La caída del poder adquisitivo de la población –sobre todo durante el primer semestre del año, tras la megadevaluación de diciembre– obligó a miles de familias cordobesas a modificar sus hábitos alimentarios, con un impacto directo en su calidad de vida.
Así es como en los últimos meses creció la venta de segundas y terceras marcas, se comenzaron a comprar productos sustitutos, se apeló a la tarjeta de crédito para la compra de alimentos, o directamente se redujeron o suprimieron algunos consumos básicos.
En este último caso se anotan las diversas variedades de carnes, cuyo consumo no para de caer desde comienzos de año, a pesar de que su precio se mantiene relativamente estable o aumentando muy por debajo del índice de inflación general del rubro alimentos.
Esta situación preocupa, no sólo por el impacto económico en el sector frigorífico y de las carnicerías, sino también a nivel de la calidad nutricional del conjunto de la población, particularmente en los segmentos de menores ingresos, por la menor ingesta de proteínas de origen animal.
Consumo en picada
La baja en el consumo de carnes se observa particularmente en la compra de cortes vacunos, aunque también se está comiendo menos pollo, un producto que tradicionalmente funciona como sustituto de los cortes bovinos. Sólo la carne de cerdo muestra una leve recuperación en lo que va de 2024.
El consumo de carne de vaca (novillo liviano y novillito) está hoy en su menor nivel de las últimas tres décadas, en torno a los 47 kilos por habitante por año, unos 16 kilos menos que en 2014, cuando había superado los 63 kilos por persona.
Si bien la debacle en el consumo viene de los últimos años, se profundizó en lo que va de 2024. A fines del año anterior, se consumían más de 53 kilos per cápita.
Pero no se trata sólo de menos kilos, sino también del tipo de carne y de los cortes que venden. En los últimos meses los carniceros señalan que se consumen menos pulpas y asado, y que en su reemplazo crece la venta de carne molida, de cortes económicos con hueso y de menudencias.
Con el pollo sucede lo mismo. Entre enero y septiembre de 2023 y el mismo período de 2024, el consumo cayó casi 2%. A finales del año pasado, se consumían 45,9 kilos por habitante al año, y ahora bajó casi un kilo, a 45 kilos per cápita.
Sólo la carne de cerdo, que en los últimos años ha ganado protagonismo en la mesa de los argentinos, mantuvo sus niveles de venta en el mercado interno, incluso con una muy leve alza. De un consumo de 16,7 kilos por persona en 2023, se pasó a 16,8 kilos este año.
Entre los tres tipos de carnes, los argentinos hemos dejado de consumir 6,8 kilos en el último año, con una mayor caída en la ingesta de carne vacuna.
Los datos se desprenden del último informe de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados dela República Argentina (Ciccra), y de la Secretaría de Agricultura y Ganadería, dependiente del Ministerio de Economía de la Nación.
La caída en el consumo de carnes se nota, particularmente, en las carnicerías y negocios de barrio. Según el Centro de Almaceneros de Córdoba, en octubre bajó un 33,4% la venta de carne vacuna en sus locales asociados y un 12,3% la de pollo.
En contrapartida, creció un 7,8% la demanda de menudencias vacunas (hígado, mondongo, corazón, lengua) y un 16,5% las de pollo (alitas, cogote, rancho, hígado, panza, corazón).
“Hoy, nuestros clientes mayormente optan por el consumo de productos más saciadores y económicos, básicamente hidratos de carbono, como papas, pan, fideos y polenta”, señaló Germán Romero, vocero de la entidad minorista.
Precios estables
Esta baja en el consumo se está dando, paradójicamente, cuando las carnes vienen registrando los menores incrementos de precios de la Canasta Básica Alimentaria (CBA). Según datos del Indec, en lo que va del año el rubro “Carnes y sus derivados” se encareció un 62%, contra el 89,5% que aumentaron los alimentos en general.
En octubre, subieron apenas un 1,2% mensual (menos de la mitad que el Índice de Precios al Consumidor), con varios cortes vacunos que incluso bajaron de precio. Lo mismo pasó con el pollo fresco.
“La gente está buscando mucho el precio a la hora de comprar carne. Las ventas son mayores en los primeros días del mes, y luego se nota que decaen cuando las familias se van quedando sin plata”, dijo Sergio Machuca, referente del Mercado Norte de la ciudad de Córdoba.
Según el carnicero, sus clientes prefieren llevar cortes sin hueso, para que les rinda la compra. “También se venden cada vez más los bolsones familiares, que los hacen estirar una semana o 10 días para toda la familia”, explicó.
Y contó que también se lleva mucho la carne molida, ya sea común o especial, quizá la opción más económica en cualquier carnicería.
Para Daniel Urcía, director ejecutivo de la Asociación de Frigoríficos e Industriales de la Carne (Afip) y presidente de la Federación de Industrias Frigoríficas Regionales Argentinas (Fifra), la baja en el consumo de carne vacuna se explica por varios motivos.
Por una parte, la baja del poder adquisitivo que impacta en la demanda, pero también por el cambio en los hábitos de consumo de las familias. “Años atrás, el 90% de la carne que se consumía era de vaca. Hoy también se come mucho pollo y cerdo. No hay una baja sustancial en la cantidad de proteína animal que se consume en el país; lo que ha cambiado es su composición”, entendió.
Y recordó que Argentina sigue siendo, a pesar de todo, uno de los tres países en el mundo en los que se consume más proteína de origen animal.
Además, señaló que la carne hoy está “barata” motivada por una abundante oferta de hacienda, luego de un año de sequía en el que los productores enviaron a sus animales a engorde prematuramente, y una demanda interna que está deprimida por los bajos ingresos.
“El precio de la carne ha aumentado muy por debajo de otros alimentos, pero hoy el carnicero no puede subir el precio porque los salarios quedaron muy rezagados. Y si aumenta, no vende”, explicó Urcía.
No obstante ello, el directivo estimó que hacia fin de año los precios tenderán a subir, entre un 10% y un 20%, producto principalmente de la mayor demanda para Navidad y Año Nuevo. Y adelantó que el año próximo habrá un reacomodamiento de la oferta que impactará mucho más sobre los precios. Y posiblemente en el consumo.
Impacto nutricional
Según los especialistas, la pérdida de proteínas animales en la dieta de las familias tiene un impacto directo en términos nutricionales, sobre todo en niños y adolescentes, pero también en la población adulta.
“Las proteínas animales son las que mejor se asimilan en el organismo y permiten la formación de células nuevas, de hormonas, de neurotransmisores. Todas tienen alguna funcionalidad. Si hay carencia proteica, se ve afectada la salud en general de una persona, y eso se nota más en niños y adolescentes”, le dijo a La Voz Rosana Forcato, presidenta del Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Córdoba.
La profesional señaló que en épocas de crisis, la dieta de muchas familias vira hacia menús con base en fideos y arroz, por ser alternativas más económicas, y que se consume más pan, criollos y alimentos multiprocesados, como salchichas o fiambres. “En este momento hay un sobreconsumo de hidratos refinados y azúcares, que dan energía al cuerpo, pero no son buenos nutrientes”, comparó.
“El requerimiento de proteínas por parte del cuerpo es diario. Por eso, hay que tratar de incorporarlas de manera habitual. Si no se puede comprar carne, hay que tratar de reemplazarlas por otros alimentos que suplan esa carencia”, explicó Forcato.
Y en ese sentido, sugirió la ingesta de huevos o de productos lácteos, que también hacen un aporte proteico, aunque menor que las carnes. También mencionó las proteínas de origen vegetal, muy presentes por ejemplo en las legumbres: lentejas, garbanzos, porotos, soja, trigo.
La nutricionista destacó la importancia de combinar estos alimentos con frutas y verduras de estación, para poder compensar la falta de proteínas más complejas.
“La baja en el consumo de carne es preocupante en sí misma, pero también porque se da en ausencia de políticas públicas que ayuden a las familias a resolver su situación nutricional. La gente deja de comprar carne y no tiene herramientas ni información para poder reemplazarla”, lamentó Forcato.
“Por ejemplo –propuso–, se podría alentar el consumo de alimentos saludables y beneficios nutricionalmente a través de una diferenciación del IVA en sus precios”.
El reflejo en los centros de salud
El impacto del cambio obligado en la dieta de los sectores más vulnerables de la población está siendo advertido con preocupación en los centros de atención primaria de la salud de la Municipalidad de Córdoba.
“Los cambios en los hábitos de consumo debido a la crisis social y alimentaria se acentúan en estas poblaciones, no sólo por la disminución en el consumo de proteínas animales, sino también por la disminución del consumo de lácteos y verduras y frutas, debido al alto costo que representa su acceso para el seno familiar”, señaló Ariel Aleksandroff, secretario de Salud del municipio capitalino.
Según el funcionario, estás familias no tienen posibilidad de una planificación económica de sus compras de alimentos, por lo que sólo pueden acceder a lo que adquieren diariamente, principalmente cortes con bajo porcentaje de proteína: marucha, palomita, carne molida con grasa y menudos y alitas de pollo.
“También se observa que muchas familias han dejado de realizar alguna de las comidas diarias, principalmente la cena. Entre los niños y niñas, la comida principal es la que se brinda a través del programa escolar Paicor”, sostuvo Aleksandroff en diálogo con La Voz.
“En cambio –sumó–, muchas madres no almuerzan y para las cenas suelen preparar y consumir infusiones (té o mate cocido) con pan”.