Cada vez más investigadores argentinos son “seducidos” por países latinoamericanos como Brasil, Chile y en menor medida por Uruguay.
No se trata ya de una “fuga de cerebros” hacia Estados Unidos o Europa —algo histórico en la ciencia argentina— sino de un “fenómeno” que sucede desde hace al menos dos años a raíz de la crisis que enfrenta el sistema científico por razones presupuestarias (bajos sueldos, recortes para investigaciones y de becas, entre otros).
Los profesionales, altamente calificados, con estudios doctorales o postdoctorales o con becas, eligen migrar a países vecinos para continuar sus formaciones o desarrollar proyectos, con ingresos que triplican al que ofrece el sistema argentino.

“No lo piensan y se van tentados por los sueldos”, admitió a La Voz Mónica Balzarini, directora de Conicet-Córdoba.
No solo se van científicos jóvenes, sino también profesionales con trayectoria del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y docentes de universidades nacionales como la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y la Universidad de Buenos Aires (UBA), entre otras.
“Perdemos un recurso muy formado: con maestrías, doctorados, postdoctorados y con líneas de investigaciones propias. No solo jóvenes sino profesores que están en la mitad de la carrera”, precisó Balzarini.
Los convenios entre universidades e institutos extranjeros y argentinos son la puerta de salida más habitual. Los más requeridos son los especialistas en biomedicina, biotecnología, geología, datos e inteligencia artificial (IA).
La tentación brasileña
El caso de Brasil es paradigmático: lanzó el Programa de Colaboración para Estudiantes de Posgrado del Ministerio de Relaciones Exteriores y el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) de Brasil que ofrece 14.662 vacantes en doctorados y maestrías para atraer a extranjeros.
“Con el sueldo de $780 mil que cobraba en Argentina era inviable. Acá hay presupuesto para ciencia y vivir es más barato. Me vine por eso”, contó Lourdes Pinillos, doctora en Ciencias Sociales y becaria (con licencia) de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (I+D+i).
Pinillos realiza un intercambio doctoral con el Programa de Posgrado en Urbanismo (Prourb) en la Universidad Federal de Río de Janeiro. Ahora, prevé postularse para un doctorado, y analiza quedarse en el país vecino.

Además, indicó que a pesar de que Argentina genera científicos altamente calificados están sin recursos, y estos deciden continuar sus estudios en países como Brasil porque hay un interés en conocer sus trabajos.
Y brindó el siguiente dato: de 1.800 plazas para maestrías y doctorados en el país vecino, solo en Buenos Aires, en marzo de 2024, se tramitaron alrededor de 600 visas, el 30% del total, sin considerar los consulados de Córdoba y Paso de Los Libres, Corrientes.
“Es triste emigrar, son muchos años de trabajo y acá hay que empezar de cero, pero a la vez es angustiante volver”, sostuvo.
Tristeza ante la migración
Irse del país también genera, además de impotencia, desarraigo y tristeza. Del otro lado del teléfono a Agustín Mors se le hace un nudo en la garganta al recordar a su familia que dejó en Córdoba para irse a Brasil para continuar investigando.
Él es doctor en Geología, especialista en Sedimentología de rocas carbonáticas e investigador asistente (con licencia) del Centro de Investigaciones en Ciencias de la Tierra (Cicterra-Conicet Córdoba).
Migró a San Pablo para realizar un postdoctorado basado en un proyecto de colaboración entre la empresa Petrobras y la universidad de esa ciudad.
“Me vine porque es frustrante haber estudiado 12 años y que no pueda aplicarlo por falta de presupuesto, y el salario no alcanza”, remarcó.

En cambio, en San Pablo, sus proyectos y los de sus becarios son pagados por Petrobras: Mors dirige la maestría de cuatro estudiantes que se formaron en la Facultad de Ciencias Exactas Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y que se fueron con él para no pausar sus estudios.
“Además de presupuesto acá hay colaboración entre empresas y universidad. Los proyectos de los cuatro son aplicados a la industria del petróleo”, relató.
Y agregó: “Es triste lo que sucede, pero estoy convencido de que voy a volver. Argentina tiene que abrir los ojos y apostar al desarrollo de la ciencia e invertir en educación”.
Chile, otra plaza tentadora
Del otro lado de la Cordillera, Chile también se transformó en “un imán” para los científicos argentinos. Con universidades que pagan salarios altos y subsidios para proyectos estratégicos, ofrece una salida tentadora para investigadores con formación avanzada.
Un ejemplo de ello es Ana Vivinetto, doctora en neurociencias y especialista en lesiones de médula espinal, egresada de la UNC. Tras un postdoctorado en Estados Unidos proyectó regresar a Córdoba para armar su laboratorio. Sin embargo, la falta de presupuesto y de oportunidades la llevaron a tachar esa opción.
“Quería contribuir al desarrollo de la ciencia argentina y formar nuevas generaciones. Fue doloroso saber que no era una posible”, contó.

Hoy, integra el Centro de Biología Integrativa (CIB) de la Universidad Mayor en Santiago de Chile, donde fue seleccionada con un subsidio por tres años de alrededor de 30 mil dólares anuales, más 3.000 dólares extra en caso de mudanza.
“La diferencia de presupuesto para hacer ciencia es muy grande”, destacó.
La especialista comenzó su trabajo en el laboratorio como investigadora asistente y reconoce que la experiencia migratoria tiene sus costos. “Involucra a la familia y no es sencillo, pero el contraste de posibilidades es enorme”, afirmó.
Sueldos altos, uno de los atractivos
Otra forma de “tentar” a los científicos argentinos es invitarlos como investigadores consultores para la ayuda en la formación de recursos humanos. Esto ocurre en Chile.
El país trasandino armó centros para investigaciones temáticas como el Centro Nacional de Excelencia para la Industria de la Madera (Cenamad) de Santiago, con beneficios económicos que arrancan con un piso de cuatro mil dólares, pero además cubre presencia a congresos internacionales y publicaciones.
La filiación sigue siendo Conicet o las universidades argentinas, pero pueden aplicar a proyectos de investigación y subsidios que no lo tienen disponibles en el país.

Una investigadora (que prefirió no dar su nombre) fue tentada por la Universidad de Santiago de Chile, para trabajar con esta modalidad, contó que alguien con “mucho currículum” puede ganar entre 7.000 y 10 mil dólares.
Sobre todo especialistas en ciencia de datos e IA, biotecnología, nanotecnología, tecnología satelital, y profesores calificados de entre 40, 50 años o más.
Captura de recursos calificados
Mientras Argentina no logra retener a sus investigadores, los países vecinos aprovechan.
“Es una forma de capturar recursos calificados, porque entienden que la situación argentina es crítica y quieren capacitar a sus expertos”, indicó Balzarini.
En el caso de los convenios bilaterales con Brasil, la diferencia también es evidente: mientras Argentina solo cubre los pasajes de los investigadores, el país vecino financia la manutención, la vivienda y los proyectos completos.
Balzarini manifestó que “antes era más común que vinieran brasileños a capacitarse acá. Ahora es al revés: los argentinos se van porque las condiciones remunerativas y de investigación son mucho mejores”.
El impacto en la carrera del investigador
Gonzalo Sanz Cerbino, investigador de Conicet y secretario general adjunto de ATE-Conicet-Caba, denunció que los salarios perdieron un 36% del poder adquisitivo y la falta de financiamiento para proyectos de investigación.
“Estamos viendo con mucha preocupación este fenómeno de migración que aumentó aceleradamente en los últimos dos años”, manifestó.
El impacto se siente en todas las escalas: desde becarios doctorales hasta profesores de carrera media. Hoy, un investigador principal está cobrando entre un millón y un millón y medio de pesos. “Comparado con Chile, conviene irse”, opinó Sanz Cerbino.

Y añadió que los cupos de convocatorias se redujeron: en el caso de los investigadores de un total de 845 pasaron a 400, y los postdoctorales de 800 a 500. “Muchos quedan afuera y, cuando les ofrecen irse a otro país, lo aceptan”, advirtió.
Además, dijo que en 2024 las renuncias aumentaron un 33%: optan por migrar o se dedican a otros trabajos.
“Las capacidades para trabajar son muy limitadas entonces son tentados por países con mejores condiciones presupuestarias para continuar sus investigaciones”., remarcó. Y se suma la falta de perspectiva futura: la imposibilidad de ascender en la carrera impacta en becarios, doctorales y posdoctorales.
Un futuro en riesgo
El prestigio de los científicos argentinos sigue siendo reconocido en el mundo. Sin embargo, el deterioro de las condiciones locales amenaza con vaciar laboratorios y universidades.
La migración de talento duele, especialmente porque implica perder años de inversión pública en formación. Un doctorado en Argentina demanda alrededor de 100 mil dólares en recursos del Estado.
El investigador del Conicet Marcelo Mariscal, exdecano de la Facultad de Ciencias Químicas de la UNC, afirmó que la mayoría de los profesores de esa casa son del Conicet y los más jóvenes buscan irse.

“Es la franja que más nos preocupa: jóvenes doctores que formamos y que ahora se van”, lamentó. Una encuesta interna en esa facultad mostró que el 60% de esa población busca oportunidades para irse a Chile o a Brasil.
Pero también hay investigadores de 50 años que están generando contactos para irse. “La situación es insostenible: no hay fondos y los proyectos están desfinanciados”, indicó.
Mariscal subrayó además que Chile está invirtiendo fuerte en ciencia y tecnología aplicada a sectores estratégicos como el hidrógeno verde, el litio o el agro. “Las universidades ofrecen salarios que triplican los de Argentina. La cercanía geográfica hace más fácil la decisión de emigrar”, explicó.
Por ahora, “la sangría” continúa. Lo que para los investigadores es una oportunidad de progreso, para el país representa la pérdida de un capital humano invaluable, formado a lo largo de años con esfuerzo público.
Becarios en crisis
La situación es crítica también para los becarios de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (I+D+I).
Uno de ellos es el becario postdoctoral y especialista en biofísica por la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), Agustín Ormazábal, quién contó que llevan 16 meses de congelamiento salarial, lo que nos sitúa por debajo de la línea de pobreza.
“Dejamos de tener recibo de sueldo en febrero, lo que dificulta alquilar. Y en algunas provincias ya no tenemos cobertura médica”, remarcó.
Además, explicó que los fondos que administra la agencia provienen de organismos internacionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial (BM), entre otros. Y están destinados a proyectos y becas, pero desde hace dos años no se financian nuevos proyectos.
“Incluso la agencia recibió una nueva partida presupuestaria en junio, pero los sueldos siguen congelados”, indicó.
Por eso, presentaron un pedido de informes ante el Congreso para conocer el destino de 46 millones de dólares recibidos para proyectos y becas, y otros 196 millones ya asignados.
Incluso, los investigadores presentaron documentación ante la Justicia y esperan que esta se expida.
Piden la emergencia en ciencia
El sector científico-tecnológico solicitó al Congreso el urgente tratamiento del proyecto de ley que declara la emergencia del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación durante el ejercicio fiscal 2025 para garantizar los recursos provistos por la ley 27.614 de financiamiento progresivo. El proyecto aún no se trató y está sin dictamen.
Por eso, los directores de centros del Conicet, incluido Córdoba, enviaron al presidente de la Comisión de Ciencia y Tecnología de Diputados, Daniel Gollan, una carta para reclamar el tratamiento.