La Biblioteca Provincial para Discapacitados Visuales cumplió recientemente tres décadas de vida, pero en los últimos años su gestión viene recibiendo críticas por parte de las organizaciones que representan a quienes deberían ser precisamente sus beneficiarios.
La biblioteca abrió sus puertas oficialmente el 24 de septiembre de 1993 con el objetivo de completar la oferta educativa y cultural que necesitaba la ciudad de Córdoba y la provincia. El espacio fue pensado por un grupo de personas con discapacidad visual quienes presentaron un anteproyecto a la Legislatura de Córdoba, que meses más tarde se sancionó con fuerza de ley. En sus inicios, la biblioteca dependía de la Subsecretaría de Cultura, y posteriormente pasó a la Agencia Córdoba Cultura.
La sede sufrió varias mudanzas a lo largo de estas tres décadas. Inició sus actividades en la Biblioteca Córdoba, luego se mudó a la peatonal 9 de Julio y años más tarde volvió a su lugar de origen. En 2009 se ubicó en la sede histórica de la CGT Regional Córdoba; más tarde, en una oficina de calle Santa Rosa al 1600, para terminar en los últimos años en una dependencia dentro del edificio de la ex-Legislatura en calle Deán Funes.
“Por muchos años, la biblioteca fue un faro y cumplía una función muy importante. Grababan los libros en casetes, había programas de radio y trabajaban voluntarios”, recordó Juan José Ferrero, exdirector de la biblioteca entre 2008 y 2012.
Semanas atrás, este diario visitó el espacio ubicado en la planta baja de la Agencia Córdoba Cultura. Sobre la calle, ningún cartel advertía la existencia de la misma. Ya dentro del edificio, no existían pisos podotáctiles, la puerta de doble hoja estaba cerrada y la acústica era mala.
La primera sorpresa fue que, tras tocar la puerta, preguntaron quién era y la respuesta fue que era familiar de una persona ciega. Tras eso, comenzó un incisivo cuestionario para habilitar el acceso: “¿Quién sos?”, “¿Cómo te llamás?”, “¿Quién es tu familiar?”. La persona detrás de las preguntas era Nuria Graco, responsable de la biblioteca.
Consultada por esta situación, Graco sostuvo que “a veces me toca atender la puerta porque falta personal y no todos los empleados están formados en atención inclusiva”.
El espacio provee cursos de alfabetización en tecnología, lectocomprensión de braille y encuadernación de obras. Sin embargo, referentes en discapacidad visual de Córdoba advirtieron que la biblioteca podría ofrecer un mejor servicio acorde a los tiempos que corren.
Una de las entidades que presentó un reclamo por esta situación es la Unión Cordobesa para Ciegos (Ucorci), una asociación con más de 50 años de trayectoria que realiza talleres y otras actividades para personas con discapacidad visual o baja visión. Según su presidente, Dalmiro Videla, hace casi un año le presentó al director de la Agencia Córdoba Cultura, Raúl Sansica, un informe del servicio de la biblioteca y una convocatoria a una audiencia para presentar proyectos de refuncionalización. Hasta el momento no han tenido curso.
“Consideramos que el espacio atraviesa un alarmante retroceso en la implementación de servicios y muestra un completo desinterés hacia los ciegos del interior de Córdoba. Esto sucede por la insuficiencia de proyectos que generen actividades culturales con la comunidad, poca producción de obras literarias en audio y sistema braille, la desactualización bibliográfica en sistema digital, la ausencia de un sitio web que publique la información de los servicios vigentes”, fueron algunos de los reclamos de Videla.
Otras voces que frecuentan establecimientos educativos y terapéuticos para personas con discapacidad visual también señalaron críticas a la gestión. En algunos casos no encuentran los libros que solicitan o no los tienen en versión digital, aseguran.
Graco expresó que “constantemente se están haciendo mejoras, y que en los primeros meses de 2024 la sala de audio será adaptada a lo digital”, justificando demoras en los cambios por los efectos de la pandemia.
Otro hecho que se planteó fue que durante el Primer Encuentro de Accesibilidad e Inclusión Tecnológica para Personas con Discapacidad Visual, que se celebró en julio del año pasado, la Agencia Córdoba Cultura bajo la gestión de Nora Bedano se comprometió a adquirir seis dispositivos de lectura de audio Prócer 3, tres de los cuales estarían disponibles en la biblioteca, mientras que los otros serían destinados a bibliotecas populares del interior de la provincia. Esa compra nunca se concretó.
La respuesta de la Agencia Córdoba Cultura
Según fuentes de la Agencia Córdoba Cultura, ante la requisitoria de La Voz personal de la dependencia pudo comprobar que la biblioteca funciona con su puerta cerrada y que no existe cartelería acorde. “Ya solicitamos una cartelería que incluya el modo de lectura braille para que desde el exterior se sepa que en el edificio funciona la biblioteca”, dijeron.
Además, el presidente de la Agencia le pidió personalmente a la directora del establecimiento un informe sobre el funcionamiento real de la biblioteca: servicio a los usuarios, administración, adaptación tecnológica, etcétera. La biblioteca posee una estructura interna con un cargo de responsable y siete empleados en planta permanente.
Por último, desde la agencia gubernamental cuestionaron el presunto desinterés de la administración del establecimiento para implementar la formación de empleados públicos en trato adecuado para personas con discapacidad, prevista en la ley Córdoba Inclusiva.
Cambio de paradigma
Juan José Ferrero es trabajador social del Centro de Recursos Educativos Julián Baquero e integrante de la Red Mate. Él reconoció que desde sus orígenes la biblioteca para ciegos fue un espacio donde eran habituales los conflictos internos y que por momentos el servicio de consulta o préstamos de libros se mezclaba con un espacio social o de contención de personas ciegas.
“La biblioteca era un lugar donde la persona ciega se sentía escuchada y nosotros le sumamos aprendizajes y eso también generó críticas”, sostuvo.
Con la mirada puesta en el presente, Ferrero sostuvo que la tecnología impuso un cambio de paradigma, los jóvenes manejan otros recursos y el modo de acceder al conocimiento es más amplio, por lo que las bibliotecas especiales deberían mutar a un servicio especializado en las bibliotecas populares.
“La experiencia de cualquier usuario debería ser la de poder solicitar un libro y que el responsable de la biblioteca consulte si lo quiere en papel, PDF, macrotipo, audio libro, scanner portátil o incluso pictogramas para personas con trastornos del espectro autista”, sugirió Ferrero.