Levantarse temprano, llegar puntual y quedarse hasta el final de la jornada. Esa es la rutina que Ghino Heredia, de 17 años, repite desde hace seis años sin ninguna interrupción. Asiste a la escuela técnica Álvarez Condarco, de Río Segundo, donde cursa sexto año de la especialidad Electromecánica.
En un colegio con casi 600 estudiantes, es el único que no faltó nunca.
Su jornada arranca a las 7.15 y termina a las 18, con clases también en el contraturno. Si un alumno no se presenta a la tarde, acumula media falta. Ghino nunca lo hizo. Los registros de preceptoría confirmaron que su legajo no tiene ni una sola inasistencia. Ni media. En total, son 1.140 días de clases ininterrumpidos.
“Le pedí a preceptoría que buscara en los registros. Lo revisaron durante una semana y me confirmaron que no hay ninguna ausencia”, cuenta Gabriel Gómez, su profesor, con más de 12 años en el colegio.
“Es la primera vez que tengo un alumno así. No sólo no faltó nunca: tampoco se llevó materias ni tuvo amonestaciones. Llega antes que yo al aula. Es exigente, colaborador, y muy comprometido”, describe.

“Lo hago porque me gusta”
Ghino no lo vive como una hazaña. “Lo hago porque me gusta”, dice. “Me lo inculcaron mis padres. Me gusta ser disciplinado, no sólo con la escuela: también en el trabajo”, responde.
Fuera del aula, algunas veces ayuda a su padre (egresado del mismo colegio) en instalaciones eléctricas domiciliarias.
Vive con sus padres y dos hermanas mayores en barrio Las Flores, de Río Segundo. “En casa nunca me obligaron a ir. Lo hago por responsabilidad. No quiero atrasarme ni pedirle a nadie que me explique lo que me perdí”, comenta.
“Una vez quisieron convencerme de hacer la chupina, pero no lo lograron”, recuerda entre risas.
No busca ser el mejor alumno. “Tengo buenas y malas notas, pero nunca me llevé una materia”, explica. Le gusta especialmente la asignatura Máquinas Eléctricas y Montajes, y disfruta exponer sus trabajos frente a la clase.
“Me gusta aprender y compartir con mis compañeros. No me cuesta, lo vivo tranquilo”, resume.
Su compañero y amigo Benjamín asegura que lo admira: “Yo falto poco, pero a veces me quedo dormido. Es impresionante que Ghino nunca falte, y encima trabaje. Me ayuda mucho dentro y fuera de la escuela. Es un capo”.
“A algunos compañeros les molesta su constancia quizá, y a otros no. Pero él no se engancha: va igual, todos los días”, apunta Benjamín.
El valor de estar
En la escuela destacan el ejemplo. “El presentismo es raro entre los adolescentes. Hoy se naturalizó que los chicos tengan muchas faltas. Algunos llegan a 20 al año y lo viven como algo normal”, reflexiona el docente Gómez. “Pero el rendimiento es distinto entre quienes están y quienes no. La continuidad se nota”, describe.
En un país donde, según el Observatorio de Argentinos por la Educación, uno de cada cuatro estudiantes del último año de secundaria falta al menos 20 veces por ciclo lectivo, la historia de Ghino cobra otro peso.
El informe, basado en datos oficiales, advierte que el ausentismo tiene impacto directo en el aprendizaje, la integración social y la posibilidad de terminar los estudios de nivel secundario.
Otros cordobeses como Ghino
Aunque inusuales, no es el único caso registrado en la provincia. Este diario, por ejemplo, reflejó la singular historia escolar de Giuliana.
También, la de Milena, que sumó 14 años de asistencia perfecta en Río Tercero.
También, como Ghino, hay otro caso en Río Segundo: el de Jair Plomer, que no faltó jamás a la escuela primaria ni secundaria.
Sin embargo, estos casos son muy excepcionales: apenas un 3% de los estudiantes argentinos afirma no haber faltado nunca durante un año. Y nunca durante varios años, mucho menos.





















