La vida moderna es acelerada y apresurada, y esto inevitablemente repercute en nuestra rutina diaria, incluyendo nuestra alimentación. Surge entonces la pregunta: ¿comemos por hambre real o estamos calamar algo mas profundo? El estrés, el cansancio y las emociones no expresadas pueden convertirse en grandes detonantes del llamado hambre emocional, que no responde a las necesidades físicas del cuerpo, sino a una forma de manejar y aliviar nuestras emociones internas.
¿Hambre o emociones? Aprendé a identificarlas
Tener en cuenta estos patrones es el primer paso para cambiarlos y construir una relación más sana con la comida y con sí mismos.
Seis señales para que los reconozcas:
- ¿Comés aunque no tengas hambre?
¿Te pasó que el plato está casi vacío, pero tu cuerpo ya no lo necesita? Eso puede ser ansiedad, angustia o simplemente una necesidad emocional.
- ¿La comida te genera alivio emocional?
Muchas veces, después de un día largo o cuando estás solo/a, la comida se vuelve un refugio. ¿Reconocés que usás la comida para relajarte o para sentirte mejor?
- ¿Comés si saber bien por qué?
A veces, las emociones son confusas: aburrimiento, enojo, frustración. Y en vez de enfrentarlas, las tapamos con comida.
- ¿Te sentís peor después de comer?
Si después de comer sentís culpa, tristeza o frustración, puede ser que la comida no esté resolviendo lo que realmente te preocupa.
- ¿Necesitas “algo rico” para sentirte mejor?
No es hambre, es una necesidad emocional. ¿Qué tipo de alimentos elegís cuando querés sentir consuelo? ¿Dulces, salados, crocantes?
- ¿Sabes que no tiene sentido, pero no podés parar?
Cuando la comida se vuelve un recurso emocional, no alcanza con la fuerza de voluntad. En esos casos, se requiere de una dinámica emocional más profunda que necesita ser atendida con compasión y acompañamiento.
Qué hacer si te reconoces en estas señales
En primer lugar, no juzgarse. El hambre emocional no es un error ni una falla, sino una forma de adaptación. El objetivo no es eliminarla, sino entenderla para empezar a responder de otra manera.

Si te sentís identificado/a, buscar acompañamiento profesional es fundamental. Un enfoque integral, que incluya nutrición y salud mental, puede ayudarte a comprender tu vínculo con la comida, reconocer tus necesidades reales y encontrar herramientas para gestionarlas mejor.