“La Araña” ya no existe más. La extraña estructura que emergía de la barranca hacia la avenida Sabattini, a la altura de Lisandro de la Torre, ya es un cúmulo de escombros. Apenas comenzaron los trabajos preliminares de demolición, el edificio de hormigón colapsó rápidamente.
El riesgo de derrumbe que los ingenieros habían detectado en la exfábrica de calzado Lucas Trejo, en la zona sudeste de la ciudad de Córdoba, era más que fundamentado.
Todo sucedió a la siesta de este martes. En la zona del hipermercado Libertad de Sabattini, los vecinos se sorprendieron por una nube de polvo que invadió ese acceso de la ciudad. Desde la Policía informaron que era un incendio en el predio del ferrocarril, que justo pasa por debajo de la avenida en ese punto.
Pero, en realidad, eran los escombros más finos de la famosa “Araña”. Como había anticipado La Voz, el Gobierno provincial había decidido darle uso a ese predio que tenía en su poder desde 1975. Allí se construirá una escuela Proa, enfocada en la informática.
El edificio de la exfábrica Lucas Trejo no se podía reciclar. El arquitecto Pablo Rivetti, de la empresa Eductrade, había comentado que los efectos del tiempo y del abandono sobre el hormigón fueron letales. A eso se sumaron algunos siniestros viales que derribaron algunas de las columnas. Por eso, no quedaba otra alternativa que demoler.
Se trata de un punto emblemático de ese punto de la ciudad, y que poseía hasta un halo de misterio por sus enormes columnas que conformaban arcos y que emergían desde la barranca. Por algunos años, fue una de las fábricas de calzado más importantes del país, pero entró en decadencia hasta que en 1975 fue comprada por la Provincia.
A finales de la década de 1950, Lucas Trejo tenía su fábrica en calle San Jerónimo, entre Río Primero y Martín Cartechini, en barrio Altamira. Ya en los ′60, hizo la fábrica en la bajada Ferreira, y la apodaron “la Araña” por las columnas curvas de hormigón que emulaban las patas de una araña.
El edificio acompañaba la fisonomía de la barranca, con una forma que parecía emular un abanico desplegado, pero sin el vértice.
El predio estuvo abandonado por décadas, se tugurizó y fue incluso usurpado. Y, en los últimos tiempos, se decidió reutilizarlo.
Estaba programado que la demolición se hiciera con maquinaria pesada, que iba a cortar los arcos de hormigón en sus extremos, para que el peso de la cubierta provocara un colapso del primer tramo y cayera hacia el lateral norte del edificio. Luego, la maquinaria aplicaría fuerza desde arriba, para que siguiera derrumbándose.
La idea era que este miércoles se produjera la parte más importante del derrumbe. Pero el estado de deterioro estaba tan avanzado que, cuando una de las maquinarias se encontraba trabajando sobre uno de los arcos del extremo sur, se inició un efecto dominó que acabó con toda la estructura.
No alcanzó a completar el trabajo. Se escuchó un crujido y la cubierta comenzó a caer, desde el norte hacia el sur.
El colapso fue total. Sólo quedaron en pie la parte inferior y el último de los arcos en el sector norte. Pero los arcos con forma de araña y la semicubierta que los protegía se vinieron abajo como un castillo de naipes. Ahora es un montón de escombros.
Se sacarán unos 800 metros cúbicos de escombros. Cada camión batea, de grandes dimensiones, tiene una capacidad de entre 25 y 30 metros cúbicos.
