En redes sociales es cada vez más frecuente encontrar videos de niñas mostrando su rutina de skincare, incluyendo distintos productos que utilizan para cuidar su piel, al igual que lo hacen mujeres adultas. También exhiben sus rutinas de maquillaje con poses imitativas de personas mayores, especialmente modelos e influencers, muy distantes de los modelos femeninos reales.
Profesionales de la dermatología y la psicopedagogía están cada vez más alarmados por las consecuencias que trae esta práctica ya devenida en un trastorno cuyo nombre es “cosmeticorexia”: la obsesión por el uso de cosméticos y la búsqueda de la perfección física.
Especialistas coinciden en que este trastorno está fogoneado por las redes sociales, la industria cosmética y una percepción cultural sobre qué cosas implican ser mujer y una persona femenina. Esta problemática no sólo afecta la piel de niñas y adolescentes, sino que también tiene un impacto profundo en su bienestar emocional y en su autoestima.
Mientras que los cuestionamientos del feminismo hacia esta imagen que busca imponerse de la belleza hegemónica e inalcanzable, fue generando algunos cambios en la definición de estos estereotipos, también avanzó el imaginario de belleza “esperada”en las niñas, con las redes sociales como el vehículo más directo para llegar a ellas.
Las especialistas coinciden en la importancia del control parental sobre el contenido que ven niños y niñas en internet, así como la importancia de trabajar sobre la autoestima en la infancia.
Fenómeno social
Viviana Zalazar, docente de Dermatología en la Facultad de Medicina de la UNC y jefa coordinadora de los Consultorios del Servicio de Dermatología del Hospital de Clínicas, señala que la situación es preocupante. “En mi consultorio particular tengo mamás y papás que traen a niñas de 10, 11 o 12 años a la consulta dermatológica porque ya están usando rutinas de skincare con múltiples productos. Vienen con eccemas, quemaduras, reacciones alérgicas, entre otros problemas”, asegura.
“El problema o los factores que contribuyen a la obsesión son los influencers infantiles , redes sociales, presión social y la aceptación generalizada de la búsqueda de una piel irreal desde edades muy tempranas”, explica.
Zalazar menciona que la obsesión por la estética no se limita a los cosméticos, sino que también el uso de uñas semipermanentes, tinturas de cabello en niñas, tatuajes y hasta piercings. “En mi consultorio veo niñas de 12 años con la piel irritada, con eccemas y alergias por la sobrecarga de productos. Muchos padres vienen preocupados por el enrojecimiento facial de sus hijas, sin notar que ellas mismas han estado usando varios productos a diario”, advierte.

El fenómeno comienza muchas veces en la infancia, cuando les regalamos pinturitas a las nenas desde chiquitas. Más adelante surgen los spa infantiles en cumpleaños, donde se enseñan hábitos de cuidado estético como si fuera un juego. “Desde los 5 o 6 años se empieza a inculcar la idea de que el valor de la persona está ligado a su apariencia”, comenta preocupada Zalazar e indica que la cosmeticorexia impatca en la salud física y emocional que lleva a un círculo constante de perfeccionismo y autoexigencia, lo que afrecta directamente su bienestar emocional.
Salud física y emocional
El uso indebido de cosméticos puede tener graves consecuencias. “Una piel joven no necesita más que protección solar y una hidratación mínima en caso de piel seca o atópica”, explica Zalazar. “Sin embargo –asegura–, estamos viendo irritaciones, alergias, quemaduras por sueros y ácidos, puntos negros y acné causado por productos inapropiados”.
La preocupación va más allá de la piel. Zalazar destaca que el impacto emocional es igualmente relevante. “El problema de la cosmeticorexia también es psicológico. La obsesión por la perfección estética puede llevar a problemas de autoestima, ansiedad y una dependencia de la validación externa”, detalla. Por eso, en su consultorio habla con padres e hijas para explicarles las consecuencias de la exposición a cosméticos.
En el mismo sentido, la psicopedagoga Mariana Savid resalta que la obsesión por el skincare en adolescentes está impulsada principalmente por influencers y redes sociales. “Muchas veces las niñas confían en consejos de belleza que no provienen de expertos en dermatología. He visto casos de chicas de 10 años usando retinol, un producto que puede causar irritaciones severas en pieles jóvenes”, advierte. “Además –prosigue–, esta obsesión por la imagen corporal reduce su infancia: en lugar de jugar, exploran rutinas de belleza que no les corresponden”.
La especialista diferenció el juego de las pinturitas que se suele dar a los 3, 4 o 5 años como un juego de roles, que a veces incluye disfraces y usar los zapatos de sus madres, con esta práctica en la que se maquillan igual que mujeres adultas o usan productos para la piel que no son aptos para su edad en forma obsesiva.
Savid enfatiza la importancia de trabajar sobre la autoestima desde la infancia. “Si las niñas crecen creyendo que su valor está en la apariencia, serán más vulnerables a la presión social. Debemos fomentar el pensamiento crítico y el reconocimiento de virtudes y talentos más allá de lo estético”, sugiere.
Las redes sociales y la industria
Lala Pasquinelli, fundadora del colectivo “Mujeres que no fueron tapa”, destaca que esta tendencia responde a un contexto más amplio de presión estética sobre las mujeres. “Las niñas están siendo inducidas cada vez más rápido en la estafa de la feminidad. En lugar de enseñarles autodefensa y verdadero autocuidado, se las prepara para convertirse en objetos de consumo”, denuncia.
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Pasquinelli advierte sobre la influencia de los adultos en este fenómeno: “Cada vez más vemos niñas que se levantan antes para maquillarse e ir a la escuela, imitando a influencers y mujeres adultas. Muchos padres no tienen problemas en exponer a sus hijas en redes sociales, permitiendo que participen en canjes de productos de belleza sin comprender lo que ello genera”.
La industria cosmética también juega un papel clave en todo esto. “Las plataformas digitales están diseñadas para captar la atención de los más jóvenes, promoviendo estándares inalcanzables de belleza. El bombardeo constante de contenidos refuerza la idea de que es necesario modificar el cuerpo para encajar”, cierra Pasquinelli.