La Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja un consumo máximo de 5 gramos de sal al día, el equivalente a una cucharadita de café. Sin embargo, en Argentina, el consumo de sal por persona ronda los 12 gramos diarios, esto es 4.718 mg de sodio, según datos del Ministerio de Salud de la Nación. Esta cifra preocupa a los especialistas.
Según los expertos, la mayoría de la sal que ingerimos no está en el salero, sino oculta en alimentos procesados como embutidos, panes especiales, quesos y platos preparados.
El 72% del sodio diario proviene de esos productos, un 20% se agrega en la mesa o durante la cocción y sólo entre el 8 y 10% está presente de forma natural en los alimentos.
Por qué necesitamos sodio y cuándo se vuelve peligroso

El sodio es un mineral esencial para funciones vitales como la contracción muscular, la transmisión nerviosa y el equilibrio de líquidos en el cuerpo. Pero el exceso, según advierte Claudia Urdangarín Fernández, dietista de la Clínica Universidad de Navarra, tiene efectos perjudiciales sobre la presión arterial y los riñones.
“La hipertensión daña los vasos sanguíneos del riñón y reduce su capacidad de filtración. Esto puede desencadenar o empeorar enfermedades renales crónicas”, detalló.
Además, el exceso de sal se asocia con:
- Enfermedades cardiovasculares
- Osteoporosis
- Litiasis renal (cálculos)
- Cáncer gástrico
- Retención de líquidos
El daño no es inmediato, pero se acumula con el tiempo
Uno de los principales peligros del consumo excesivo de sal es que los efectos no son instantáneos. La presión arterial elevada y el estrés renal se desarrollan lentamente, lo que hace difícil percibir el daño hasta que ya es avanzado.
“Incluso un consumo agudo puede causar retención de líquidos e incrementos transitorios de la presión arterial, lo cual eleva el riesgo cardiovascular inmediato en personas sensibles”, advirtió la especialista.
En personas con enfermedad renal crónica (ERC), la restricción de sal es clave para frenar la progresión de la enfermedad y evitar sobrecargas en el organismo.
Cómo reducir la sal sin perder sabor
Para reducir el consumo de sal sin resignar sabor, Fernández recomienda:
- Leer etiquetas y evitar productos con más de 1,25 g de sal por cada 100 g
- Elegir alimentos con menos de 0,25 g de sal por 100 g
- Reemplazar la sal por especias, hierbas aromáticas y limón
- Priorizar la comida casera frente a los ultraprocesados
Cuidados especiales para los riñones
La especialista también brindó una serie de recomendaciones para proteger la salud renal.
- Hidratación adecuada (preferentemente con agua)
- Evitar bebidas alcohólicas y azucaradas
- Controlar el consumo de sal
- Protegerse del calor para evitar deshidratación
- Seguir estrictamente la dieta si se tiene enfermedad renal