Faltan apenas 40 días para el Mundial de Qatar y menos de dos meses para que comiencen las vacaciones de verano. A esta altura, la inmensa mayoría de quienes viajarán al emirato árabe para seguir en vivo a la Scaloneta ya tienen pagados sus pasajes, contratada su estadía y compradas las entradas a los estadios. Lo mismo pasa con las familias que hicieron planes para vacacionar en playas brasileñas o en balnearios caribeños: buena parte de los paquetes, alquileres y servicios turísticos ya están debidamente abonados.
No obstante, el Gobierno nacional dispuso desde esta semana la aplicación de un nuevo recargo del 25 por ciento (a cuenta de Bienes Personales) sobre el pago de pasajes al exterior, paquetes turísticos y gastos con tarjetas de crédito y débito cuando se superen los 300 dólares mensuales. Se trata de un nuevo “dólar turista” o “dólar Qatar”, tal como lo han bautizado los medios de comunicación.
Preocupado por cuidar las reservas que ingresaron en septiembre al Banco Central –producto de la liquidación de la cosecha que hizo el campo impulsado por el denominado “dólar soja”– el Gobierno nacional busca con esta nueva medida desalentar los viajes y las compras en el extranjero, encareciendo la cotización de los billetes estadounidenses que se usen con tal fin.
El propósito –aseguran– es preservar los dólares para proteger la producción y el empleo argentinos. Hasta allí, nadie podría objetar demasiado la finalidad de la medida. El cuestionamiento surge cuando todo parece indicar que se trata de una decisión extemporánea, que terminará teniendo muy poco efecto en el corto plazo sobre el objetivo planteado, precisamente por lo señalado al comienzo.
Con el Mundial y las vacaciones ya pagados, es altamente improbable que alguien dé marcha atrás con sus planes. A lo sumo, asumirá que tendrá que pagar algo más de lo que tenía previsto inicialmente. “La gente que tenía pensado irse a Brasil se irá igual, aunque el dólar le salga más caro. Además, la diferencia no es mucha: 30 o 40 pesos”, dijo a este diario el titular de una agencia de viajes con años en el rubro.
Desde el Banco Central se van por mes unos 500 millones de dólares por pago de paquetes turísticos, tickets aéreos y gastos con tarjetas en el exterior. Tal sangría de reservas se compensa sólo parcialmente con los dólares de turistas extranjeros que visitan nuestro país, que en su mayoría los cambian por pesos en el mercado informal, lo que termina arrojando una balanza deficitaria en este rubro.
En verdad, lo que estaría buscando el Gobierno con el encarecimiento del dólar turista es que los viajeros –antes que desalentarlos de ir al exterior– encuentren más económico usar los dólares que tienen bajo el colchón o salgan a buscarlos en mercados financieros ilegales, sin restar divisas de las reservas.
Pero por ahora lo único que ha conseguido es que se dispare el dólar blue, que en apenas tres días subió más de 10 pesos. Y este dólar informal, aunque tiene un nivel de circulación acotado, siempre genera expectativas alcistas sobre toda la economía, que terminan impactando sobre el billete oficial y, luego, sobre los precios en general. Así las cosas, el Gobierno insiste con esta suerte de festival desordenado de tipos de cambio que siembra confusión e incertidumbre en el humor económico general, sin efectos positivos concretos sobre el sistema de precios.
El “dólar Qatar” –dicen muchos analistas económicos– llegó para quedarse. De todos modos, habrá que esperar para ver qué efecto finalmente tiene, no tanto sobre los viajes al exterior sino sobre la economía argentina en su conjunto.
