día, no le queda otra que viajar a la Capital”.
También analiza: “Mientras más lejos de Córdoba capital estés, peor es la situación. En el hospital de Villa del Rosario se fue un neumólogo y no hay reemplazo. También está muy complicado conseguir otorrinolaringólogo”.
Y apunta otra razón paralela: “Cada vez hay menos especialistas y, según las proyecciones, habrá cada vez menos”.
La consecuencia es directa: pacientes que deben viajar a la Capital, con todo lo que eso implica en costos y en tiempos. “Pero la Capital también está saturada: muchos turnos se dan a 15 días o más”, advierte.
El Gobierno provincial propuso fortalecer la telemedicina como alternativa, pero Matteine sostiene que “solo sirve para algunas consultas programada; no se puede aplicar a urgencias”.
También hay una sobrecarga de trabajo para los pocos profesionales que sí están en el interior. “Tienen que atender en tres o cuatro clínicas distintas, en diferentes pueblos. Eso les resta tiempo en cada lugar”, dice el médico de Pilar.
Matteine concluye: “Otro gran problema del interior es poder pagar a los médicos de guardia. Es mucha plata, en el actual contexto de crisis. Y es esencial”.
Los pueblos pierden servicios
Los Reartes pinta un ejemplo, de tantos posibles. Ese pueblo turístico de 3.500 habitantes en Calamuchita no cuenta con ninguna oferta privada de salud. Sólo el dispensario comunal, al que –según la jefa comunal María Inés Ramello– cada vez le cuesta más conseguir profesionales.
Ramello vincula el problema con una tendencia iniciada en los años ’90, cuando los recursos de salud se concentraron en las grandes ciudades. A eso se sumó la descentralización por parte del Estado, que trasladó la responsabilidad a los municipios, pero sin la estructura para afrontarla.

“Desde ese momento casi no existió más un médico con contrato, porque es muy difícil para un municipio. Apareció la figura del monotributista, y no sólo en médicos, también en enfermeros”, señala.
No se trata sólo de dinero. “Sólo en las grandes ciudades están además las oportunidades de capacitación. La mayoría de quienes eligen radicarse en un pueblo lo hacen por un cambio de vida, pero resignando ingresos y capacitación”, opina.
Ese escenario hace inviable la salud privada en el interior, salvo en pocas ciudades grandes. “A una clínica no le rinde radicarse en una localidad pequeña. Y un consultorio privado sin cobertura de obras sociales es muy difícil de sostener. Es un círculo vicioso y todos somos rehenes”, agrega Ramello.
Por la precarización, muchos profesionales trabajan en varios lugares para sostenerse económicamente, lo que dificulta generar pertenencia, dice la jefa comunal. Y advierte: “Y todo esto sucede en un contexto de creciente demanda, con la exigencia social de contar con servicios las 24 horas”.
En el departamento Calamuchita, uno de los que más creció en población en la última década, la mayoría de los profesionales aspira a ingresar al hospital provincial de Santa Rosa, el único que ofrece mayor estabilidad.
Adolfo Guardo, exdirector de ese hospital, coincide: “En épocas de crisis, pedirle a un profesional que viaje implica más gastos y más tiempo”. Quienes trabajan en ciudades grandes deben abandonar ese empleo para trasladarse, lo que requiere compensación. “De lo contrario, no le conviene”, avisa.
Guardo también cita la falta de formación médica en el interior como una traba para atraer jóvenes profesionales. “Las capitales ofrecen cursos, especialidades. Todo eso está allá. Sólo algunos se radican en el interior, por alguna razón personal”, remarca.
También critica la inestabilidad contractual, hasta en el sistema público. “Hoy se trabaja con contratos de tres meses. Después no sabés si seguís. Esa incertidumbre hace que nadie quiera instalarse. Antes, los contratos duraban dos o tres años y luego pasabas a planta permanente. Ahora, podés quedarte sin trabajo sin previo aviso”, grafica.
Y cuesta retener a los médicos que se reciben
“Es difícil conseguir profesionales que puedan venir a un pueblo durante la semana, ni hablar en fines de semana”, señala la doctora Miriam Genaro, directora del dispensario municipal de Río Primero.
En esa ciudad del norte cordobés hay un centro de salud municipal, una pequeña clínica privada y algunos consultorios particulares. Pero la falta de personal médico es tan grave que, en ocasiones, las guardias del dispensario deben ser cubiertas por la propia directora.
Genaro dice que en Río Primero el problema no pasa tanto por lo salarial: “El municipio acompaña. Pero el problema es el traslado: prefieren no salir al interior”.

La situación se agravó tras la pandemia, comenta Genaro: “Cada vez más cuesta retener a los médicos que se forman y son de la zona. Se van a la Capital. No hay forma de que se queden”.
La falta de especialistas es marcada: “Casi no tenemos cardiólogos ni pediatras, que son las especialidades más básicas. Muchos vecinos viajan directamente a la Capital para atenderse”, comenta.
Es lo que se repite en todos los pueblos y en ciudades medianas.
Los especialistas suelen pedir una cantidad mínima de pacientes para justificar el viaje. “Si no, no vienen”, destaca Genaro.
Y en zonas no tan pobladas, los pacientes no son tantos.
El oeste, del “otro lado”
El oeste cordobés es desde siempre una zona crítica en servicios de salud. A la distancia de las grandes ciudades, que complejiza estar del “otro lado” de las Sierras Grandes en los departamentos San Alberto y San Javier, se suman la muy escasa cantidad de habitantes y las carencias socioeconómicas históricas de los departamentos Pocho y Minas.
Los municipios y comunas gastan buena parte de sus presupuestos en aportar pasajes a Córdoba para vecinos con problemas de salud o en sostener pequeños dispensarios para los que les cuesta, mucho, conseguir profesionales.

En estas regiones se padeció siempre la falta de complejidad médica y la escasez de especialidades. Los pocos especialistas que llegan lo hacen para atender una o dos veces por mes, y en muchos casos sin aceptar obras sociales o sólo algunas de ellas.
Estela Sappia, paciente reumatológica de Villa Dolores, señala: “Aquí la atención de especialidades es muy deficiente, en mi caso nunca tuve un reumatólogo permanente, vienen un día al mes y la atención colapsa por la gran demanda. Pero el perjuicio mayor es la falta de continuidad, porque de pronto, por razones seguramente atendibles, dejan de venir y quedás nuevamente a la deriva”.
La opción de muchos pacientes es directamente viajar a Córdoba, lo que implica otro presupuesto y otros trastornos operativos.
Mabel Gabutti (45), aporta: “Mi endocrinóloga antes venía a Traslasierra cada 15 días, pero por problemas de su salud ahora solo puede atenderme por videollamada: le pago y nos conectamos. Esta modalidad creció para pacientes del interior, tras la pandemia”.
“No alcanza un médico que llega una vez por semana”
Juan Uez (77) concluyó hace meses una carrera de 52 años como médico y de 16 en la salud pública de Traslasierra. Luego de coordinar una clínica privada integró el directorio de la obra social provincial Apross y también fue director del Hospital Regional de Villa Dolores, que cubre la demanda de buena parte del oeste cordobés.

Desde esa experiencia, sentencia: “La falta de recursos humanos en salud, y sobre todo de especialistas en el interior, es un problema antiguo. Y ocurre en todo el país”. Y opina: “Sucede que no hay políticas de salud que favorezcan la llegada de profesionales a los lugares menos poblados, ni ganancias que les sirvan a quienes llegan”.
Uez remarca: “Desde hace muchos años el país no tiene políticas para la oferta de salud, ni diagnósticos que sirvan para diseñarla, hay un sistema de niveles que frecuentemente no están bien articulados; por ejemplo, no se coordinan el sector privado con el público, si eso se hiciera se ganaría en eficiencia, habría historias clínicas unificadas, no se repetirían estudios y tantas cosas que suceden”.
Uez, con trayectoria en la función pública y en el ejercicio privado, sostiene que “la capacitación de los médicos debe hacerse en función de un diagnóstico de necesidades en cada lugar”, y opina que “hay capacitaciones que deberían pagarse”.
También afirma: “Es muy difícil volver a la figura del médico de familia, pero debería hacerse; acercar la salud a la comunidad, a un pueblo no le sirve que vaya un médico un día por semana. Le sirve si se radica, que conozca a los vecinos y que pueda trabajar sobre todo en prevención”.
Y suma otro aspecto: “Hace 30 años florecían las clínicas del sector privado, incluso en el interior, pero hoy se da un fenómeno inverso: desaparecen las privadas y deben mejorar los espacios públicos ante la demanda”.