La sustentabilidad del plan antiinflacionario de Javier Milei está asentada en dos pilares fundamentales: mantener planchado el dólar y sostener la motosierra sobre el gasto público y los ingresos de las familias. El propio Presidente ya dijo que mantendrá muy activas esas estrategias este año.
La ecuación es simple y hasta ahora ha mostrado cierta efectividad. Sin la presión de un tipo de cambio en alza, el impacto de ese factor externo sobre los precios se minimiza. Y con menos plata en la calle, la demanda se mantiene tan deprimida que quien osa aumentar sus productos no vende. Aunque su rentabilidad esté al límite.
Así, la inflación logró bajar del 25,5% de diciembre de 2023 (en buena medida, autoinfligida por el Gobierno libertario a partir de la devaluación dispuesta tras su asunción) a un umbral que ronda el 2% mensual en los últimos dos meses.
La incógnita de este inicio de año es si ese esquema de dólar contenido a la fuerza y de asfixia sobre el poder adquisitivo de la población seguirá siendo suficiente para mantener la inflación a raya, e incluso bajarla más.
Varios economistas celebran el ordenamiento sobre las variables macro, pero al mismo tiempo plantean ciertas dudas sobre la sustentabilidad a futuro del modelo. Y algunas no son menores.
Por un lado, señalan que la política cambiaria sostiene el dólar bajo de manera artificial, lo que hasta ahora fue posible merced al blanqueo impulsado en la segunda mitad del año pasado y que a futuro el ingreso de dólares frescos dependerá en buena medida de un eventual acuerdo con el FMI.
Aunque las exportaciones vienen en alza, no son suficientes para garantizar un flujo de divisas suficiente y estable, y con la continuidad del cepo la llegada de inversiones extranjeras de envergadura por ahora sigue siendo más un deseo gubernamental que una realidad concreta.
Sin nuevos dólares ingresando por esas vías y con una salida de divisas por suba de importaciones y por turismo emisivo, las reservas netas del Banco Central seguirían en terreno negativo (-10.413 millones de la moneda estadounidense a diciembre). Así, el fantasma de una eventual nueva devaluación seguirá merodeando, con el riesgo de un inevitable impacto en los precios.
Por otro lado, aunque el consumo sigue deprimido, en diciembre comenzó a dar algunas tenues señales de reactivación. Según la Cámara de Comercio de Córdoba (CCC), las ventas navideñas mostraron una suba interanual del 8% que no estaba en los planes de nadie, luego de varios meses con las cajas registradoras al borde de un ataque de nervios.
El medio aguinaldo de fin de año y una incipiente recuperación de los salarios estarían alentando esta suba en la demanda que, aunque todavía no se muestra sólida, alienta mejores expectativas de consumo para 2025.
El problema es que, apenas con unos pesos más en el bolsillo de la gente, la inflación volvió a mostrar sus garras. En diciembre se espera que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) abandone el 2% con el que coqueteó en octubre y en noviembre, y vuelva a superar el umbral del 3%.
Según el último relevamiento de supermercados de La Voz, la canasta básica para una familia de clase media aumentó en el último mes de 2024 un aceptable 2,1%, pero sostenida básicamente por un inusual abaratamiento de las frutas y las verduras sobre el final del año.
Sin ese freno “verde”, la misma canasta hubiera arrojado un alza del 4% entre los alimentos y las bebidas industrializados, a lo que se suma el aumento sostenido de la carne en el último mes y medio, de hasta el 10%.
Así, otra vez se advierte la existencia de una suerte de “inflación contenida”, no ya por acción de intervenciones oficiales como las que aplicaron con escaso éxito los anteriores gobiernos peronistas, sino por un consumo pauperizado que apenas amaga con levantar cabeza y que se encuentra con precios esperando para ajustar a la suba.
Los primeros meses del 2025 que acaba de comenzar serán cruciales para saber si el plan de Milei contra la inflación es sostenible a mediano plazo, o bien si seguirá necesitando de un “fórceps cambiario” de incierto pronóstico y de la continuidad de la motosierra sobre los ingresos de los hogares para seguir bajando los precios.
Hoy es difícil aventurar una respuesta, pero algunas señales no terminan de despejar ese horizonte de incertidumbre.