El pasado martes, un telescopio ubicado en Chile, que forma parte del Sistema de Última Alerta de Impacto Terrestre de Asteroides (Atlas) —un proyecto financiado por la Nasa—, divisó lo que inicialmente parecía un asteroide desconocido en una trayectoria muy excéntrica que podría acercarse a la órbita de la Tierra.
Esta observación se envió al Centro de Planetas Menores de la Unión Astronómica Internacional. Las observaciones de seguimiento, realizadas los días 1 y 2 de julio, comenzaron a revelar que su órbita era inusual, posiblemente de origen interestelar.
3I/Atlas, el tercer objeto interstelar detectado
Sam Deen, un astrónomo aficionado, ya había avistado el objeto en fotos que Atlas tomó a finales de junio. Tras más de 100 observaciones de telescopios alrededor del mundo y “reportes provisionales de actividad cometaria”, el centro decidió darle un nombre: 3I/Atlas (anteriormente A11pI3Z), confirmando así que es el tercer objeto interestelar detectado.
Este cometa, que proviene de un lugar lejos de las fronteras de nuestro sistema solar, se desplaza actualmente a una asombrosa velocidad de más de 209.000 kilómetros por hora en relación con el Sol, y seguirá acelerando a medida que la gravedad solar lo atraiga.
Paul Chodas, director del Centro de Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la Nasa en California, afirmó que “esta cosa viaja bastante deprisa”.

A máxima velocidad
Chodas también indicó que “no hay ninguna incertidumbre” de que el cometa proceda del espacio interestelar, dada su velocidad, que es “demasiado rápida como para ser algo que se originó dentro del sistema solar”.
Lo más probable es que se formara como un cometa alrededor de otra estrella y que una estrella que pasaba o alguna otra interacción gravitatoria lo impulsara al espacio interestelar en una trayectoria que, por casualidad, se cruzó con nuestro vecindario solar. Aunque su órbita rastreada hacia atrás sugiere que procede “más o menos” del centro de la galaxia, se desconoce el sistema solar de origen.
A pesar de su velocidad y trayectoria, el 3I/Atlas no representa un riesgo para nuestro planeta y “no se acercará a la Tierra”. Los cálculos de trayectoria de la Nasa confirman que “nunca se acerca a la Tierra”.
Actualmente, el objeto se encuentra entre las órbitas del cinturón de asteroides y Júpiter, pero se dirige hacia el sistema solar interior. Su paso más cercano al Sol se producirá a finales de octubre, cuando estará justo dentro de la órbita de Marte. Su mayor aproximación a la Tierra ocurrirá en diciembre, a una distancia segura de más de 257 millones de kilómetros.
El 3I/Atlas es notable por su brillo en comparación con sus predecesores interestelares, Oumuamua y Borisov.
Aunque no puede verse a simple vista, puede ser divisado por telescopios de tamaño modesto. Su brillo, como el de un cometa, procede de la luz solar que rebota en su coma, un penacho de gas y polvo que rodea su núcleo.
Esto ha llamado la atención de expertos como Avi Loeb, astrofísico de Harvard, quien había especulado que Oumuamua podría ser un artefacto extraterrestre y ahora se pregunta: “¿A qué se debe su brillo tan significativo?”.
¿Qué tamaño tiene?
Sin embargo, Paul Chodas aclara que es “demasiado pronto para determinar cuán grande es este objeto” sólido, ya que el brillo de la coma no permite deducir directamente el tamaño del objeto. Si la superficie hubiera sido oscura como la de un asteroide rocoso, el objeto tendría que ser grande, de unos 19 kilómetros de ancho, para reflejar la cantidad de luz observada.
La prolongada visibilidad de este objeto —que será “fácilmente observable para los astrónomos de todo el mundo” y visible para grandes telescopios “hasta bien entrado el próximo año”— permitirá investigaciones detalladas sobre su composición, origen y comportamiento, aportando información valiosa sobre los misterios del espacio profundo.
Los astrónomos podrán identificar elementos y moléculas en su superficie y en la nube de gas y polvo mediante el análisis de colores específicos.
Además, mediciones infrarrojas del telescopio espacial James Webb podrían determinar cuánto calor desprende su superficie. Este estudio contrasta con Oumuamua, que, al ser de menores dimensiones, desapareció de la vista tras solo unas semanas, dejando muchos misterios sin resolver.
El futuro Observatorio Vera C. Rubin en Chile, que pronto comenzará a escanear el cielo completo, se espera que encuentre más objetos interestelares, incluso más lejanos, proporcionando una visión más completa y ayudando a comprender por qué no se vieron visitantes extrasolares antes de 2017.
Los dos objetos interestelares anteriores conocidos fueron Oumuamua, que atravesó el sistema solar en 2017, y Borisov, un cometa que pasó en 2019.
El 3I/Atlas se suma a esta rara lista de visitantes de fuera de nuestro sistema solar, ofreciendo una oportunidad sin precedentes para comprender mejor los rincones más profundos del espacio interestelar.