En el corazón de El Potrillo, en Formosa, donde el agua salada cuenta historias de un río crecido y caminos de arena se entrelazan con casas de adobe, un joven wichi llamado Eceba Díaz tejía sus sueños.
A sus 17 años, Eceba nunca había salido de su comunidad, pero su mundo interior era vasto, alimentado por la lectura y un profundo deseo de transformar la realidad de su gente.
Desde temprana edad, supo que quería ser docente. Cursó sus estudios en la escuela intercultural bilingüe N°2 de Formosa, donde aprendió en castellano y en su lengua materna. Allí, observó las dificultades que enfrentaban sus compañeros wichi para comprender el castellano, la lengua en la que se impartían las clases.
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Esta experiencia despertó en él un anhelo: volver a su comunidad como profesor para tender puentes entre dos mundos, enseñando castellano y traduciendo a su lengua materna cuando fuera necesario.
Sin embargo, el camino hacia la universidad parecía inalcanzable. La falta de recursos económicos, la distancia a los centros educativos y la percepción de que “las circunstancias se los impide”, desanimaban a muchos jóvenes wichi a siquiera imaginar un futuro en la educación superior.
“Mis compañeros ni siquiera se animan a imaginar qué estudiar”, lamentaba Eceba. Pero él era diferente. Su curiosidad insaciable y su capacidad de asombro lo impulsaban a cuestionar, investigar y buscar nuevas perspectivas.
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Catalina Bernechea, su profesora de Filosofía, reconoció su potencial y lo alentó a solicitar una beca de la Fundación Sí.
El proceso fue largo y desafiante, lleno de entrevistas virtuales y trabajos prácticos. Eceba sentía esperanza, pero también miedo, ya que nunca había salido de su pueblo.
El viaje a la capital de Formosa para la entrevista presencial implicaba un gasto que su familia no podía afrontar. Sin embargo, la comunidad se unió para apoyarlo, organizando una campaña para recaudar los fondos necesarios.
En noviembre de 2024, el joven viajó a Formosa con su abuelo. Allí, se enteró de que había sido seleccionado entre 3000 postulantes.
Una beca le permitiría instalarse en la residencia de la Fundación Sí y comenzar sus estudios de Letras en la Universidad Nacional de Formosa.
La noticia llenó de alegría a Eceba, pero también de nostalgia. Al despedirse de su comunidad, vio por primera vez a su familia llorar por él. Dejaba atrás a sus amigos, sus compañeros de vóley, su iglesia y a Catalina, la profesora que lo inspiró a desarrollar su pensamiento crítico.
Ahora, el joven se encuentra en un campamento de estudios intensivo, preparándose para los desafíos de la universidad. Está decidido a aprovechar al máximo esta oportunidad para formarse como docente y regresar a El Potrillo para transformar la educación de su comunidad.
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Su historia es un faro de esperanza para los jóvenes wichi, un recordatorio de que los sueños pueden florecer incluso en los terrenos más áridos.
Cómo ayudar a Fundación Sí
Cada 40 personas que se comprometan a donar $ 2.500 por mes, la Fundación Sí puede sostener a un estudiante en sus residencias universitarias. Si querés colaborar, podés, hacerlo desde el sitio web de la fundación.