El cambio climático que supimos conseguir no implica solo el aumento de las temperaturas promedio en el mundo. También es el fenómeno que por esa razón eleva el nivel de los mares, altera los patrones de precipitaciones e intensifica (y hace más frecuentes) los eventos extremos, como sequías e inundaciones.
No es solo una cuestión ambiental: tiene –y tendrá aún más si no se mitiga– impactos directos en la salud humana y en las economías de todas las naciones.
El cambio climático se refiere a alteraciones significativas en el estado del clima, principalmente causadas por actividades humanas que, desde la Revolución Industrial (hace más de un siglo), han generado un aumento en los niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
En 2025, la temperatura mundial promedio fue 1,55 °C mayor que la del período 1861-1890, superando el umbral crítico que los científicos consideraban el límite de 1,5 °C para evitar los impactos más severos.
Ya pasamos ese límite. Y parece que vamos por más.
El Acuerdo de París de 2015 estableció como objetivo mantener el calentamiento global “muy por debajo” de 2 °C, y hacer esfuerzos para limitarlo a 1,5 °C.

Ese umbral no era arbitrario: el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas advirtió que superarlo aumentaría notoriamente los riesgos de eventos climáticos extremos y de pérdida de biodiversidad, entre otros efectos severos.
¿Es igual el impacto en todo el planeta? ¿En Argentina ese cambio es similar al del promedio mundial?
Argentina se calienta menos
Un informe del sitio Argendata, elaborado en colaboración con la fundación alemana Heinrich Böll, cita que en 2024 la temperatura de Argentina fue 1,13 °C mayor que el promedio de 1940-1969, período en el que comienzan a tenerse estimaciones por país. Esa cifra es menor que el promedio mundial para el mismo período (1,37°C).
La diferencia se explica, sobre todo, por una evidencia de contexto: refleja un patrón global donde todo el hemisferio sur se ha calentado menos que el norte.
La explicación –cita el estudio– está principalmente en la geografía. El hemisferio sur tiene una mayor proporción de océanos, que tardan más en calentarse que los continentes porque el agua tiene una mayor capacidad para absorber calor. Además, en el Ártico se produce un fenómeno singular: absorbe más radiación solar que la Antártida.
Gran parte de Europa del este y del norte registra los mayores aumentos de temperatura del planeta, con incrementos superiores a 3 °C respecto del período 1940-1969.

El informe de Argendata apunta que “si bien Argentina se encuentra por debajo del promedio mundial, un aumento de 1,13 °C sigue siendo muy significativo para nuestros ecosistemas, la agricultura y la vida cotidiana”.
Los que más gases liberan
Así como el impacto del calentamiento global no es, hasta ahora, igual en todas las regiones del planeta, tampoco lo es la contribución a las emisiones de gases de efecto invernadero. Varios de estos gases (sobre todo el dióxido de carbono) permanecen en la atmósfera durante décadas, por lo que el calentamiento actual es resultado de más de un siglo de emisiones.
“Hoy, Argentina representa el 1,1% de las emisiones globales acumuladas de gases de efecto invernadero. Eso quiere decir que contribuyó con el 1,1% del calentamiento global”, precisa el estudio comparativo.
Los países de altos ingresos concentran el 46,8% de las emisiones históricas. Sobresalen en esa lista Estados Unidos (17,2% del total) y la Unión Europea (12,7% en conjunto). El resto de los países ricos (entre los que destacan Rusia, Canadá, Japón y Australia) aportan un 16,9% adicional.
Los países de ingresos medio-altos (grupo al que pertenece Argentina) dan cuenta de un 35,7% de las emisiones acumuladas. Aquí sobresale China, con 12,9%. En tanto, los países de ingresos medio-bajos aportaron un 13,9% adicional, destacándose India (4,8%). Por último, los países de ingresos bajos (compuesto mayormente por países africanos) solo contribuyeron con un 3,7% al impacto global.
Esta distribución de las emisiones marca una evidencia que debiera pesar a la hora de discutir salidas al problema: los países que se industrializaron primero y alcanzaron mayor prosperidad económica son los principales responsables del problema climático actual.
Sin embargo, el calentamiento es global y no exime ya a ninguno de tomar medidas y compromisos, aunque sean proporcionales.

La situación heredada de un siglo de contaminación se plantea injusta para los países de menores recursos. Porque pese a ser los que menos contribuyeron históricamente a las emisiones, se encuentran entre los más afectados, ya que cuentan con menos fondos para hacer frente a los efectos del cambio climático.
En Argentina, por zonas
El cambio climático ya está modificando distintos territorios de la Argentina. Sus efectos se perciben en los regímenes de lluvias, la frecuencia de sequías e inundaciones, y la intensidad de fenómenos extremos.
Entre los cambios documentados, se destacan, por ejemplo, las precipitaciones extremas más recurrentes en el noreste del mapa argentino, con múltiples impactos. A la vez, en la Cordillera de los Andes, el retroceso de los glaciares compromete cada vez más el acceso futuro al agua de las poblaciones que dependen de esas fuentes y para actividades productivas o de turismo invernal.
En el norte del país se observa un creciente estrés hídrico, resultado del aumento de temperaturas y de cambios en los patrones de precipitación. Al mismo tiempo, se registra un aumento del nivel del mar en la costa del Río de la Plata.
Para Córdoba, se presume que se acentuarán las lluvias más intensas, pero también las sequías más agudas. En ese marco, por ejemplo, aumentan las chances de incendios forestales más complejos.
Desde la ciencia, casi no hay estudio que no advierta sobre la necesidad de adoptar, en cada país –pero también en cada provincia y en cada ciudad–, medidas de adaptación y mitigación, para anticiparse a bajar los costos económicos, sociales y ambientales del nuevo escenario.
Hasta ahora, esas medidas de adaptación no parecen muy visibles.