Días atrás se viralizó un video en el que una joven contaba que, casi por descuido, pagó el mínimo de su tarjeta de crédito y ahora no puede cancelar el total de una deuda que todos los meses se hace más grande.
“Me da vergüenza decirles lo que debo de tarjeta. No sé cómo pasó. Un día tomé la decisión de pagar el mínimo del resumen y sentencié mi vida al infierno financiero”, relata la joven mientras se maquilla mirando a la camarita de su celular.
Y después de contar algunos detalles de su derrotero con el bendito plástico del banco, cierra con un consejo contundente: “No paguen el mínimo”.
Así como la “chica de TikTok”, cientos de miles de personas hoy están acorraladas financieramente con sus tarjetas de crédito luego de haber pagado el mínimo. Algunas por descuidadas, como la joven del video; la mayoría por obligación, ante falta de dinero para cancelar todo el resumen.
Es que pagar el mínimo, lejos de reducir la deuda, sólo evita entrar en mora con la tarjeta. El saldo que queda sin pagar se refinancia automáticamente a tasas muy altas, por lo que la deuda se mantiene intacta, y con serio riesgo de crecer en los meses subsiguientes.
Ese saldo pendiente genera intereses mes a mes. Y si se repite la práctica de apelar al pago mínimo, la deuda se convierte en una pesada bola de nieve que implica asumir tasas de interés que van del 120% al 200% anual.
Caer en esta dinámica deja al deudor atrapado en una deuda permanente, que le resta capacidad de compra y lo limita financieramente. En definitiva, pagar sólo el mínimo es una de las peores estrategias que se pueden aplicar con la tarjeta. Aun en casos de extrema supervivencia.
Salir de esa encerrona no es fácil. Pero hay, por suerte, algunas alternativas. Con ingresos estancados y con una deuda que sigue creciendo, lo imperioso es refinanciar por otras vías los saldos impagos.
Por caso, la mayoría de las tarjetas ofrecen planes especiales en cuotas de la deuda acumulada que, aun con intereses elevados, son preferibles al pago mínimo. La idea es construir un horizonte de pago accesible, para que la deuda deje de aumentar.
Otra opción es solicitar un préstamo personal en el banco emisor, si ello permite acceder a tasas menores a las del pago mínimo, incluso con la posibilidad de consolidar en el mismo crédito todas las deudas que se pudieran tener con esa entidad, y no sólo la mora con la tarjeta.
Como los propios bancos están preocupados con esta situación, ya que ven cómo muchos de sus clientes pasan a la categoría de “incobrables”, una tercera alternativa es sentarse a negociar con ellos una reestructuración global de la deuda, con intereses y plazos cumplibles.
Incluso, si estuviera disponible la posibilidad, pedir un préstamo a familiares o a amigos para cancelar el resumen es una buena alternativa. Se les puede ofrecer una devolución en cuotas con intereses algo por arriba de la tasa de plazo fijo, que, de todas maneras, será siempre más baja que la que aplican las tarjetas. Una suerte de “ganar-ganar” con alguien conocido.
En cualquier caso, lo que hay que buscar es ponerle un corte, un punto final a la sangría que implica mes a mes la imposibilidad de pagar todo el resumen, mientras se observa con impotencia cómo la deuda con la tarjeta crece y crece y crece… La idea es evitar, como decía la chica del video, que la vida se transforme en un “infierno financiero”.























