La trágica inundación de Bahía Blanca impacta por lo que es. Pero también interpela por lo que puede ser: en cientos de ciudades del país puede llover 300 milímetros en un día. De hecho, ha ocurrido. No nos vayamos lejos: en 2015, también hubo tragedia en la región cordobesa de Sierras Chicas.
Para la mayoría de los especialistas, entre las causas centrales –además de la evidencia de la lluvia extraordinaria– aparecen la incapacidad de las ciudades de responder a fenómenos extremos y la influencia creciente de los efectos del cambio climático global.
Ana Carolina Herrero, experta en ecología urbana en Buenos Aires, sostiene que “ninguna ciudad está preparada para tanta cantidad de precipitación en corto tiempo, porque las obras se hicieron con cálculos e información de lluvias de décadas anteriores”. El dilema es que el clima ya presenta otro escenario.
Pablo Romanazzi, profesor de Hidrología de la Universidad Nacional de La Plata, coincide: “No hay ciudad del planeta que pueda contener semejante cantidad de agua sin consecuencias”, marca, aunque también suma razones para el agravamiento en Bahía Blanca, como la falta de planificación territorial.
Un interrogante que se abre es si alguna ciudad, entre ellas las cordobesas, tiene una razonable planificación de su trama urbana para evitar colapsar ante un diluvio posible. ¿Y cuántas ciudades tienen estudiadas sus vulnerabilidades ante eventos climáticos extremos?
Los expertos vienen marcando que la lluvia que puede caer sobre una ciudad o una zona no es el único factor desencadenante: es el agua que se carga en sus cuencas hídricas la que agrava el cuadro final.
En ese marco, por caso, plantean que la gestión del riesgo de desastres se debe considerar ya como una de las medidas clave de adaptación al cambio climático. Los sistemas de alerta temprana son cada vez más cruciales, aunque no suficientes: avisan del riesgo, pero no lo evitan.

La Tierra se calienta
Un informe de 2021 del Banco Mundial sobre los impactos de la crisis climática concluía que, “desde 1980, la cantidad de eventos pluviales extremos en Argentina se ha triplicado”. No es diferente el escenario mundial. La lista de ciudades inundadas en varios continentes se alarga cada año.
Según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, fenómenos como el que sucedió en Bahía Blanca pueden repetirse en el futuro, e incluso ser más frecuentes e intensos. Para Argentina, la advertencia abarca a gran parte de su territorio (que incluye a Córdoba), pero avisa de un riesgo mayor para las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Misiones.
El reporte del IPCC proyecta que, cuanto más caliente sea la Tierra, se eleva el riesgo de sufrir eventos extremos. Y la Tierra se está calentando, según todas las evidencias científicas.
El aumento de la temperatura media global puede generar que las interacciones entre las corrientes de aire frío y cálido sean más violentas. Eso significa que hay más energía en la atmósfera, lo que puede propiciar mayor cantidad de eventos extremos.
Sequías con calores más severos e inundaciones más intensas forman parte del mismo fenómeno: dos caras diferentes, pero de la misma moneda.
Atención, intendentes
El cambio climático que supimos conseguir impone dos tipos de medidas: de mitigación y de adaptación. Mitigar implica acciones globales que reduzcan las emisiones de efecto invernadero que lo provocan. Adaptar impone medidas para que en cada lugar el impacto sea el menor posible.
Los científicos especialistas en crisis climática plantean la necesidad de trabajar, incluso, desde cada ciudad en esas medidas.
Mensaje para intendentes: es muy probable que sean mejor recordados los que invierten más en desagües y en espacios verdes y arbolado que los que siguen con la tradición de sólo sumar pavimento y loteos sin planificación, que aceleran los riesgos de inundación en vez de mitigarlos.
Antes que alfombrar de asfalto, la nueva prioridad de los municipios debieran ser los menos vistosos desagües.
Sugerencias de hace 17 años
Ya en 2008 –hace largos 17 años– la bióloga cordobesa Sandra Díaz elaboró un informe que el Foro Ambiental Córdoba presentó ante autoridades provinciales y de la ciudad de Córdoba con sugerencias locales de adaptación y de mitigación por el cambio climático.
En 17 años el problema, a nivel global y nacional, se acentuó y aceleró.
Las medidas sugeridas en 2008 siguen siendo de obvia utilidad para ocupar la primera agenda de cada intendente. Y de cada comunidad.
Díaz es, seguramente, la científica argentina más reconocida hoy en el mundo. Doctora en Ciencias Biológicas, docente de la Universidad Nacional de Córdoba, investigadora del Conicet, premio Nobel de la Paz 2007 como miembro del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) y autora de múltiples investigaciones en biodiversidad con las que cosechó los mayores reconocimientos que entrega la ciencia en el planeta. Es una experta de consulta en el mundo entero.

Aquel informe de 2008, pensado para la ciudad de Córdoba, planteaba sugerencias aplicables, en escala, a toda ciudad mediana y grande de la provincia. La idea era anticiparse a los efectos.
Advertía, hace 17 años, que las proyecciones climáticas globales inferían una mayor frecuencia de lluvias torrenciales, por un lado, y períodos de sequía, por el otro; así como episodios de frío intenso, alternados con más recurrentes olas de calor.
Destacaba, además, que “la incertidumbre aumenta en el caso de esta provincia”, debido a que los cordones serranos introducen complicaciones en la dinámica climática.
Entre varias medidas de adaptación que autoridades provinciales e intendentes de ciudades medianas y grandes debieran tener en mente, el informe planteaba (de algún modo, aún plantea) algunos ejes.
En lo que hace puntualmente al riesgo de inundaciones, destacaba:
Desagües. Adaptar las ciudades para evacuar con más rapidez las aguas en casos de tormentas intensas. Prever caudales mayores a los habituales hasta ahora. Planificar y ejecutar desagües y modelos de derivación de aguas. Y hacer un uso más ordenado del suelo en la ciudad y su zona de influencia.
Más verde. Aumentar y mejorar los espacios verdes de las ciudades y de sus alrededores. Incrementar el arbolado urbano para la regulación del microclima (reducen la temperatura media urbana, mejoran la calidad del aire y aminoran las correntadas de aguas superficiales ante lluvias). Los espacios verdes suman suelos que infiltran aguas de lluvias y mitigan correntías.

Cuencas. Sugiere para Córdoba una especial protección de las cuencas altas serranas, donde nacen los arroyos y los ríos. Incluso propone crear un fondo para financiar la protección ambiental de esas áreas clave. Aconseja una mayor planificación de los desarrollos urbanos. Y evitar el uso de suelos inundables.
Vectores. Establecer programas de control sobre aguas estancadas. Con más calor y humedad, crecerían los riesgos de enfermedades transmitidas por mosquitos y otros vectores.