Aunque cueste creerlo, hay una inesperada pero –al fin de cuentas– positiva consecuencia del megaescándalo por la criptoestafa en la que quedó envuelto el mismísimo Javier Milei. Una suerte de “beneficio colateral impensado”, más allá de las consecuencias políticas y judiciales que tenga que afrontar el Presidente.
A fin de cuentas, “no hay mal que por bien no venga”, reza el dicho popular. Veamos…
En los últimos dos o tres años, miles de jóvenes en el país –muchos adolescentes y hasta niños– se han aventurado en el universo de las criptomonedas persiguiendo una ilusoria promesa de asegurarse ganancias fáciles y sin esfuerzo.
La filósofa catalana Monserrat Nebrera los bautizó hace tiempo como la “generación de cristal”, y los caracterizó como nativos digitales, expertos en tecnología y con un acceso directo (no siempre confiable) a la información.
Se trata de chicos y chicas que viven inmersos en un mundo tecnológico efímero, rápido y audiovisual. Y es precisamente allí, a través de las redes sociales, donde realizan la mayor parte de sus interacciones.
Muchas veces, esos intercambios son de dinero, y las plataformas cripto les brindan el espacio propicio para que corran detrás del sueño de convertirse en famosos y millonarios de un día para el otro, casi sin hacer nada.
Una generación en extremo individualista y emocionalmente frágil que ha desechado casi por completo la cultura del esfuerzo, del trabajo y del estudio en la que se formaron sus padres y abuelos.
Según un reciente estudio de la plataforma especializada Bitso, Argentina es el país de Latinoamérica con mayor volumen de compra y tenencia de dólares cripto, con una presencia muy significativa de jóvenes de entre 16 y 24 años, que representan el 24% de los usuarios.
La mayoría compra y vende, algunas pocas veces ganando, muchas perdiendo. En Tik Tok e Instagram se viralizan los contados casos exitosos, con pibes al lado de autos deportivos y revoleando dólares como si se tratara de papelitos. Quienes pierden en esa ruleta rusa financiera, obvio, prefieren no contarlo y se tragan la bronca en silencio.

Pero lo cierto es que no se trata de un fenómeno “barrial”, como le gusta decir a Milei. En España, según un informe de la banca oficial, el 50% de los jóvenes de 20 a 29 años tiene criptomonedas en sus carteras personales de inversión.
En Estados Unidos, una encuesta de la consultora Policygenius afirma que los menores de 24 años de aquel país son cada vez más propensos a ahorrar en criptomonedas y tokens no fungibles (NFT) antes que en acciones, el principal activo de reserva que usaban sus progenitores.
A pesar de los controles que han adoptado las plataformas cripto en los últimos tiempos –algunos propios, otros estatales–, lo cierto es que siguen conformando un universo bastante opaco, vidrioso, casi insondable. Y así es como muchos chicos y chicas terminan cayendo en manos de estafadores que se aprovechan de su inexperiencia y falta de conocimiento.
Los adolescentes argentinos pierden lo poco o mucho que invierten en los agujeros negros de infinidad de monedas virtuales que son acuñadas cada día en laboratorios cripto que operan a miles de kilómetros de distancia, comandados por ciberdelincuentes sin identidad ni domicilio.
Ahora, toda esta oscura parafernalia financiera virtual que a diario cosecha miles de estafados adquirió una repentina visibilidad cuando el escándalo de $Libra saltó por los aires y salpicó nada menos que al Presidente, a su hermana y a su principal asesor.
Con semejante ruido político y judicial, es posible que ahora muchos adolescentes y jóvenes se muestren algo más precavidos a la hora de involucrarse en estas aventuras cripto que, de movida, les ofrecen más chances de perder que de ganar. Tienen mucho más a la vista que antes los riesgos y peligros a los que están expuestos.
Alguien –nada menos que el Presidente– se “equivocó” antes que ellos y quedó a la vista de todos. Y eso no deja de ser una enseñanza que pueden aprovechar. Una suerte de masterclass en educación financiera digital que, a pesar del bochorno internacional, algún beneficio terminará dejando. Quién lo hubiera pensado...