Para quienes enseñan en las universidades públicas del país, trabajar para el sector privado empieza a ser una alternativa que cobra cada vez más fuerza. Si bien la combinación de actividades en instituciones públicas y privadas ocurre desde hace años, preocupa lo poco que conviene dedicarse a la docencia en universidades nacionales en los últimos tiempos.
Según datos del índice de precios al consumidor (IPC), la inflación interanual de noviembre 2023 fue del 160% y el aumento salarial docente en el mismo período llegó a 102%; los salarios del 95% de los profesores quedaron por debajo de la línea de la pobreza y un 68%, en la indigencia.
Leonardo Marengo es profesor de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y, además, trabaja en el sector privado desde hace años. Ahora, está evaluando la posibilidad de dejar uno de sus cargos. “A mí me conviene cada vez menos trabajar en la universidad. Frente al congelamiento salarial docente, tengo opciones del sector privado que se vuelven más tentadoras en términos de la cantidad de horas que insumen y de la gratificación en calidad de salario emocional”, contó.
El educador de Ciencias de la Comunicación agregó que cada vez hay menos tiempo para preparar las clases, recursos para la formación, energía vital para disfrutar en las aulas y transmitir entusiasmo a los estudiantes. “Se va acrecentando un malestar evidente, una falta de disponibilidad de tiempo para asignarles a las tareas”, algo que terminará deteriorando la calidad universitaria a largo plazo, consideró.
Con respecto a los salarios, el profesor aseguró que no podría vivir de ninguna manera con el dinero que le paga la universidad, excepto que tuviera una carga horaria desmesurada. Para Marengo, “hay un plan sistemático de vaciamiento de las universidades y un hostigamiento sobre el sector” por parte de Gobierno nacional. “Creo que el plan no es mejorar, sino exprimir y ahogar el sistema universitario”, entendió.
Vocación y salarios
Franco Luque, profesor de Computación desde hace 17 años en la Facultad de Matemática, Astronomía y Física (Famaf), aseguró: “Antes, mi trabajo era 100% en la universidad, pero ya hace tres años que no es así”.
Dejar horas académicas para introducirse en el sector privado significó moverse de las tareas de investigación, un sector al que muchos educadores en constante formación intentan sumarse y que “aporta mucho para los argentinos”. Esa es la situación de este profesor desde 2021.
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Para el Luque, la fuga masiva de docentes hacia el sector privado comenzó hace un par de años, aunque siempre existió una brecha importante en materia de posibilidad de ingresos, que con el tiempo se acentuó. Al observar el éxodo de profesores, Luque analizó: “Que se vayan algunos está bien, pero que lo hagan todos y que no quede nadie para formar a la gente, está mal, no nos sirve estratégicamente como país”.
“Al ser menos y tener cada vez más alumnos, tenés una carga de trabajo adicional que antes no tenías. Tenés que corregir muchísimos más parciales, finales y enseñar a una mayor cantidad de estudiantes. Todo eso son horas que uno lo sacan de su trabajo en el ámbito privado y se lo regala a la universidad”, explicó.
Y dijo que se trata de una situación que se vuelve cada vez más desgastante y desmotivante, ya que el salario no refleja el esfuerzo de los profesores, una profesión que pareciera sostenerse casi por mera vocación.
Para Luque, el ingreso es muy malo, algo que obliga a los docentes a no poder vivir exclusivamente de su profesión y desencadena un abandono masivo de profesores, dejando las aulas colapsadas de estudiantes para pocos educadores. Aunque la situación es difícil, continúa con un pie en la universidad, mientras se desempeña en el sector privado.
“Nosotros enseñamos a programar. Aprendiendo a programar, esos chicos están generando un impacto económico muy importante, porque después ellos irán a las empresas para trabajar”, señaló el docente. Y remarcó: “Argentina lo necesita. Si queremos un país que genere más actividad económica, necesitamos formar más programadores, de mejor nivel académico”.
El valor de enseñar
Arturo Moya es profesor de la UNC, de la Universidad Siglo 21 y del Colegio Universitario IES, donde además es directivo. Está próximo a cumplir 40 años de ejercicio en la docencia y, aunque trabaja cerca de 10 horas por jornada, durante cinco días de la semana (“a veces seis”, aclara) llega a fin de mes con deudas.
Es uno de los educadores que dedica por completo su vida a la enseñanza, tanto en el ámbito público como privado. En diálogo con La Voz explicó: “A diferencia de años anteriores cuando tenía una cierta capacidad de ahorro que me permitía un excedente mes a mes, ahora estoy endeudado para diciembre, enero y febrero. Algo que desde hace tiempo no me pasaba”.
El rol del docente no termina con ir al aula y enseñar. Es necesario cumplir con una tarea de extensión e investigación, que se suma a una constante formación para luego volcarla en las aulas. Todo ese capital económico y simbólico para llevar a cabo esas tareas sale de los bolsillos de los propios profesores.
Moya insistió en la idea de avanzar en el observatorio de una Canasta Básica Docente. Esta se encuentra tipificada en algunas legislaciones latinoamericanas como “Canasta Educativa”. Un índice que en Argentina sólo es considerado por el Sindicato de Educadores Argentinos, pero no a nivel universitario.
Esta Canasta Básica Docente debería incluir, para el profesor, ítems como el consumo de bienes y experiencias culturales y científicas (compra de libros, suscripción a plataformas relevantes para la tarea docente, participación en congresos, entre otros), gastos de conectividad y la inversión en capacitación continua.
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En ese sentido, Moya afirmó: “Esta canasta fue afectada en el contexto actual por la fuerte devaluación operada bajo el gobierno de Milei, y que influye en los costos de tarifas de servicios, transporte y acceso a capacitación continua que quedaron, en su mayoría, dolarizadas.”
“En mi caso, estoy en la etapa final de mi carrera como docente universitario, formalmente a tres años de jubilarme, entonces para mí no es una opción tirar por la borda la docencia y dedicarme de lleno a un trabajo privado”, consideró. Aunque asegura que para quienes están en el tramo inicial de la enseñanza universitaria, el panorama es desalentador.
Sobre esto último, consideró que en los próximos años se verá un gran éxodo de profesores y un descenso del capital humano universitario. Y lamentó que ello suceda “ya que Argentina se ha caracterizado siempre por tener un sistema universitario de alto valor, que hoy está al borde de ser quebrantado”.
*Practicante de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC), de la UNC.