Luego de escuchar relatos estremecedores, la Cámara 11 del Crimen de la ciudad de Córdoba condenó a un hombre a una pena ejemplar de 25 años de prisión por haber abusado y torturado a sus hijas durante años y de haber obligado a participar a sus hijos varones de los abusos.
La condena se conoció el pasado viernes 20 en un juicio que se realizó a puertas cerradas, como ocurre con todos los procesos por delitos contra la integridad sexual.
El peso de la pena estuvo dado por la gravedad, la cronicidad de los hechos y por las graves consecuencias en la salud mental de las mujeres abusadas en toda su infancia, demostradas en las pericias. Las internaciones son constantes y sólo una de ellas pudo sostener su relato en la Cámara.
Los detalles son escabrosos: en los pasillos de tribunales hablaban de “La casa del horror”, por la vivienda ubicada en un barrio del sur de la ciudad de Córdoba donde ocurrieron los hechos.
“Veo una muñeca y me desespero”, dijo la mujer de 28 años, una de las hermanas mayores quien asegura que no tuvo infancia. “Su padre la torturaba y sometía bajo amenazas de que si hablaba le haría lo mismo a sus hermanitas”, indicó Daniela Morales Leanza, abogada querellante de las hermanas, junto con Nicolás Ruades.
Cómo fue
La mayor de las hermanas contó que comenzó a sufrir abusos cuando tenía entre 3 y 4 años y hasta su adolescencia. Se calcula que comenzaron en 1998 y que llegaron hasta 2015 cuando el hombre se fue de la casa. Si bien el juicio llegó por la denuncia de tres de las hijas mujeres a su padre y de un hijo varón contra su hermano mayor, se cree que los siete hijos que tenía el matrimonio fueron víctimas de una u otra forma de maltratos y vejaciones.
En 2002 la hija mayor, en ese entonces de 8 años, pudo contar lo que le pasaba y su madre plantó la primera denuncia. El hombre admitió los abusos y estuvo solo 10 días detenido y lo mandaron a hacer tratamiento psicológico. “En 2003 se pidió la requisitoria de elevación a juicio, pero ese juicio nunca se realizó”, indicó la abogada Morales Leanza.
Ante la falta de acción de la Justicia, el hombre siguió abusando de sus hijas, dañando su salud mental, corrompiendo a sus hijos varones a participar de esos abusos y torturándolos. Varias de ellas han presentado autolesiones producto del daño psíquico y emocional que provocan los abusos en la infancia.
El nombre del abusador no se dio a conocer para no revictimizar a sus hijas, quienes tienen el mismo apellido.
Alertas y denuncias
En 2017 una hermana contó a un vecino lo que le sucedía y éste avisó a su mamá, quien radicó una denuncia. En 2019 uno de los hermanos varones más chicos pudo contar en una clase escolar de Educación Sexual Integral que su hermano mayor lo abusaba. En ese momento se radicó la denuncia puntual contra su hermano (no contra su padre).
En 2021, 19 años después de aquella primera denuncia, una de las hijas mujeres buscó a la abogada tras seguir el caso de Sathya Insaurralde, una joven que se suicidó en 2020 en Córdoba tras sufrir el abuso de su padre durante toda su infancia.
En el mismo 2021 se sumó la denuncia de tres de las hermanas contra su padre. La causa se unificó con la que hizo el niño contra su hermano en 2019.
En el juicio, el hermano mayor acusado fue absuelto y se remitió el caso al fuero Penal Juvenil ya que solo pudieron acreditarse los hechos que ocurrieron cuando era menor de 17 años. El joven, hoy de 23 años, admitió los hechos y tiene un grado de discapacidad.
La pena
La Cámara 11, integrada por Horacio Carranza, Gabriela Rojas Moresi y Jorge Buteler Echenique, dio una pena superior aunque aproximada a la pedida por la querella y por la fiscalía, a cargo de Marcelo Sicardi. Dictó la máxima de 25 años prevista para estos hechos.
La ministra de Mujeres de Córdoba, Claudia Martínez, estuvo en el juicio y la sentencia.
Morales Leanza destacó la importancia del acompañamiento psicológico para las víctimas que brindaron desde el Polo de la Mujer y de la asesoría de menores de Tribunales. “Las consecuencias del delito aún están vigentes. En el proceso pudimos demostrar todo el daño provocado”, dijo la abogada quien evalúa hacer una presentación ante el Ministerio Público Fiscal por la inacción judicial en la primera denuncia de 2002.
En un estado emocional muy delicado, una de las jóvenes víctima dijo tras la sentencia: “Esto le da un poco de paz a un corazón destruido. Voy a intentar seguir adelante, seguir viviendo”.
