- Entre la inmensa oferta para diversas plataformas, hay "dibus" con contenidos que pueden aportar a la educación de los niños.
- El acompañamiento de un adulto que monitoree los argumentos de lo que ven y que controle el tiempo es la clave para los especialistas.
La estimulación para imaginar juegos complejos en espacios simples que aportan los Backyardigans. El ingenio que despliega la Patrulla Canina, coordinada por Ryder, para resolver situaciones de rescate de alto riesgo. Los cuestionamientos que se plantean en Jorge el curioso, y que involucran asignaturas como geometría o matemática. Los valores de la Doctora Juguetes, una niña que cura a sus juguetes con métodos que naturalizan los chequeos médicos. Y el descubrimiento del mundo y de la naturaleza, mezclado con algunas enseñanzas de palabras en inglés que aporta Dora la exploradora.
Estos son, en efecto, algunos ejemplos de enseñanzas que los dibujos animados pueden transmitir a los niños simultáneamente con el entretenimiento, al que cada vez es más difícil resistirse.
Televisión abierta, por cable, on demand y hasta canales de YouTube son las nuevas formas en las que los niños se relacionan con los dibujitos, sea a través del televisor o de otros dispositivos tecnológicos, como el celular, la computadora o las tabletas. En ese cada vez más inmenso abanico de ofertas de fantasía, es importante saber qué tener en cuenta al momento de permitir(les) consumir determinado producto.
¿Desde cuándo pueden ver dibujitos? ¿Existe un tiempo máximo recomendado? ¿Cómo distinguir programas positivos de los que no lo son?
“La infancia es un tiempo de identificación y construcción de identidad. Como padres, tenemos que estar alertas a cuánto influye el dibujito que ve en la construcción de sí mismo de cada niño: si lo que ve condiciona su forma de hablar, de relacionarse y de elegir juegos, quizá el proceso identificatorio con el otro real no está funcionando bien”, advierte la licenciada en psicología Valeria Villarreal.
Dado que el interés de los chicos va variando según las edades, la profesional destaca la importancia de estar presentes en el proceso. “Hay que mirar con ellos, preguntándoles qué entienden, pero también observando su comportamiento, sus emociones, alertas a lo que pasa después: debemos sumergirnos en su mundo para comprenderlos”, añade.
En el libro Criar hijos confiados, motivados y seguros, la psicóloga Maritchu Seitún destaca que "el juego y los cuentos son los recursos principales que tienen los chicos para comprender y metabolizar las cuestiones de la vida diaria; y en este sentido, la televisión puede ayudar".
“A los personajes de los dibujitos les pasan cosas humanas y llenas de conflictos y tensiones, tal como les ocurre a los chicos todos los días. Y ellos pueden verlas a una distancia que les permite tolerarlas y comprenderlas hasta asumirlas como partes de sí mismos”.
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Adultos como filtro
Sin embargo, es necesario un filtro, y ahí es cuando la intervención de los adultos se vuelve fundamental. “Cuando es muy pequeñito, el niño no diferencia entre realidad y virtualidad, no puede filtrar nada de lo que se le presenta en la pantalla y hasta puede copiar el lenguaje, o los movimientos, sin que esto sea algo conflictivo”, aporta la psicóloga Ana Bringas.
“Idealmente, podemos considerar que empiezan a simbolizar alrededor de los dos años, pero hay dibujos más ‘inofensivos’ que pueden llegar a ver antes”, precisa Villarreal. “Lo que tenemos que preguntarnos es para qué sentamos a un niño de tan corta edad frente a una pantalla: ¿lo hacemos para que deje de ser niño? ¿Para que deje de jugar, de demandar, de ensuciarse?”, dispara.
Y Bringas vuelve sobre la necesidad de que los padres acompañen a sus hijos. “Realizar los comentarios sobre lo que ven, y que expresen lo que piensan, creen y sienten es importante”, apunta.
Una hora, no más
“Yo creo que el tiempo máximo que puede estar un niño frente a una pantalla no puede exceder la hora diaria, es una hora en la que acumulan energía que luego queda contenida”, estima Villarreal, y considera que demasiadas horas de sedentarismo aumentan los riesgos de enfermedades como la obesidad o la diabetes. Y esas dificultades se trasladan a la escuela.
La psicopedagoga Belén Ruiz coincide en el límite: “No más de una hora, pero de todo tipo de pantalla, porque son muchos los estímulos que ingresan”. Y recomienda no exponerlos a la televisión antes de dormir: “Los niños tienen que estar libres de estímulos al menos 45 minutos antes de dormir, para que el cerebro se relaje”.
Villarreal advierte de que cada vez hay más "niños multitasking". "Hacen muchas cosas a la vez, demandan lo mismo en la escuela y, por lo tanto, se aburren, tienen dificultades de concentración, se muestran como hiperactivos: necesitamos más niños de patios, de plazas, de bicicletas", señala.
La profesional considera que la demanda de pantalla de los niños es proporcional a la demanda de pantalla de los adultos, y que son estos últimos quienes tienen que controlar el consumo de dispositivos tecnológicos. “No pasa por pedirles que salgan al patio a jugar, sino por salir con ellos al patio; no pedirles que coman bien, sino comer con ellos, interactuando, hablando, escuchando”, concluye.
Nuevas formas de mirar
Ruiz valora que en plataformas como Netflix se pueden seleccionar los contenidos. “Cuando se termina el capítulo, se apaga, y se hace otra cosa. Eso es distinto de un canal en el que termina un capítulo y empieza otra cosa”.
En este contexto, YouTube resulta la alternativa más dificultosa, en la que se pueden aplicar filtros, pero en la que hay menos controles sobre lo que está disponible on line. "YouTube se mira en dispositivos individuales y es más difícil aplicar las restricciones", asegura.
Villarreal añade la influencia que ejercen sobre los niños los youtubers: "Son personas que les enseñan a nuestros hijos cosas de diversa índole, que nos exigen estar alertas, no como vigilantes, sino como responsables, capaces de aprovechar estos espacios para estimularles el pensamiento crítico".
Para cerrar, Ruiz insiste en que “ningún instrumento es bueno o malo en sí mismo, pero debe estar mediado por la mirada del adulto”. “Hasta el dibujo con mejor mensaje puede resultar negativo si no está correctamente bajado a lo cotidiano”.